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El tenerlo en sus brazos se sentía como una pesadilla, una que lo hacía revolcarse en el pecado y a pesar de eso, le era imposible abandonarlo. Había enloquecido, estaba a los pies de aquel joven que le miraba con tantas cosas reflejadas en sus ojos, sólo alumbrados por la luz de la luna entrando por la estrecha y alta ventana de la antigua torre casi abandonada, haciéndolos lucir como un par de estrellas dedicadas a su persona. Ambos pares de labios se rozaban con cada vez más rudeza, con tanta necesidad que Taemin sólo quería acunar su delgado cuerpo contra su pecho y mantenerlo ahí por siempre, pero no podía hacerlo.

Irónicamente, la primera vez que tuvo ese instinto se suscitó cuando Chittaphon ni siquiera estaba presente en el palacio. En cambio, los preparativos para su boda dieron inicio y con ello, llegaron los ensayos del evento. Taemin no se involucraba en la preparación, no tenía por qué, ya que todo siempre recaía en sus padres; él aún no tenía ninguna autoridad sobre los más cruciales hitos públicos, y si era completamente honesto, tampoco era algo que le interesara tanto. Mientras tuviera la atención asegurada, todo estaba en orden.

No obstante, su presencia era fundamental durante los ensayos de la ceremonia, por supuesto. Estos se llevaban a cabo en la misma iglesia donde contraería nupcias, un lugar enorme, suntuoso, lleno de decoraciones y figuras de oro puro con incrustaciones de diamantes. La luz del sol entrando por los vitrales hacia juego con tal magnificencia, parecía el verdadero hogar de los arcángeles que adornaban cada esquina de la edificación.

Con todo eso rodeándoles, los reyes de ambos reinos comprometidos eran los únicos oyentes en ese momento, tomando los asientos de la primera fila en las columnas opuestas. El Sacerdote, frente a la joven pareja, indicaba el proceso a seguir ante los ritos, las oraciones, explicando su significado y posteriormente, dando inicio al simulacro.

Para Taemin era sencillo, había memorizado cada paso como si un libreto se tratase. Sonreía hacia su prometida, recibiendo el mismo gesto de vuelta antes de orgullosa y pretenciosamente demostrar que sabía lo que debía hacer, recitando sus votos con decisión. Sin embargo, algo no salió como esperaba.

ㅡLee Taemin, ¿acepta usted a Son Naeun como su legítima esposa, para amarla y respetarla en la salud y la enfermedad, para serle fiel en la alegría y en las penas, para entregarse a ella en cuerpo y alma todos los días de su vida, hasta que la muerte los separe?

Las palabras cayeron más lentamente sobre el raciocinio del Príncipe, quien de un momento a otro borró la curva que decoraba sus labios. Sus ojos permanecían puestos sobre los de la Princesa, quien le observaba atentamente con el mismo gesto entusiasta de siempre mientras sujetaba sus manos. Su cabello contorneaba divinamente sus tersas mejillas, cayendo en cascadas marrones sobre sus hombros descubiertos. Era preciosa, y aún así, la mente de Taemin voló hacia un lugar probablemente muy lejano a donde él se encontraba, regresando incluso en el tiempo, y trayendo a su consciencia una cara muy diferente a la que admiraba en ese instante.

Sobre ese rostro recordaba haber visto más emociones marcadas de las que alguna vez notó en alguien, desde el dolor hasta la dicha, esta última siendo capaz de hacerlo brillar como los vitrales que tenía a su espalda. Al escuchar la pregunta del Sacerdote, sólo logró recordar aquellas facetas del bailarín que tanto le había impactado la noche que decidió escapar del castillo, tenía la absurda añoranza de volver a verlas, conocer otras nuevas, quería verlo a él y la idea comenzó a hacer añicos su interior. No podía pronunciar la simple palabra del simple libreto que le correspondía.

ㅡYo... ㅡtartamudeó un poco, y eso fue el detonante a que todas las miradas en su dirección se descolocaranㅡ. No lo sé...

ㅡ¿No lo sabe? ㅡvisiblemente ofendida, Naeun soltó las manos del Príncipe, alejándose unos cuántos pasos de él.

ㅡNo, quiero decir, sí lo sé ㅡintentó corregir, sólo hundiéndose másㅡ. Se supone que aquí es donde digo que acepto, ¿no?

Fingió desconocer el proceso, por supuesto que no era así. Sabía que el Sacerdote trató de ser condescendiente, si no, estaría mirándole con tanto desconcierto como sus padres, o con tanta vergüenza como sus futuros suegros. No comprendía qué estaba pasándole, no se hacía ni la menor idea, pero su pecho ardía al recordar al joven que le alejó por completo. Era incapaz de concebir el hecho de nunca volver a cruzar palabras con él, pensó en salir corriendo e ir en su búsqueda, pero ya se había puesto muy en ridículo ese día.

Era una primicia, ya que a él le había dejado de importar en esa ocasión su propia imagen, pero era inadmisible dañar la de sus padres. Eran capaces de desterrarlo (si corría suerte) si no cumplía con las normas, era lo único que le mantuvo atado al altar hasta que el ensayo finalizó, de una manera bastante incómoda y silenciosa por parte de las dos familias.

Todos habían notado cómo dudaba frente a su futura esposa, sin embargo, nadie podía saber el motivo.

Criminal [TENMIN]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora