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Mi teléfono parpadea con otro mensaje entrante, y gimo. Parece que
mis deberes de dama de honor comienzan temprano.

Kristina definitivamente no es del tipo de ponerse como una novia
obsesiva conmigo, pero su petición de esta noche fue inesperada.

Especialmente porque sabe cuántos malabares tengo que hacer ya con
mi agenda para que todo funcione.
Pero cuando la futura novia exige que vayas de inmediato, lo haces.

Así que cuando salgo del trabajo en la cínica, escribo un mensaje
de texto a mi vecina la señora Williams, y me dirijo directamente a casa
de Kristina.

Apenas tengo el tiempo para salir del coche cuando ella sale
corriendo por la puerta delantera con una enorme sonrisa en su rostro.
Sus ojos están rojos e hinchados, una señal obvia de que ha estado
llorando, pero parece que ahora no está molesta.

—Tengo una gran noticia —exclama.

—¿Cuál es? —pregunto.

—Ven dentro. —Toma mi mano y me arrastra detrás de ella—.
Míralo por ti misma.

Sigo a Kristina a la cocina de la casita de estilo artesano en la que
ella creció. El hogar ya está lleno de decoraciones de Navidad y aroma de
canela. Es la misma casa donde pasé gran parte de mi infancia y el único
que alguna vez se sintió como un hogar.

La familia de Kristina vive en las afueras de Austin, lejos de la
nauseabunda riqueza que marcó mi infancia. Su madre ya está en la
cocina preparando algún tipo de celebración de fiesta. Por qué, aún no lo
sé. Pero ella también luce una incontrolable sonrisa en su rostro.

De nuevo, mi estómago se tambalea.
Porque el padre de Kristina ya está sentado en la isla de la cocina,
mirando el caos desde su lugar habitual. Pero el crujido en las viejas
escaleras de la sala de estar me dice que alguien más está en la casa.
Y tengo la repentina necesidad de huir.

De correr tan rápido y tan lejos como pueda.

De evocar alguna floja excusa de por qué no puedo hacer esto. Algo
que podría justificar por qué no puedo participar en las festividades de
hoy.

Es ridículo.

Siempre supe que esta era una posibilidad.
De hecho, lo esperaba en algún nivel.

Pero supongo que esperaba que realmente no sucediera. Que se
mantendría alejado. Como lo ha hecho durante los cinco últimos años.
Estos son los pensamientos que ruedan por el árido paisaje de mi
mente donde debería haber excusas.

Excusas que yo debería haber
pensado hace meses. Pero ahora no hay ninguna.

Mis pies están anclados al suelo y mi boca está seca. Estoy
agarrando el mostrador con los nudillos blancos cuando las pisadas se     
acercan desde la otra habitación. Resuenan como disparos a través de
las cavernosas habitaciones de la vieja casa.

—Kristina… Yo…

No logro pronunciar las palabras antes de que doble la esquina.
Y todo mi mundo simplemente se detiene.

Harry Styles.

Han pasado cinco años desde que lo vi. Se sienten como diez.

El hermano mayor de mi mejor amiga, nos hemos conocido desde
que yo era una niña pequeña. Y él siempre me trató exactamente como
eso. Una hermanita.
Pero ahora ha vuelto para las vacaciones. Kristina se casará esta
Navidad, y Harry obviamente se ha encargado de conocer al hombre que le
robó el corazón a su hermanita.

Después de que la embarazó y le propuso
un matrimonio obligado, por supuesto.

Sólo puedo imaginar lo bien que debe haber pasado eso para Harry
cuando lo descubrió. Pero él realmente no tiene nada que decir. No él de
todas las personas.

Intento fundirme con el mostrador o el suelo. Esperando que no se
dé cuenta que estoy de pie en la cocina. Con tantos recuerdos y
emociones arremolinándose entre nosotros.

Mi apariencia puede haber cambiado, pero mis sentimientos
seguramente no lo han hecho.

Todavía puedo conseguir esos latidos
erráticos cuando robo una mirada en su dirección. 

Todavía no me ha notado, y no me sorprende. Soy diferente ahora.
O al menos, me gustaría pensarlo así. He perdido el rostro de bebé y mi
cuerpo ha cambiado también. He crecido totalmente, con las curvas para
demostrarlo. Mis caderas son más anchas, y no tengo problemas para
rellenar el sujetador en estos días.

Y no soy la misma chica tímida, callada y torpe que solía conocer.
Definitivamente no soy la misma chica que solía seguirlo por ahí de niños,
con la esperanza de ganar una de esas infames sonrisas con hoyuelos.
Pero él tampoco parece ser el mismo chico. Es mayor. Más fuerte.

Con los hombros más anchos y más músculos en su cuerpo. El ejército
ha sido bueno para su cuerpo. Pero hay algo diferente en él, se siente
como un extraño parado de pie frente a mí.

Y ni siquiera debería importarme si me nota. Pero hay una parte de
mí que quiere eso. Que lo quiere mucho.
Quiero que me mire, y vea que no me arruinó. Que estoy aquí, y
que no me afecta para nada su presencia. Es el momento en el que he
pensado con mucha frecuencia en los últimos años.

Pero esos momentos rara vez tienen la forma que deseamos
también. De la forma en que los configuramos tan elaboradamente en
nuestras mentes.

Y justo cuando pienso que es el momento de dejar de contener mi
respiración, sus ojos encuentran los míos desde el otro lado de la
habitación.

Y todo lo demás deja de existir.

Sorpresa. Nostalgia. Alivio.

Y algo más.

Algo que se parece un montón al remordimiento.

NAVIDAD EN FAMILIA H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora