Capítulo 24

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— ¿Estás seguro? —preguntó la rubia.

— Muy seguro. En la madrugada me desperté y escuché el grito.

— Pero ellos estaban peleados.

— Pues no parecía así hoy en la madrugada cuando escuché a Elizabeth gritar el nombre del Capi en la habitación de él.

— Ban, no deberías de pensar cosas que no son.

— Vamos Elaine, es muy obvio que los dos por fin se dijeron que se amaban y se lo pasaron muy bien anoche.

— Bueno, pero no debemos de comentar nada de eso —el peliblanco rió y abrió la puerta. Vio a Tristán que salía de su habitación y se iba a la de su papá.

— ¿A dónde vas?

— Voy con papá, mi mamá no está en la habitación y... —Ban miró a Elaine que iba levantándose de la cama.

— Tu mamá está con tu papá —dijo Ban.

— De seguro se están poniendo de acuerdo para que pueda ver a mi papá.

— Yo diría que no precisamente están en esa habitación para eso.

— ¡Ban!

— ¿Qué quieres decir tío?

— Lo que tu tío quiere decir es que tus papás están hablando para ver si se pueden quedar aquí.

— ¿De verdad?

— Por supuesto, tienen una reconciliación a lo grande.

— ¡Ban! —él solamente rió.

— Veamos si ya dejaron de hacer a tu hermanito.

— ¿Qué?

— ¡Ban!

Los dos caminaron a la habitación de Meliodas con Elaine atrás que vigilaba a su esposo, no quería que traumara y le quitara la inocencia al hijo de su mejor amiga. Mientras Tristán que iba adelante de los tres reía por lo bajo pues había entendido perfectamente lo que Ban dijo con sus tres indirectas.

Dentro de la habitación se encontraba una pareja durmiendo muy plácidamente estando abrazados. El rubio comenzó a escuchar golpecitos a lo lejos pero decidió no hacer caso, se encontraba muy cómodo como para tener que ir a investigar qué eran esos golpes.

— Capi... ¡Capi!

Meliodas abrió los ojos al reconocer la voz de su mejor amigo. Miró a la mujer que estaba a su lado aún dormida y sonrió al recordar lo que había pasado hace apenas unas horas atrás. Bufó al volver escuchar los llamados de su mejor amigo. 

— ¿Qué quieres? —le contestó un poco molesto.

— Tu hijo quiere entrar, pero veo que estás muy cómodo ¿no?

— ¡Ban! —Meliodas rió al escuchar como Elaine lo regañaba. Escuchó unos susurros y después la pequeña risa de su hijo.

— Papá, voy a entrar.

— ¡No! —gritó despertando a Elizabeth.

— ¿Por qué no puedo entrar? 

— ¿Quién va a entrar? —preguntó adormilada.

— Nuestro hijo —le dijo en susurro. La peliplata se levantó de golpe.

— ¿Entonces puedo entrar?

— Danos cinco minutos, hijo.

— Está bien, mamá.

Los dos se levantaron y se vistieron rápidamente. Elizabeth agradecía profundamente que su hijo no los haya visto así, no quería arruinar la inocencia de su hijo. Meliodas en cambio ya sospechaba que su hijo no era tan inocente como aparentaba, después de todo era su hijo y no se le haría raro que en ese aspecto también se pareciera a él.

¿Te arrepientes?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora