Capítulo cinco: Mi sistema.

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Esto de despertar luego de algún desmayo se estaba volviendo una mala costumbre.

La cabeza me dolía y sentía el cuerpo pesado, como si tuviese plomo fluyendo por mis venas. Mis músculos agarrotados resintieron mi brusco movimiento cuando intenté incorporarme, pero me negué a quejarme. Creo que ya había gritado lo suficiente ayer y estaba seguro de que mi voz saldría de todo menos potente. Joder, temblé incontrolablemente de solo recordar todo el dolor y la angustia por la que pasé ayer. 

Fue ayer, ¿Cierto?

Miré a mi alrededor, percatándome que me hallaba en una de las tantas camillas de hospital formadas en hileras, seguramente alguien me había curado y dejado aquí. Toqué mi pecho algo aturdido, del terrible ardor que atravesó mi cuerpo en la plaza, no quedaba nada.

Miré detenidamente mi cuerpo. Mis manos estaban enteras, las uñas habían vuelto a crecer y la carne en mis brazos estaba en su lugar. Estaba entero, o casi. Algunas cosas nunca cambian, por ejemplo, la falta de dos dedos en mi pie izquierdo. Era desagradable recordar como me había hecho aquello, por lo que preferí centrar mi atención en otra cosa.

¿Qué había pasado? ¿Dónde estaba? ¿Qué me habían hecho?

Muchas preguntas y ninguna respuesta.

Comencé a jugar con mis dedos, se sentían raros. Como si la piel hubiese vuelto a nacer, eran suaves y sensibles al dolor. Lo supe cuando me pellizqué y quedaron rojos a la mínima. Antes estaban llenos de callos y era fácil maniobrar cosas calientes o filosas si lo hacía rápido, pero ahora parecía que con presionar demasiado terminaría por enterrarme las uñas con facilidad.

Era raro, jamás había tenido tanta sensibilidad.

Seguí recorriendo mi cuerpo, tocando e inspeccionando mi piel y el alcance de mi, aparentemente, nuevo umbral del dolor, cuando, de repente, una voz resonó desde lo hondo de mi cabeza.

«Bienvenido anfitrión. ¿Desea configurar su sistema de acuerdo con sus características actuales?»

«Este mensaje es automático y corresponde a las pasadas veinticuatro horas desde que se inició por primera vez»

Miré en todas las direcciones atónito, ¿De dónde provenía esa robótica voz? ¿De mi cabeza? ¿Me había vuelto loco? Tal vez los golpes si me habían afectado.

¿Qué estaba pasando?

«Como verá, anfitrión, debe responder a la primera pregunta para continuar con el inicio. Una vez se haya respondido correctamente, se procederá a explicar su situación»

Pensé seriamente en levantarme y correr a buscar alguna enfermera que me encerrara en psiquiatría o pedir una buena dosis de sedantes porque esto no tenía otra explicación razonable que no fuera el haber perdido la cabeza.

«Mi sistema está configurado para ser capaz de realizar este programa solo en tres oportunidades, así que este sería su último intento. ¿Desea configurar su sistema de acuerdo con sus características actuales?»

Joder, ¿Qué hago? ¿Debería seguirle el juego? Si lo hago, probablemente solo terminaría peor, ejecutado por prevención ante una posible enfermedad contagiosa o, en el mejor de los casos, medicado hasta la médula por hablar completamente solo y arrancarme los pelos a mechonazos, porque eso era lo que estaba haciendo ahora. Estaba nervioso, pero algo me decía que no perdía nada con intentarlo.

De todas formas, no tenía nada mejor que hacer y no sabía lo que me depararía el futuro ahora que parecía no estar en ninguna estancia de mis amos, o al menos no una que conociera. Habían sellos y logos extraños, similares a una balanza y dos lanzas cruzadas en forma de X, así que intuía que la casa Justice tenía algo que ver, pero prefería no hacerme a la idea. No sabía porque y tampoco es como si quisiera aceptarlo, me encontraba feliz en mi ignorancia.

The crack: Mi sistema fracturado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora