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Estoy de pie en la puerta de la habitación de Paisley observándola
dormir cuando escucho cómo se abre la puerta delantera de nuevo.
Olvidé cerrarla con llave después de que Harry se fuera. Pero de
alguna manera sé que es él. Que ha regresado.

Cuando mis ojos rojos e hinchados se encuentran con su mirada
en el pasillo, el remordimiento llena su rostro.

No estoy segura de qué esperar, así que cuando se acerca y me
empuja hacia su pecho, acunando mi cabeza en su mano, es una
sorpresa. Pero también es exactamente donde debo estar ahora.

Por un tiempo, él simplemente me abraza mientras lloro de nuevo.

Y me besa la frente, acariciando mi espalda con sus manos.

—Me lo he perdido todo —afirma solemnemente—. Todo.

—No todo —susurro contra su pecho—. Ella todavía es pequeña.

—Debería haber estado aquí —me dice.

Y sé que no puedo discutir con él. Porque es verdad. Él debería
haber estado aquí. Y todos estos años he estado culpándolo cuando el
diablo era literalmente de mi propia sangre y carne.

—Lo siento, Harry. Lo siento mucho.

—Quise decir lo que dije antes, Pepper —me dice—. Nada va a
interponerse entre nosotros ahora. Nada. Y lo mismo vale para mi hija.
Eres mía para protegerte. Eres mía para cuidarte. Vosotras dos.

—Mi padre no ha formado parte de nuestras vidas desde que
descubrió que no me desharía de Paisley —le digo.

Y me enferma saber que él podría haberse descargado a sí mismo
de la verdad entonces. Sabía exactamente quién era el padre de Paisley,
y lo envió lejos.

Pero él nunca dijo una palabra.

—Ahora estoy aquí —dice Harry, leyendo mis pensamientos—. Y te
lo juro, Pepper, nunca más volveré a dejarte.

—Pero los militares…

—Estoy fuera —dice—. Terminé con ello para siempre.

—¿Es por eso por lo que volviste? —le pregunto.

Niega y acaricia mi cuello, respirándome como si hubiera estado
esperando todo este tiempo para hacer eso.

—No podía preguntar por ti —me dice—. No podía saber nada sobre
ti. Si estabas saliendo con alguien. Si eras feliz. Si habías hecho todas las
cosas que tus padres querían que hicieras. Pero había una parte de mí
que esperaba que cuando regresara tal vez todavía te sentirías de la
manera en que yo lo hacía. Que tal vez nunca me habrías superado.

Porque yo nunca te superé.

Lo miro durante su confesión vulnerable y ya no hay ni una pizca
de desconfianza entre nosotros.

Parece que toda la tensión,
simplemente… ha desaparecido. La ira, el resentimiento y la frustración
han sido sustituidos por los sentimientos que siempre he sentido por él.

Los sentimientos que nunca se fueron.

—Nunca te superé, Harry —le digo.

Me besa durante un largo tiempo, justo allí en el pasillo, antes de
que él se aleje.

—Ya es después de medianoche —dice.

—Navidad —sonrío.

—Siempre dijiste que querías pasar
una conmigo. Así que, ¿qué tal
si empezamos ahora? Junto con cada año por el resto de nuestras vidas.

Yo trato de no ponerme de nuevo emocional mientras le doy una
sonrisa acuosa.

—Creo que ya es hora.

NAVIDAD EN FAMILIA H.SDonde viven las historias. Descúbrelo ahora