Capítulo 10

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EVIE
Estuve de regreso en mi hogar cuando ya había caído la tarde pero no encontré a nadie en la casa. Una de las doncellas me contó como mi padre salió tan iracundo que mi madre y Mae perseguirlo para que no cometería una barbaridad. Me encerré en mi habitación y leí el artículo en la sección de escándalos, donde se hablaba sobre la escenita que montaron Maeve y Alejandro en Hyde Park.

“¿Por qué no me sorprende?” –pensé, tragándome mi rabia.

Era obvio lo que sucedería a continuación. Ellos se comprometerían, aunque me doliera y sintiera celos debía aceptar que no podría hacer nada. Sé que Alejandro me quería pero no de la manera que yo esperaba. Él ha amado con tanto fervor a Maeve desde que éramos unos niños; y por eso mismo no debió ilusionarme con un futuro que nunca tendría cabida e ir por mi hermana desde un principio. 

“Debieron hacerlo hace  mucho pero yo siempre estaba en el medio siendo el juguete sin afectos de Alejandro” –dolía era como un sentimiento aplastándome el corazón. Ellos iban a estar juntos toda la vida y no podía hacer nada.

Ya suficiente daño y estoy cansada de luchar una guerra que estuvo perdida desde el principio”. –pensé desilusionada.

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Nadie se molestó en decirme lo que sucedió ayer y yo tampoco pregunté, era mejor vivir en la ignorancia frente a ellos. Notaba como mi hermana estaba más contenta casi risueña, Maeve seguía sin hablarme y yo sin disculparme. En el pasado había mantenido  mis frustraciones ocultas bajo una máscara de tranquilidad pero ahora necesitaba con quien desahogarme porque sentía que moriría si seguía callando.

El carruaje del duque di Santi había venido a recogerme puntual a la misma hora de ayer y a mitad de camino le ordené al cochero detenerse.

—¿Qué sucede miladi? —preguntó confundido cuando me vio asomar mi cabeza por la ventanilla del coche.

—Tomaremos una desviación, necesito que me lleve a un lugar señor.

—¡Pero miladi tengo ordenes de su excelencia…

—Nadie lo culpará a usted. Por favor señor,  yo asumiré toda la responsabilidad. —después de un pequeña discusión que me costó mi mejor pulsera de oro, el cochero cedió y le dije que siguiera derecho en dirección a la residencia de Diana.

Hacia tanto que no veía a mi amiga, lo último que supe de ella es que ya había tenido a su primer bebe; una niña a la que nombró Beatrice.  Cuando el carruaje se detuvo frente a la gran residencia, me bajé de el.

—No tardaré señor.

—Miladi, su excelencia el duque se molestará por la tardanza. —fruncí mi ceño.

—Si lo hace me haré responsable de mis actos así que por favor solo espere aquí —seguí mi camino, atravesé la reja de entrada y luego golpeé la puerta de la residencia, una doncella me recibió.

—Busco a lady Diana ¿se encuentra en casa? —la muchacha asintió.

—Ya informaré a lady Perkins de su llegada, miladi —esperé con paciencia y luego la doncella regresó para guiarme hacia el saloncito privado donde se encontraba mi antigua amiga.

Cuando miré a Diana por primera vez en meses: lucia tan feliz mientras sostenía en sus brazos a una hermosa bebe de cabellos oscuros y grandes ojos pardos. Diana me observó con tranquilidad y yo me acerqué temerosa.

—Tu bebé es muy hermosa. —comenté con un tono nervioso.

—¿A qué viniste Evie? —preguntó directa.

©TODO POR AMOR. Trilogía: Amores Verdaderos 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora