10. Sparks Fly

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Toda la estancia se iluminó con la sonrisa de Aitana, y Nerea tuvo que controlar sus emociones para que no saltaran todos los plomos o se incendiara algún mueble. Sintió como un calorcito le recorría todo el cuerpo y rezó para no estar sonrojándose, o por lo menos para que la otra chica no lo notara.

—Hola. —dijo Aitana entusiasmada, envolviéndola en uno de sus abrazos.

Nerea simplemente sonrió al separarse y cerró la puerta del piso.

—Qué calentito se está aquí dentro. —dijo Aitana, mientras se quitaba la chaqueta. —Tienes la calefacción puesta.

Nerea sintió palidecer por un momento, pero enseguida lo camufló con una sonrisa.

—Sí, es que ya ha empezado a hacer un poco de frío.

En realidad no tenía puesta la calefacción, y esperaba que a Aitana no le diera en ningún momento por tocar algún radiador y descubrir que estaba frío. Lo que Nerea había hecho era un hechizo de calor, sin pensar en ningún momento que cuando viniera Aitana podría preguntar por ello.

La otra chica dejó su chaqueta en un ladito del sofá y se sentó un poco más allá, esperando que Nerea hiciera lo mismo.

—¿Quieres algo de beber o de comer? —le preguntó Nerea.

—No, gracias. Estoy bien.

Entonces Nerea se sentó, acurrucándose con las piernas hacia un lado y girándose para mirar a Aitana.

—¿Qué tal por Madrid? —le preguntó.

—Bien. —asintió. —Ya sabes, de entrevistas y eso. ¿Y tú qué tal por aquí?

—Bien, sin novedad. —se encogió de hombros.

Sin novedad si no contaba que llevaba una semana leyendo un libro mágico ancestral, buscando algún hechizo para que Raoul y ella pudieran volver a sus respectivos mundos, sin éxito, y con dicho rubio llamándola cada día para preguntarle si ya había encontrado algo. A Nerea le dolía que la respuesta fuera no en todas las ocasiones.

—Oye, ¿tú vas a ir a la fiesta de Ago? —le preguntó Aitana.

—No lo sé, supongo. ¿Qué hace al final?

—No me ha quedado claro si es cena, o salir a tomar algo, o las dos cosas... —rio. —Pero me da un poco de palo porque es en Madrid y justo acabo de volver de allí...

—Ya... Deberíamos vivir todos en la misma ciudad. Es una mierda tener que desplazarse tanto.

—Que se vengan ellos a Barcelona entonces. A mí me da mucho palo irme a vivir allí.

—A mí también. —rio.

La verdad es que no se podía imaginar no viviendo en Barcelona. En su mundo siempre había vivido ahí, y aunque sabía que la Nerea de este era distinta y sí que había estado un tiempo viviendo en Madrid por varios proyectos, le daba pena pensar en vivir en otro sitio que no fuera su ciudad natal. Al fin y al cabo, en todas sus vidas, siempre había vivido en Barcelona. Aunque si lo pensaba bien, aquello le hacía sentirse un poco estúpida. Vivir durante siglos en la misma ciudad, cuando había tanto mundo, tantas culturas diferentes por explorar. Se prometió a si misma que cuando arreglara todo aquel embrollo en el que estaba metida se dedicaría a viajar. De la mano de Aitana, a poder ser.

—Me encontré a Miguel en Madrid. —dijo Aitana, haciendo que Nerea volviera a la realidad de golpe.

—¿Ah sí? –preguntó, un poco miedosa.

DaylightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora