14. Exile

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2

—Raoul.

El rubio levantó la cabeza para ver a Alfred acercándose a él. Bloqueó el móvil y lo dejó en la mesita de al lado, bajando los pies del sofá para que el otro pudiera sentarse.

—Dime.

—Tengo que hablar contigo de una cosa. —dijo Alfred mientras se tocaba el pelo, nervioso.

Raoul se mordió el labio. Sabía que no podían ignorarlo para siempre.

—Yo también, siéntate. —dijo señalando el sitio vacío de su lado.

Alfred le miró extrañado pero se sentó a su lado, dejando un poco de espacio entre los dos.

—Raoul–

—No, déjame empezar a mí.

—¿Qué? —Alfred frunció el ceño.

—Mira Alfred, tú a mí me gustas.

—¿Qué?—el moreno abrió los ojos de par en par. —¿De qué estás hablando?

—De lo que pasó ayer, ¿no? —le miró confundido. —¿No íbamos a hablar de eso?

—¿No? —le seguía mirando sorprendido.

Raoul se quería morir. Sintió como le ardía la cara de la vergüenza y apartó la mirada rápidamente.

—¿Cómo que no? ¿De qué querías hablar entonces?

—De que tienes una entrevista mañana en un programa de televisión.

—¿Qué? —ahora fueron los ojos del rubio los que se abrieron de par en par.

—Lo siento, no me mates. Es que con todo el lío este pues se me pasó y me acabo de dar cuenta y–

—Lo cancelamos.

—No se puede. Raoul, está confirmado desde hace tiempo. Ya lo han estado anunciando esta semana.

—Alfred, que no voy a ir a una puta entrevista.

—Escúchame, no es para tanto. Es una entrevista cortita, con un par de preguntas y luego cantas una canción.

—¿Que tengo que cantar una canción? Ni de coña.

—Raoul.

—No me sé sus canciones. La gente se dará cuenta. Que no.

—Pero te puedo ayudar a aprenderte una para mañana. Ya verás que son fáciles.

—Alfred. —resopló Raoul.

—Va, por favor. —le suplicó el moreno. —Si cancelamos ahora no le volverán a llamar.

—Si en realidad le hago un favor al no ir. El chaval no me cae muy bien pero tampoco quiero que pierda a todos sus fans porque yo meta la pata.

—No meterás la pata, saldrá bien.

—Bueno... —dijo Raoul finalmente. —Pero me tienes que ayudar a preparar respuestas. Y elijo yo la canción.

—¡Sí! —asintió Alfred rápidamente con una sonrisa. —Gracias.

Se abalanzó sobre él para abrazarle y Raoul le rodeó con sus brazos, intentando controlar los latidos de su corazón que se había acelerado al tenerle tan cerca. Se separaron al cabo de unos segundos, ambos evitándose la mirada.

—Lo que has dicho antes... —empezó Alfred, mirando sus dedos, que dibujaban círculos sobre la tela del sofá. —De que te gusto. ¿Era en serio?

DaylightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora