4. Untouchable

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—¿Pero cómo va a ser su hermano gemelo, Ago? —exclamó Miriam.

—Podría serlo.

—Sí, claro, y se llama igual que él. De pequeños para diferenciarlos sus padres les llamaban Raoul 1 y Raoul 2. —bromeó.

—No, joder. —Agoney rodó los ojos. —Pero quizá tiene un hermano gemelo que nos está gastando una broma o algo.

—Y en todo el tiempo que hace que conocemos a Raoul no nos ha dicho nada. —levantó una ceja.

—Quizá lo llevan en secreto o algo porque es malo.

—Claro, como el capítulo de Los Simpsons donde Bart tiene un gemelo malo que lo tienen encerrado en el ático.

—Exacto.

—¡Era un capítulo de Halloween! Ni siquiera tiene relevancia en la serie.

—Pues el mes que viene es Halloween. ¡Yo que sé! —alzó los brazos en un gesto de desesperación.

—¿Aún seguís con eso? —ambos se giraron para mirar hacia el sofá, donde el rubio estaba estirado con la cabeza ligeramente levantada y los ojos medio cerrados. —Son como las dos de la mañana, ¿no estáis cansados?

—Lo que no entiendo es cómo puedes estar durmiendo tan tranquilo como si no pasara nada. —le reprochó Agoney.

—Estoy cansado. —se encogió de hombros. —Y tampoco voy a solucionar nada inventándome teorías extrañas. —se giró hacia el otro lado y se acomodó para volverse a dormir. —Y por cierto, no tengo ningún gemelo asesino.

Agoney rodó los ojos mientras soltaba un suspiro.

—Quizá tiene razón. —dijo Miriam. —Deberíamos ir a dormir, que ya estamos delirando.

—No tengo sueño.

—Te estás obsesionando, Ago. Necesitas descansar.

—¿Y cómo no me voy a obsesionar? Mi novio no es mi novio. No sé quién coño es.

—Ya lo sé. —se acercó a él y le cogió la mano. —Pero así no vamos a conseguir nada. Vamos a dormir y mañana lo intentamos solucionar, ¿vale?

El moreno soltó un suspiro, pero finalmente se dejó arrastrar por su amiga hasta la habitación.

—No sé si podré dormir. —confesó Agoney cuando Miriam volvió del baño. —No sé si estamos seguros con él en casa.

—Si está durmiendo.

—O lo hace ver. Quizá es algún tipo de plan.

—Venga, Ago. —soltó una pequeña carcajada. —Si puedo oír sus ronquidos desde aquí.

—Tal vez está esperando a que estemos vulnerables para atacar. —dijo mientras se quitaba los pantalones. —Si nos mata será tu culpa.

—Vale. —la de rizos rodó los ojos mientras se metía en la cama. —Dejaré que tu fantasma me atormente por el resto de los tiempos.

—No te rías de mí, gilipollas. —protestó Agoney mientras se tapaba con las sábanas.

—Anda, ven, que te abrazo.

El moreno no dijo nada, simplemente se acercó a ella y se dejó envolver por los brazos de su amiga, sintiéndose más seguro de lo que se había sentido en todo el día. Y no se lo confesaría nunca, pero estando a su lado, siempre tenía la sensación de que no podía pasarle nada malo. Lo había sentido así desde el principio, desde la primera vez que Miriam lo estrujó en uno de sus abrazos.

DaylightDonde viven las historias. Descúbrelo ahora