CAPITULO I

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De nuevo estas en ese lugar oscuro y pequeño, de nuevo escuchas las bombas y los disparos arriba de ti, de nuevo lloras sin tener a nadie que te consuele. Eran raras las veces de que no soñabas con esos días, más bien eran pesadillas, sales de la cama con el ánimo por los suelos, escuchas a tus padres llamarte para que vayas a desayunar. No te gustan las rutinas, te recuerdan a ese lugar, abres las cortinas y permites que el sol entre por la ventana. Decepcionada miras lo que hay más allá. Siempre es el miso paisaje pobre, sin vida y deseas con todas tus fuerzas que ojalá las cosas sean diferentes, que sean como antes, como decía la abuela.

Cuando entras a la cocina, tus padres están sentados desayunando en la mesa que odias, evitas hacer una mueca porque a tu madre le parece estúpido el odio hacia una mesa, ella no sabe lo que te pasó ahí.

-Tu padre y yo vamos a estar ocupados en la tarde, así que no te podremos ir a recoger- Te acercas al mesón, hasta donde se encuentra tu desayuno, eso también es monótono, solo es un poco de pan y huevo de las gallinas del patio, con un jugo de naranja, cosechadas por tu madre. En esta era, tienes que producir tu propia comida, tu abuela contaba historias y decía que antes se iba a lugares grandes donde se almacena la comida y pagabas por ella, hoy solo se paga por el agua.

-Ya les dije que no es necesario que me recojan, nos vemos en la noche- tomaste de la mesa el pan y saliste de la casa rápidamente antes de que tus padre de dijeran otra cosa. Las calles estaban solas, solo veías a adultos irse a trabajar o niños ir a la escuela. La mayoría de las personas trabajaban en la empresa Beyond, una empresa a nivel mundial que se encarga de todas las redes inalámbricas de los continentes y que además, es la única que puede capturar y controlar a los nucleares.

En la polis donde vives, solo hay dos escuelas, una para niños de siete a doce años y la otra de trece a diecisiete, son muy estrictos en lo que a la edad respecta, has visto como niños que se pasan de la edad requerida son enviados a los palacios a trabajar para los nobles, recuerdas que tu padre te dijo que eso pasa en esta polis, en otras no tienen en cuenta la edad.

La escuela antes era una prisión, siempre te ha causado risa el hecho de que para ti sigue siendo una prisión, es la única a instalación lo suficientemente grande para albergar a tantas personas y de igual manera segura para protegernos de los nucleares cuando estos deciden atacar las polis. La mayoría de las cosas que enseñan tienen que ver con aspectos en los que puedas trabajar en Beyond o para lo que les seas útiles a los nobles, hace un año te presionaron a escoger un aspecto, ese al cual te vas a dedicar toda la vida. Escogiste la botánica, porque tu madre se dedica a eso y sabes un poco, no escogiste lo de tu papá porque no te gusta mucho el manejo de las tecnologías, es más, se podría decir que te asusta.

El salón de botánica está en el patio de la prisión, es todo de vidrio y tiene muchas plantas dentro de él, al igual que algunas sillas para que te puedas sentar juntos con tus compañeros, tienes diez contándote a ti, a muy pocos les interesa ensuciar las manos de tierra y barro, patético a tu opinión, de allí salen los alimentos que se comen a diario. Te acercas a paso lento a tu maseta, esta contiene varias platas que has cuidado desde que inició la docena, te decepcionas al ver que la planta de rosas está muerta, es la tercera que plantas y la tercera que muere, tal vez no eres buena para plantar rosas o simplemente no eres buena para nada.

-A ellas les gusta un clima cálido, aquí no van a crecer- Te asustas cuando escuchas la voz detrás de ti y te giras para ver a quien le pertenece, no es ninguno de tus compañeros, de hecho, nunca lo habías visto por la polis. Es más alto que tú y su contextura es gruesa, su piel es más oscura, definitivamente no era de esta poli en la que el sol sale solo unos cuantos dial en la docena. Su ropa se te hizo muy extraña, era toda negra, no portaba ningún otro color y en su mano portaba una argolla con una piedra encima, te preguntaste si estaba conviviendo con alguien más, solo las personas que convivían las tenían, como tus padres.

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