XXIII

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No les dieron tiempo de dar explicaciones.

La policía arrestó a los ocho chicos y a los tres ninjas y los llevaron a la central de policía. Interrogaron a todos por separado, pero se negaron a hablar y no les podían hacer nada a la mayoría porque eran menores de edad y huérfanos, además de los otros ni siquiera encontraron registros de su existencia.

Al final, arrastraron a todos a una gran sala blanca, donde había una silla para cada quien, dos oficiales los hicieron tomar asiento, luego salieron y cerraron la puerta tras de ellos.

—¿Alguien dijo algo? —preguntó Kakuzo, casi en tono de broma.

—Me sorprende que te estés divirtiendo en esta situación. —comentó Nagato.

—No es eso, todavía siento la adrenalina de hace unas horas —respondió en un suspiro el moreno—, creo que ya anocheció. 

—Sí, en definitiva es de noche. —dijo Kakashi, mirando al techo, como esperando ver el cielo.

Obito miró a su compañero y suspiró, los chicos les dijeron que no opusieran resistencia, que solo les traería más problemas. No le agradó la idea, pero les hizo caso, como resultado, ahora estaba desarmados y habían perdido su oportunidad de terminar con ese problema.

—Respondiendo a tu pregunta Kakuzo, yo no dije nada. —comentó Sasori, recargó su cabeza en el hombro de Deidara y entrecerró los ojos, haciendo sonrojar al rubio.

Los demás asintieron, nadie había dicho nada.

—¿Creen que debimos decirles? —preguntó Deidara.

—Tal vez, debieron ver algo de lo que pasó. —murmuró Hidan.

—Eso no garantiza nada para nosotros. —replicó Yahiko.

Kisame se había sentado a un lado de Itachi y observó que este tenía la quemadura vendada, por otro lado, su rostro lucía cansado y a su vez, sus ojos estaban perdidos, mirando el vacío. Aquel encuentro lo dañó más allá de lo físico.

Todos se quedaron callados hasta que escucharon la puerta abrirse, entró un hombre, quien vestía un traje negro, pero llevaba un arma en su cinturón, por la placa que llevaba orgullosamente en el pecho, Kisame notó que se trataba de un tal Yoshida, probablemente el padre del chico que le contó sobre los casos.

—Soy el detective Yoshida —se presentó, Itachi reaccionó a ese nombre y miró con detenimiento al hombre, era algo alto, de cabello castaño, sin duda el hombre al que siguió aquella vez, se veía algo cansado y tenía ojeras—. Me enteré que uno de ustedes es el principal sospechoso de mi caso —miró unos papeles y miró a Itachi—, tú, ven conmigo y no intentes nada o te disparo. —amenazó dando unas palmadas al arma que descansaba en su funda. Kisame sonrió internamente por esto, ahora esas amenazas parecían juegos de niños.

El ninja se paró algo dudoso y salió seguido del detective, ante las miradas expectantes de los demás miembros del grupo. Ambos caminaron hasta una sala pequeña, dentro había un vidrio y detrás de él detecto a unas personas, como en la otra sala. Pensó que si querían sorprenderlo debían hacerlo mejor.

En el medio había una mesa con dos sillas, Itachi se sentó en la que lo dejaba verse en el espejo y el detective se sentó en la otra.

—Empecemos con algo simple, ¿cuál es tu nombre? —aparentaba ser amenazante y ciertamente se veía molesto y estresado. No causó nada en Itachi, seguía tan tranquilo como siempre, pero pensó que esa era su oportunidad de sacar a todos de ahí.

—Itachi Uchiha. —respondió, el detective sacó una libreta y un lápiz y comenzó a escribir.

—¿Edad?

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