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Morir era extraño. Todo estaba frío, oscuro, borroso inclusive. Durante lo que parecieron horas Amelie había vagado por una habitación completamente negra buscando su final, su salida, algo que la llevara al descanso eterno o lo que fuese que uno hacía después de que su tiempo en el plano de los vivos se terminaba.

Amelie no creía en absolutamente nada, pero estaba lista para poner su fe en algún dios si eso le abría las puertas al cielo o al infierno. Lo único que quería era salir de ese limbo de una vez por todas y aceptar su destino, el cual había sido morir de la manera más estupida en el mundo por haber comido perros calientes en mal estado.

Allí se había ido su oportunidad de ser famosa, de tocar en el Orpheum y demostrarle a todo el mundo –pero más precisamente a su padre– que sus sueños de grandeza no estaban tan lejos de la realidad.

Su padre.

Cuando Amelie pensó en él su corazón dolió tanto como si estuviera muriendo una vez más. Lo había abandonado y nunca había tenido la oportunidad de pedirle perdón y decirle cuanto lo amaba, y ahora jamás la tendría. El viviría con la desgracia de haber perdido a su hija y ella pasaría el resto de sus días en el más allá carcomiéndose por dentro, odiándose a si misma por nunca haber regresado a casa.

Quizás, si su conciencia seguía dando vueltas en un plano astral por el resto de la eternidad, llegaría un día en el que volvería a cruzar caminos con él, y a pesar de que sabía faltaban años para eso estaba decidida a abrazarlo y no soltarlo nunca más. Claro, si es que las almas o lo que fuera que Amelie era en ese momento podían abrazarse.

De pronto una música conocida comenzó a hacerse audible en aquella extraña habitación. Now Or Never, la última canción que Sunset Curve había tocado antes de que su cantante principal muriera trágicamente por mala alimentación, sonaba cada vez más y más fuerte, hasta el punto de ser molesto. Luego el piso se abrió bajo sus pies y cayó al vacío buscando con desesperación algo en lo que aferrarse.

Sus dedos se cerraron sobre lo que parecía ser un brazo, y a pesar de que era bastante tétrica la idea de que un brazo humano había aparecido en el medio de la nada, en parte le brindó confort por el resto de su caída.

Cuando chocó contra el suelo ya no estaba más en aquel limbo oscuro, sino que regresaba al garage donde solían ensayar con su banda. Y a su lado tenía a sus tres amigos.

—¿Que demonios...? —murmuró y se soltó del brazo al ver que era el de Luke.

—¿Ames? —preguntaron al unísono los tres chicos.

Antes de que Amelie pudiera seguir indagando en la explicación lógica de detrás de por qué estaba con sus amigos y de vuelta en su estudio, el chillido de una chica hizo que se sobresaltaran y gritaran ellos también.

La chica que tenían enfrente parecía que acababa de ver un fantasma y salió corriendo despavorida, dejando atrás a cuatro personas quienes no parecían entender para nada la situación en la que se encontraban.

—¿Qué es todo esto? ¿Qué hacen aquí? ¿Están muertos? ¿Por qué están muertos? ¿Por qué no los vi en esa habitación negra?

—Ames, más despacio —la detuvo Reggie.

—Morimos poco después de que tú lo hiciste —la puso al tanto Alex—. Supongo que somos fantasmas ahora.

—Genial, si, que bien, fantasmas, por qué no.

Amelie recorrió el garage y reparó en un piano, el cual no recordaba estuviera alli. Se sentó tras él e intentó abrir la tapa para poder ver las teclas, parecía que nadie lo había tocado en mucho tiempo. Pasó sus dedos por ellas y sintió la urgencia de tocar algo, lo que fuese, pero sus planes se frustraron cuando la misma chica de antes regresó al garage con una cruz en su mano como si fuese a exorcizarlos.

 ✓ SECOND CHANCES ━ julie and the phantoms auDonde viven las historias. Descúbrelo ahora