11. ¿𝑆𝑜𝑛 𝑐𝑒𝑙𝑜𝑠 𝑒𝑠𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑣𝑒𝑜?

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Anne.

¿Alguna vez has querido has llegado a odiar tanto a una persona que todos tus sentidos se nublen y lo único que quieras hacer es golpearlo con la silla?

Yo sí.

Y tenía dos personas en mente que me estaban fastidiando el día. Gilbert, y el viejo chocho que tengo delante.

Empecemos, el primero es Gilbert. ¿Por que es Gilbert? Pues por que el muy inútil renegó sentimientos hacia mi, pero sin embargo, cuando se acerca, le viene como anillo al dedo besarme sin previo aviso.

¿Y que es lo que se ganó el solito?

Un puñetazo.

Quisiera darle una bofetada, pero te juro que el golpe me salió solo. Aún así no me arrepiento. Y de todas maneras me hace gracia como algunas personas lo miran con compasión al ver su morado en el ojo. Ni si quiera pude tapárselo con maquillaje.

Ah, si, el viejo chocho.

Me está dando un discurso de economía, eso sin sobresaltar los elogios que me echaba. Era un pelota, y lo peor es que nadie venía a rescatarme de esa tortura.

—...tienes que dejar ver a los clientes que estás experimentado en esto. Las grandes empresas no te tomarán en serio si no haces eso.—¿Y a mi que me importa, viejo chocho?—Pero bueno, tampoco es que te haga falta, eres una mujer muy bella y puedes tener a cualquier hombre a tu alcance.

Yo río falsamente y miro a Gilbert, que habla animadamente con una camarera. Una extraña sensación me invade al ver que no para de sonreírle, ¿No le duele?

En mi visión aparece la mano del viejo chocho chasqueando los dedos, me giró y lo veo de nuevo.

« ¡Oh, náuseas, venid a mí! »

—Vaya, parece que estás enamorada.—Suelta socarrón mirando a Gilbert,—Pero, no parece que el bueno... Sienta lo mismo.

« ¿Auch? »

Noto una mano en mi hombro, y veo a Moody cogido de la mano de Ruby con una sonrisa,—Tenemos que irnos, para... Ya sabes qué.

Yo asiento y me giro hacia el viejo chocho,—Bueno... Me tengo que ir, ya nos veremos...

—Un gusto señorita.—Dice besando mi mano, y dios, que asco, ¿la dentadura se la cae o es que babea de por sí?

Me giro caminando con Ruby y Moody y me limpio el dorso de la mano con el costado del vestido. Moody me mira de reojo divertido,—Oye... ¿No sabes por que Gilbert tiene un ojo morado, no?

—Que va~, seguro que se metió una leche o se fue a una pelea, pero no conmigo, sabes, por que yo soy una santa.—Digo pestañeando rápidamente para que no se note mi nerviosismo.

El iba a hablar pero Ruby lo empujó hacia delante con ella dándome una mirada cómplice, que yo devolví con una sonrisa. No quería problemas de nada, sólo quería saber quienes eran los malhechores e irme para mi preciosa camita.

Fuimos hacia una puerta de metal en la trastienda, y dentro nos encontramos a todo los chicos, con otros vestidos de negro mirándonos expectantes.

Entre ellos Gilbert, que se mostraba feliz, pero no nos miraba a nosotros, miraba a la pared. Parecía embobado.

« Parece un adolescente enamorado... »

Bueno, pues por mi mejor, así ya no me besará más.

Nos colocamos en un círculo, y uno de los hombres abrió una puerta parecida a la de un garaje que daba a un callejón lleno de personas durmiendo en la calle,—que me imagino que no tendrían para vivir,—miramos con extrañeza el sitio, y yo con un poco de lástima, y después a los hombres de negro.

—¿Para que nos enseña eso?—Pregunta Ruby confundida.

Un hombre suelta una carcajada amarga y se va tras una puerta, escuchándose de fondo los carraspeos de los otros y sonidos de metales chocando.

Noto una mano en mi brazo y me giro, y me encuentro a la persona que menos quería ver.

A Gilbert, con un ojo más morado que el chocolate Milka.

Me levanta una ceja extrañado,—¿Tú sabes por qu...?

Su pregunta se queda en el aire al yo sacar el brazo y hablar,—Pregúntale a tu nueva novia.—Contestó por inercia mientras me voy al lado de Billy, que me mira socarrón al ver la escena.

—¿Son celos eso que veo?

Yo lo miro cabreada. No estoy celosa. Le doy un codazo amistoso que le causa una risita,—Ni de coña.

Y antes de que pueda responder, el hombre de antes sale de la puerta con unas pistolas. Me entra un escalofrío al ver que son una para cada uno, y se las va entregando a cada miembro del grupo como si fueran caramelos. Y tan tranquilo.

Me da la mía. Una pistola llama de 380, 9mm. Y aun que parezca un trozo de plástico y hierro te juro que me ha amenazado más de lo que alguien haya conseguido en toda mi vida.

—Tenéis que matar a uno.

Mis pulmones parecen colapsarse al escuchar eso. ¿No tendrán una vida de mierda esta gente como para que aun encima los matemos?

—No.—Digo enfadada, ignorando el cabreo del hombre.

—¿Por que? Eso es lo que hacen las personas como nosotros, ¿O te da miedo, princesa?—Suelta con arrogancia, y los otros ríen como si fuera el mejor chiste del mundo.

—No, pero es injusto quitarle la vida a alguien inocente por que si, ¿O es que te da miedo asumirlo, princeso?

—No me toques los huevos.

—Ya quisieras.

Nos quedamos mirando fijamente, haciendo un duelo de miradas del que solo nos entendemos nosotros. Al final, acaba apartando la mirada con pesadez y suspira hastiado.—Vale. Haced lo que os de la puta gana, gilipollas.

—Más respeto, simio.—Dice Diana cabreada, con una mirada de desprecio.

El hombre parece cabrearse tanto que sin control sobre su cuerpo dispara a uno de los vagabundos, y gracias a lo que pude rezar,—aun que sea atea—en las milésimas de segundo en las que apretó el gatillo, el hombre pudo esquivar y salir corriendo.

Pero había un problema, no todos habían salido ilesos.

Un pequeño cachorro de pastor alemán se entremecía en el suelo. Del agujero de su pata salían grandes chorros de sangre. Y ahí me di cuenta de que era yo la que no tenía el control.

Disparé al hombre justo en el mismo sitio en el que lo había hecho con el animal. Y antes de que los demás pudiesen decir nada agregué,—Primera cosa; Ahí tienes la prueba de que no somos policías. Segunda cosa; Vuelve a hacer eso por un cabreo de mierda tuyo y vas a tener un grave problema conmigo.

Corrí hacia el perro, y con algunos periódicos y papeles de la calle le envolví la pata. Pareció mostrarme los dientes para que no me acercase, así que le ofrecí mi mano para que la oliera y no tuviese miedo. El accedió y yo sonreí satisfecha mientras lo ayudaba.

—Buen chico, buen chico...—No sabía el nombre, pero miré a la pared algunos grafittis, y me llamó la atención uno de una flecha en la que ponía "Arrow".—Buen chico, Arrow.

Desde allí me lo llevé al coche, con ayuda de mis amigos. Lo acaricié para calmarlo como pude.

Y aun que en ese momento no lo sabía, había hecho un mejor amigo, un alma afín, y una nueva alma gemela.

𝐋𝐄𝐓𝐇𝐀𝐋 𝐋𝐎𝐕𝐄 | awaeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora