Capítulo 34

74 18 4
                                    

Adán


Se ha hecho el silencio. Ha colgado. Me ha dejado, así, sin más. No ha querido ni escucharme, cuando él fue el que me advirtió de que no me fiara de André, coge y cree en lo que le ha dicho sin darme oportunidad alguna de defenderme.

Me quedo en la cama, sentado, con las lágrimas cayendo sin control. No sé qué ha pasado, ni cómo se ha jodido todo de este modo, pero el plan de André ha funcionado.

Se hace de día. Me quedé dormido tras una noche de quedarme en la habitación sin cenar, sin dar señales de vida. He tenido que salir para desayunar, porque tengo que ir a trabajar, pero no me apetece, y menos si André está cerca.

—¿Va todo bien? —me pregunta Ainhoa.

—Sí; he dormido mal —respondo, intentando sonar sincero, pero es imposible.

—Te podrías haber venido a tomar algo si no podías dormir —prosigue amable—. André nos llevó a un...

—Lo siento, pero... me duele la cabeza —interrumpo, odiando oír el nombre de ese desgraciado que me ha jodido.

Me alejo y salgo del hotel; necesito tomar el aire.

—¿Vas a volver a mentirme? —Oigo a mis espaldas.

Tras un respingo, me giro y veo a André, que sonríe contento, como si hubiera ganado una batalla.

—Tú... eres un... —No salen las palabras—. ¿Por qué? —No sé ni cómo sentirme, si enfadado, triste, decepcionado, traicionado, quizá todo a la vez...

—No voy a dejar que te veas con un tío de su nivel.

—¿De qué hablas?

Se acerca y me mira con frialdad.

—Sólo es un puto.

—¡No! —espeto, apartándome y fulminándolo con la mirada.

—¿Tan bajo piensas caer?

—Déjame en paz. —Vuelvo a entrar, dejándolo atrás.

Lo esquivo durante dos semanas después de eso, o es que él me deja espacio. Me da igual mientras pueda estar tranquilo.

Estos días, sólo he hablado con Fran, pero no le conté nada de Mikhail; le he ido diciendo que hablamos poco porque tengo mucho curro y ya. Soy tan idiota...

Todas las noches las he pasado en la habitación, rechazando las invitaciones de mis compañeros para salir de fiesta. Saben que me pasa algo, pero me he vuelto a encerrar en mí. ¿Cómo he podido perder el amor antes de tenerlo?

Alguien llama a la puerta. Es de noche, y pensaba que todos estarían de parranda.

—¿Qué coño haces aquí? —pregunto con disgusto cuando abro y veo a André.

—Vengo a hacer las paces. —Levanta las manos y veo que trae una botella de vino muy caro y un par de copas.

—No tengo ganas.

—Quiero hablar contigo. Creo que debo aclararte algunas cosas.

No es que me apetezca, pero quizá, si obtengo respuestas, las ganas de partirle la cara se me pasen o acabe por pegarle y me sienta mejor.

—Pasa.

André entra, cierra tras de sí y me sigue hasta el centro de la habitación. Me quedo de pie, apoyado en la cómoda. Él deja el vino y las copas en la pequeña mesa para dos que hay en una esquina, cerca de la puerta del pequeño balcón.

La tentación de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora