XXX

176 18 14
                                    

Era ahora o nunca.

Itachi iba delante, seguido de sus compañero ninja, quienes mantenían a Akiro a raya. Cuando finalmente lo vieron, estaba peor que como estaba hace apenas media hora, su rostro ya no se veía tranquilo, ahora era como si estuviera totalmente desquiciado, algunas de sus venas estaban muy marcadas y se ponían entre negro y amarillo brillante.

No tenían idea de lo que le estaba pasando, pero no podían dudar de nada ahora, separarían a esos tres, costara lo que costara.

Tan pronto como pusieron sus pies en la tierra, Itachi se hizo una herida en el dedo y dibujó una línea de sangre como los demás, tomando su puesto. Mientras, Kakashi y Obito seguían distrayendo esa cosa, pero tan pronto se puso en medio, ambos ninja imitaron al otro y dibujaron la línea con sangre lo más rápido que pudieron.

—¡Tontos, conquistaré! —decía con voz triunfante y una gran sonrisa, pero después, de la nada, su semblante cambió, ahora lucía furioso—. ¡Me vengaré, los mataré!

Se quedó en medio del círculo, sin saber lo que sucedía a su alrededor. 

—¡Ahora! —gritó Obito y comenzaron a hacer los sellos de liberación, Kisame pensó que tenían razón, con la sangre era más fácil, no entendía por qué no lo habían hecho antes.

Cuando terminaron de hacer lo sellos, que milagrosamente habían hecho bien por segunda vez, Akiro se quedó completamente quieto y dejó de hablar, sus ojos se pusieron blancos y poco a poco se fueron separando Ying y Yang.

—Tan pronto se despeguen debemos comenzar el sellado en el pozo, ¿entendido? —anunció Kakashi.

—¡Sí! —gritaron al unísono los chicos.

Kisame sintió como si el tiempo se detuviera, veía a cámara lenta como se despegaban Ying y Yang, cada parte volviendo a sus formas originales. Una gota de sudor cayó por su frente, no despegaba sus ojos de Akiro, ni siquiera parpadeaba, cuando finalmente se separaron Ying y Yang, vio caer lentamente el cuerpo de Akiro y cuando tocó el suelo...

—¡YA! —gritó Itachi.

Aún con manos temblorosas, Kisame comenzó a hacer los sellos, eran más que los de liberación y además debían ser mucho más rápidos. Afortunadamente, de algún modo lo estaba logrando, debía hacerlo. Por sus amigos, por su futuro y por Itachi.

Pasó un minuto entero, que se sintió como la eternidad para todos los presentes.

Desgraciadamente, los dioses no se quedaron quietos a esperar ser encerrados de nuevo, Yang lanzó un aliento helado a Kisame, lo cual provocó que la pierna se le envolviera en hielo, tuvo mucho frío pero dejó de sentir la pierna después de unos segundo. Aun sabiendo que eso no significaba nada bueno, siguió haciendo los sello. Solo quedaba unos pocos.

Se dijo a sí mismo que debía resistir, aun cuando su vista se nublaba y sentía que perdía el equilibro.

—¡Resiste, Kisame-san! —gritó Itachi, mirándolo preocupado.

Hizo todo lo posible para mantenerse de pie, no les fallaría, no fracasaría, antes de darse cuenta ya habían hecho todos lo sellos.

El pozo, antes un poco desgastado y roto, se reconstruyó con una gran luz blanca, la cual pareció cobrar vida y, como si de un látigo se tratara, atrapó a Ying y Yang y los metió dentro del pozo, ambos dioses intentaron resistirse, pero la luz fue demasiado para ellos.

Desaparecieron.

Al rededor del pozo se formó un círculo de color rojo lleno de símbolos.

Los símbolos brillaron por unos segundos y luego, poco a poco, se apagaron. 

EncounterDonde viven las historias. Descúbrelo ahora