Capitulo 2

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Empezaron a ir hacia donde yo estaba así que me quedé lo más quieta posible para que no me vieran ni me oyeran. Cuando estaban justo a mi lado alguien me agarro por la espalda y me tapó la boca con un trozo de tela. Cogió la bolsa con mis ahorros e intentó arrebatarmela. Forcejeé y conseguí quitarme la mordaza.

-EH! NO TOQUES ESA BOLSA, GILIPOLLAS! - grité.

- Cállate puta! - me susurró el ladrón en el oído- No te muevas o te mato! - en ese momento sacó un cuchillo y me lo puso en el cuello. Presionó un poco y me empezó a salir sangre.

- ¡SUELTAME!- volví a gritar.

De repente una mano nos cogió a mi y a el ladrón y nos tiró en medio del camino. Era uno de los piratas. El ladrón volvió a apretar el cuchillo contra mi cuello y me salió mas sangre. Ya tenía un buen tajo. Se levantó obligándome también a mi a levantarme. Seguía intentando quitarme la bolsa pero yo la agarraba con fuerza.

El chico con el sombrero de paja se acercó y el ladrón gritó:

- No te muevas o le rajo el cuello a la chica!

- No creo que tengas huevos para hacer eso, chaval. - dijo el del pelo verde.

- Que no...? Ahora verás! -respondió el ladrón.

- Venga hombre, no hace falta que nadie salga herido - dijo la chica.

Mientras ellos iban hablando y el ladrón estaba distraído conseguí bajar poco a poco mi mano derecha hasta agarrar mi katana. Hice un movimiento rápido girándome y le partí el cuchillo en dos. El ladrón se quedó parado sin saber qué hacer y los piratas miraban sorprendidos. Todos menos el peliverde, que seguía con una expresión neutral.

-O te vas ya o no caminarás más - le dije susurrando en tono amenazador al ladrón. Éste salió corriendo y guardé mi katana en su funda.

-Gracias por distraerlo - les dije a los piratas. Cogí la bolsa con mis ahorros y me fui en dirección contraria a ellos. Tosí y me toqué el cuello. Aun sangraba bastante.

- Eh, chica - dijo el del sombrero de paja - Cómo te llamas? Estás bien?

- No veo porqué tengo que decírtelo. Ya os he agradecido vuestra ayuda. Y sí, estoy bien - me giré rápidamente hacia el bosque y me fui corriendo antes de que pudieran decir nada más. Cuando ya me había alejado bastante del muelle dejé de correr y me encaminé hacia casa. El cuello seguía sangrando. "Joder, qué mierda", pensé. Durante todo el camino de vuelta tuve la sensación de que había alguien siguiéndome pero, a pesar de que yo caminaba muy silenciosamente, no pude saber si era verdad o solo imaginaciones mías.

Cuando llegué a mi cabaña dejé la katana donde siempre y guardé mis ahorros bajo la cama para más seguridad. Se hacía tarde y el sol empezaba a esconderse detrás del gran acantilado interior. Intenté curarme como pude el cuello con un par de vendas. Cené y me fui a dormir.

Cuando desperté vi que se estaba haciendo de noche. Había dormido un día entero! Comí algo e intenté dormir un poco más pero la herida del cuello me lo impedía. Fui al espejo y me quité las vendas. Tenía muy mala pinta. Estaba supurando y la rojez se había extendido. "Joder, que mierda" pensé. Lo sé, hablo muy mal. Me tumbé otra vez en la cama, mirando hacia arriba. Empezaba a encontrarme fatal, tenía ganas de vomitar y tenía fiebre. Durante la noche no paré de sudar y tuve que correr varias veces hasta el lavabo para vomitar lo poco que había comido. Nunca me había sentido tan mal en mi vida. Empecé a temblar y tuve que taparme con tres mantas a pesar de que estábamos en pleno verano. Por fin conseguí dormirme, aunque no tuve un sueño profundo. Cada dos por tres me despertaba con dolor.

Desde que salió el sol hasta que empezó otra vez a hacerse de noche no pude ni levantarme de la cama. "Joder, al final tendré que ir al pueblo a ver si Misa tiene algo que me haga sentir un poco mejor", pensé. Misa es la camarera del bar del pueblo, sabe mucho de hierbas medicinales. Me levanté lentamente y me puse los zapatos como pude. Agarré una manta y fui caminando hacia el pueblo. En momentos así era un fastidio vivir lejos.

Entré al bar y fui a la barra a hablar con Misa.

- Hola ____. Te veo fatal. Qué te pasa? - preguntó ella. Se puso enfrente de mi, secando un vaso.

- No lo sé. De repente he enfermado. Tengo fiebre y no me encuentro muy bien. Tienes algún tipo de medicina que me pueda servir? - dije.

- Ahora lo miro, siéntate mientras lo voy a buscar - respondió.

- Gracias Misa.

Me senté en una esquina, alejada de todos, y me dediqué a observar qué hacía la gente. Al cabo de un rato los piratas entraron. "Mierda" pensé. Decidí ignorarlos y seguir haciendo lo que estaba haciendo, es decir, nada. Intenté que no me vieran y me tapé la cabeza con la manta. Oí como se sentaban a dos mesas de donde yo estaba y empezaron a hablar de su siguiente viaje. Pasaron los minutos y Misa me trajo un te con hierbas medicinales.

- Esto te bajará un poco la fiebre y espero que te calme el revuelo que tienes en el estómago - me explicó.

- Gracias Misa. Cuanto te debo? - pregunté.

- Tranquila, no te preocupes por eso. Te invito. - contestó Misa.

- Muchas gracias.

Dejé pasar los minutos tomando el te y mirando por la ventana, escondiéndome de los piratas bajo la manta. Oí que se levantaban, ¿cuanto tiempo habría pasado desde que llegaron? Se acercaron a la barra, pagaron y se fueron. Suspiré, por fin se habían ido. De repente, la puerta volvió a abrirse abrirse y los pasos de una persona se acercaron a donde yo estaba. Me puse nerviosa, ¿me habían descubierto? Cada vez estaba mas tensa cuando oí que se paraba una mesa antes de la mía y empezaba a reír con quienes estaban ahí sentados. Me giré y vi que era un hombre del pueblo. Qué alivio. Volví a girarme hacia mi mesa y casi se me cae el te ardiente encima. Unos ojos me miraban fijamente desde el otro lado de mi mesa.

- Hola chica.

Piratas (One Piece)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora