Capítulo seis: ¿Soy libre?

128 58 10
                                    

El corazón me latía tan o más rápido que Galesa, aquella yegua que con tanto esmero había cuidado en el establo de Lance cuando era pequeño y que, apenas se enteró los cuidados extra que le brindaba, vendió al matadero más cercano por una par de monedas de cobre. Como si no valiera más.

Sentía que si no me calmaba iba a tener un ataque de pánico, que hiperventilaría y todo se iría a la mierda. Esa mujer, la supuesta enfermera hacía resonar sus finos tacones de aguja mientras contoneaba sus caderas de una forma hipnótica, creyendo que el mundo le pertenecía y que el piso por donde pasaba no era digno de soportar su presencia. Era repugnantemente hermosa, pero de nada le servía ese cuerpo y ese maquillado rostro si no era más que una mascarilla para la predadora que se hallaba dentro.

Era un monstruo. Lo supe en cuanto habló.

– Encuéntrenlo ya de una vez, todavía nos queda otra veintena y aún no hemos terminado ni con la mitad. – detalló sus uñas buscando alguna clase de imperfección, mientras hacía la vista gorda ante el desastre de camillas volcadas por los desesperados hombres. – Cuando mi padre se entere que no cumplieron con su trabajo, desearán no haber nacido. Asquerosos mestizos.

Era repugnante. Una mujer tan asquerosa como las muchas de alta cuna que me miraban con desprecio cada vez que, cuando era pequeño, pasaba por los encargos sencillos a las tiendas que frecuentaban mis amos. Se creían que tenían el derecho de mirarme con asco, de tratarme como a un perro sarnoso y pedían a los guardias que me sacaran a patadas. Esta mujer era igual a ellas, era igual a cualquier amo y la odiaba por ello.

Si esta cosa del sistema servía para algo, tenía que probarlo. Si era como cualquier juego de consola, tenía que poder subir de nivel y si subía de nivel, intuía yo, mi fuerza, velocidad y resistencia aumentarían.

Si seguía así, ¿Sería posible que me volviera más fuerte que los amos?

Sacudí inconscientemente mi cabeza, deshaciendo ideas ridículas. Diablos, ¿Por qué me asaltaban estas dudas existenciales cuando estaba a nada de morir o ser secuestrado a manos de estos sujetos? Si que había quedado estúpido, no era tiempo de pensar más en esto.

Me quedé helado cuando oí el estrepitoso sonido de una de las camas más cercanas al volcarse justo en frente mío. La pequeña corriente que creó ese movimiento hizo ondear las cortinas lo suficiente para permitirme ver las botas lodosas del hombre que, justo ahora, se dirigía hacía mi escondite.

Trague en seco, mientras me aferraba con fuerza a uno de los barrotes tras mí. Si me querían, les daría pelea. No iba de dejarlos llevarme sin oponer resistencia. Lucharía a pesar de estar agotado tanto mental como físicamente.

Apreté los dientes cuando lo oí acercarse y me hice más al fondo debajo de la cama. Me encogí tanto como pude y me preparé para saltarle encima en cuanto me viera. Mi única chance era el factor sorpresa, después de eso, sabía que no tendría escapatoria. Me tenían rodeado y la salida estaba bloqueada por uno de esos hombres que miraba de aquí por allá, buscándome también con la vista.

Ya no tenía nada porque pelear, pero aun así mi cuerpo se negaba a rendirse. Resultaba una ironía teniendo en cuenta que, hasta hace unas cuantas horas, me había entregado a la muerte sin reservas. Era patético, ni para decidir mi muerte era útil.

Justo cuando vi la callosa mano extenderse y sujetar la sábana para levantarla, una estrepitosa alarma contra incendios resonó por todo el edificio. Los aspersores contra incendio se activaron y bañaron al grupo entero en agua, sobresaltándolos y provocando que el hombre en frente mío retrocediera al oír los chillidos indignados de su supuesta dueña. 

Podía sentir como el aire volvía a mis pulmones en cuanto lo sentí retirarse y comprobar como se hallaba la histérica mujer que, encolerizada por haber arruinado su perfecto maquillaje, descargaba su frustración sobre el pobre hombre que casi había dado conmigo.

The crack: Mi sistema fracturado.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora