Una extraña aventura

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Nuestra historia tiene sus inicios en un agujero en el suelo en el cual vivía un hobbit. No un agujero húmedo, sucio, repugnante con restos de gusanos y olor a fango, ni tampoco un agujero seco, desnudo y arenoso, sin nada en que sentarse o que comer: era un agujero-hobbit, y eso significa comodidad.

Una mañana, que por cierto era muy bonita, nuestro hobbit cumplía su rutina diaria, tomó una ducha, tomó un abundante desayuno y salió a su pequeño y cómodo jardín a fumar de su larga pipa de madera.

Mientras fumaba, lanzaba anillos de humo bien hechos, con los ojos cerrados. Hasta que un hombre más alto que nuestro hobbit se paró frente al hobbit, el hombre vestía unas ropas grises y un sombrero grande en punta color azul grisáceo; al ponerse en frente de nuestro hobbit creo una mariposa de humo, la cual voló hasta chocar en el rostro del hobbit, el cual tosió un momento y despertó de sus pensamientos.

-¡Buenos días!- dijo Bilbo y eso era exacta mente lo que quería decir.

-¿Qué quieres decir? -preguntó- ¿Me deseas un buen día, o quieres decir que es un buen día, lo quiera yo o no; o que hoy te sientes bien; o que es un día en que conviene ser bueno?

-Todo eso a la vez- dijo Bilbo un tanto confundido.

Ambos se quedaron en silencio por un momento hasta que Bilbo dijo:

-¿Puedo ayudarle?-mirando extrañado a aquel anciano.

-Eso está por verse, busco a alguien con quien compartir una aventura.

-¿Una aventura?-dijo Bilbo extrañado poniéndose de pie- en estos lugares somos gente sencilla y tranquila, no estamos acostumbrados a las aventuras. ¡Cosas desagradables, molestas e incomodas que retrasan la cena! Aun no me explico porque atraen a la gente...- el hobbit se acercó a su pequeño buzón y recogió unas cartas que estaban dentro, las veía incomodo ya que aquel hombre seguía parado frente a él-¡Buenos días!-dijo Bilbo dando la vuelta para entrar a su agujero-hobbit.

-Quien diría que un hijo de Belladonna Tuk me despacharía con un buenos días, como si fuese vendiendo botones puerta por puerta.

-¿Que dices?-dijo Bilbo dando la vuelta hacia aquel hombre.

-Has cambiado y no para bien Bilbo Bolsón- dijo el anciano apoyado en su bastón.

-¿Lo conozco?

-Claro que si me conoces, ¡Yo soy Gandalf, y Gandalf soy yo!

-¿No eres el mago errante que dio al viejo Tuk un par de botones mágicos que se abrochaban solos y que fabricaba aquellos fuegos artificiales tan maravillosos que el viejo Tuk lanzaba los solsticios de verano?- Bilbo río un poco, afino su garganta y siguió hablando con un tono serio- ¿Aun sigues activo?

-¿Como que si no lo iba a estar?-dijo el mago un poco molesto- me complace ver que aun recuerdas algo de mí, aunque solo sean mis fuegos artificiales-de repente el mago cambio a tener una expresión en su rostro un tanto feliz y dijo:- Sí, está decidido, eso será muy bueno para ti y muy divertido para mí, le informare a los demás.- justo cuando el mago iba a emprender camino, Bilbo dijo de momento un tanto exaltado.

-¡No, no, no, no queremos ninguna aventura aquí, ni hoy, ni nunca, le sugiero que valla a intentar suerte más allá de la colina... ahmm... buenos días! Bilbo se dio la vuelta y casi corriendo entro a su agujero poniéndole pasador a la puerta circular de la entrada.

Escucho un ruido como si alguien hiciera unas líneas con algún metal sobre la puerta, se acercó a la pequeña ventana, mientras intentaba ver que ocurría de repente Gandalf se acercó a la ventana haciendo que Bilbo diera un salto de susto; se escondió tras una pared lo más rápido que pudo, se dirigió a otra ventana que apuntaba a la misma dirección y vio que Gandalf se marchaba, Bilbo se quedó con muchas dudas, paso el tiempo hasta que el manto de la noche llego.

Una nueva integrante (El Hobbit)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora