Capítulo 46

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Adán


Estoy emocionado de poder presentar a Mikhail como mi novio oficialmente; sé que los chicos están algo inquietos, porque rompí con él antes de empezar a salir, pero todo se ha ido aclarando con ellos —Fran ha sido el intermediario—, más o menos, porque aún tengo que contarles todo con más profundidad.

En el ascensor, miro a Mikhail, que parece distraído, seguramente está preocupado, ya que sigue temiendo por una reacción negativa de los «tres mosqueteros». Aprieto la mano que envuelve la suya, y logro que me mire y me sonría; «Me gusta tanto su sonrisa...», pienso alegre por poder disfrutarla.

Llegamos al apartamento de Fran, el cual nos abre con una sonrisa amplia. Me abraza con fuerza y me dice con cariño:

—Tenía muchas ganas de verte. Te hemos echado mucho de menos.

—Y yo —murmuro, sintiéndome feliz pero decaído al mismo tiempo; todo lo que he pasado, y estoy pasando, les afecta a ellos, y es algo que desearía evitar, porque no quiero hacerles infelices.

Cuando logra separarse, mira a Mikhail con más seriedad.

—No creí que vendrías —comenta, tendiéndole la mano.

—Si Adán me lo pide, no puedo negarme —responde cordial, aceptando el gesto.

—Así suena a que te he obligado —apunto, fingiendo disgusto.

Ambos sonríen.

—Se podría decir que lo has hecho —indica Mikhail divertido.

—¿A sí? ¿Y eso? —pregunto sin entenderlo.

—Por el simple hecho de pedirme que viniera —explica—, porque no puedo negarme a nada para hacerte feliz. —Me guiña un ojo y hace que mi pulso se dispare.

—Anda, entrad —nos invita Fran, que ríe negando con la cabeza.

Al llegar al salón, vemos a Yago y José. Sus respectivas parejas no han venido, y me extraña, así que me siento raro por estar con la mía.

Ambos me saludan con mucho cariño. Me abrazan y preguntan por mi estado de ánimo, de salud y por si necesito algo, y se ofrecen a lo que sea que necesite. No puedo quererlos más...

—¿Dónde habéis dejado a las chicas? —pregunto, sintiendo que hay una razón por la cual Fran preguntó si Mikhail vendría a cenar, pero luego no hay más parejas presentes.

—No las hemos invitado —apunta Fran, que parece más serio.

—Ahora me siento acorralado —masculla Mikhail, que se percata de la encerrona.

—Vamos, chicos... —me quejo molesto, pero les entiendo; querían conocer a Mikhail y saber lo que había ocurrido con él delante.

—Es lo que hay —espeta José serio; normalmente, es el estado que muestra cuando nos protege—. Si vas a estar con él, después de todo lo que has pasado, quiero conocerle bien, sin excusas, sin mentiras...

—Só-sólo queremos ver que todo está yendo mejor —comenta Yago más cohibido, menos a la defensiva, pero igual de preocupado.

Suspiro resignado. Mientras estuve en París, Lola y Fran hablaron de mi estado, por lo que le conté todo a él, que luego se lo contó a Yago y José. Después de que Mikhail se presentara en lugar de Fran en mi casa, ya me imaginé que ellos dos también habían tenido una buena charla. Deduje que, entre lo que le contó Lola y lo que pudo hablar con Mikhail, los tres ya tenían suficientes datos para ver que las cosas se habían torcido mucho en muy poco tiempo, y por ello mostraban gran preocupación.

La tentación de AdánDonde viven las historias. Descúbrelo ahora