Capitulo 9: Ladrón

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Contra todo pronóstico, la recepción nupcial recupera su ambiente alegre y descuidado. Todas las armas ocultas se guardan donde deberían estar (con suerte). La música suena de nuevo. Los invitados están bailando. Aquellos que no están saciados de un día entero comiendo y festejando, se sientan casualmente alrededor de la mesa para una cena ligera.

Tokio y Denver todavía se gritan tonterías el uno al otro. O, como exigen ser llamados, Tokyo Drift y Baby Driver. A pesar de sí mismo, Martín se rió varias veces escuchándolos. Y sorprendentemente, muchos de los invitados permanecen absortos en este debate ruidoso, ridículo y apasionado que están teniendo.

Excepto Andrés. Parece estar perdiendo interés en sus historias. Y es lo mejor.

Porque Martín está listo para él ahora.

Cada uno está haciendo lo suyo, y él se aprovecha de su distracción. Aprovecha de esta oportunidad para colarse detrás de su marido y robarlo.

Ni siquiera necesita decir nada. Se vuelve hacia él y, sin decir palabra, lo toma de la mano y lo sigue al interior del palacio.

Se mueven por el pasillo, apresurados y silenciosos. El cambio de atmósfera es inmediato. Algo como chispas en el aire. Cuando encuentra la habitación que buscaba, arrastrando con el a su marido adentro. 

Lenta y cuidadosamente cierra la puerta detrás de ellos y se vuelve hacia él deseando presenciar su reacción.

Pero Andrés aún tiene que ver qué quiere mostrarle. No se ha dado cuenta, ni siquiera ha mirado a su alrededor. Solo lo está mirando, sonriendo ajeno. La intensidad de su mirada casi lo hace temblar.

-¿Ese era tu plan, Martín?-comienza diciendo, burlándose. -¿Conseguirme una habitación vacía para hacer lo que quieras conmigo?-

Lo dice con desdén, como si la idea no le atrajera en absoluto. Como si no fuera él quien camina lentamente hacia él. Un depredador a la caza.

-No, no es por eso que te traje aquí.-le contesta con una sonrisa.

-¿De Verdad?-y luego está sobre Martín, con los labios en el cuello y las manos en su culo. Acercándolo, acariciándolo. Bueno, este no era el plan, en absoluto, pero no va a protestar por eso.

Su boca está tibia y húmeda contra su piel, pero sus manos insisten. Ya se siente desnudo bajo su toque. Y al mismo tiempo, lleva demasiadas capas.

-Podrías haber elegido una habitación con cama.-respira en su piel. -O muebles, al menos.-

Se ríe y débil, muy débilmente, intenta apartarlo.

-Te lo dije Andrés, no es por eso que te traje aquí. Nunca aprecias mis dones.-

Se aparta de eso, y da un paso atrás de su cuerpo que está en llamas. Luego mira a su alrededor y se queda sin aliento en la garganta.

Es posible que la habitación no tenga muebles, pero no está vacía.

Casi le duelen las mejillas por lo amplio que está sonriendo, lleno de alegría, encantado por la expresión de pura conmoción en el rostro del otro. Sus ojos muy abiertos, sus manos temblorosas. Su risa sin aliento.

Se da vuelta en el acto, una, dos veces, antes de encontrar nuevamente con sus ojos.

En cada pared, a su alrededor, hay pinturas. Muchas, muchas pinturas.

-Martín, ¿esas son las Nymphéas? ¿Están los nenúfares de Claude Monet de alguna manera en esta habitación ahora mismo?-

-Bueno, no todas. Hizo más de doscientos de esas, ¿no? Pensé que no se perderían ni una docena más o menos.-

Algo Robado, Algo Azul (Berlín x Palermo)[Traducción]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora