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     El corazón le palpitaba a mil, mientras sentía el sudor adherirse a sus atuendos. Ya había llegado tarde muchas veces en un pasado, en un muy oscuro pasado, donde el tiempo parecía infinito mientras era cunado en brazos tras demostrar su amar

—Buenas tardes, señorito —saludó Rian con su acostumbrada sonrisa de sangre fría—, qué raro de ti llegar a estas horas —comentó sarcástico.

     Casi sin respiración, Matew se sostenía de un dispensador de agua mientras, titubeante, trataba servirse.

—Hey, hey, ¿qué haces? —intervino Rian, quitándole el vaso. Matew lo miró extrañado, y apático—, el agua de acá es solo para "empleados".

     Aquel énfasis agudo dejó absorto a Matew. ¿Empleados? ¿Acaso Matew no era ya empleado de aquella empresa desde hace tres años?

—¿D-de.. Qué hablas? —entrecerró los ojos, aún exhausto.

      Rian, con esa mirada de víbora, y su sonrisa cerrada, dejó salir una rosita jocosa.

—Oh, Matew, eres tan divertido —prosiguió con acercarse hasta estar a centímetros de su rostro, y susurrando prosiguió mas serio—, deberías estar muy lejos ahora que todos acá saben el sucio juguete que eres.

     Aquella declaración, junto al tono ronco y susurrante de su voz, le revolvió el estómago, como si se hubiera enterado de su fecha de muerte, una muy cercana.

—Rian... Rian, mierda. ¿Tú contaste que...?

—¡Sí! —exclamó con una gran sonrisa de nuevo—, todos acá pusieron caras muy chistosas al enterarse, eran caras... ¿Cómo era la palabra? —se tocó el rostro simulando el penar—, ¡ah, sí! Asco.

     Ahora todos sabían el pasado de Matew. Seguramente conspiraron para matarlo, seguramente moriria, moriria muy muy pronto, tal vez Matew...

—Hey, ¿estás bien, señorito? —pasó su mano en frente de Matew, el pálido e ido Matew.

      ¡Le arruinó la vida! ¿Estaba ahora Despedido por sus pasadas experiencias íntimas? ¿Debía hablar con el nuevo jefe al respecto?... Posiblemente no, quizás él mismo se encargaría de llevar Matew a la carcel.

     "¡Rian! Una llamada entrante, ven", dijo una voz femenina a lo lejos, entre los cubículos de trabajadores.

—¡ya voy!... Bueno, quizás no nos volvamos a ver —dijo Rian, con falsa lástima hacia Matew—, adiós, señorito —acarició sus cabellos como si de un niño se tratará hasta dar la vuelta a los cubículos.

     Perplejo, y con los ojos bien abiertos Matew sintió sudor frio correr por su rostro.

     Personas a su alrezedor, aun dentro de la empresa parecían observarlo de una manera intimidante, otras personas con repulsión. Le pareció, incluso, oir cuchicheos a su alrededor, todos con el tema de su pasado.

     Todo pareció oscurecerse a su alrededor, sintiendo de repente la comida de la noche anterior queriendo ser expulsada.

      Con sus piernas de gelatina, corrió hasta salir de aquel gigantesco lugar, rodeado de risas; cuchicheos; burlas y desprecios, hasta llegar a un parque cruzando una esquina.

    

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