Otro día caótico en las oficinas: llamadas, regaños, papeles por todas partes. El jefe de control de servicios telefónicos había renunciado, llegando después un remplazo mucho menos experimentado. Afortunadamente Matew estaba en un puesto laboral más alto, en un cubículo distinto y menos pesado que el de los demás.
Y no logró ese puesto por trabajo intenso. En realidad, otras cosas intensas habían pasado.
—Necesitamos que hagas un contrato para Betz —Informaba Rían, un compañero de trabajo de Matew—. Te he enviado el correo de sus condiciones.
—De acuerdo —Musitó Matew sin mucha gana, moviendo el ratón de su computador.
Aún en la entrada de su cubículo, detrás de él, Rían se arrecostó al marco de la puerta.
—¿Extrañas al jefe? —Esa pregunta le erizó la piel a Matew al instante.
Silencioso, volteó en su silla, contestándole con una mueca confusa.
Rían soltó una risita jocosa.
—El proyecto del año pasado me tomó mucho trabajo —Explicó, mientras Matew escuchaba—, por lo que me quedaba horas extra en las noches... —Con una mirada satisfecha y algo placentera, aclaró—, las noches en la que tú y el jefe estaban acá.
No pudó evitar una expresión de espanto ante el comentario de Rían. Él los había visto, había visto a Matew y al exjefe aquellas noches tan comprometedoras, y no haciendo algo que les gustaría otros supieran.
Se quedó sin palabras, ¿qué debía decir ante eso?, ¿cómo negarse a una acusación real?
Ante esa carencia de respuesta, Rían continuó:
—Lo único que no comprendo es, ¿Por qué acá? —Aquello lo escupió con más gracias que con malicia.
Si en Transéburg había algo más detestable que un síntecho, definitivamente era un homosexual, cosa la cuál podría llevar a Matew no solo al despido laboral, sino, al literal despido a su cuerpo.
Con los brazos cruzados, aún apoyado en la entrada, no hacía más que deleitarse ante esos segundos de pánico interno de su compañero.
—¿Se lo has dicho a alguien? —Fué lo único que supo formular Matew en ese momento repentino de estrés.
Con esa mirada de culebra cínica, respondió:
—Quizás —Y se retiró por fin, con unas risitas entre dientes.
Quedó de nuevo sólo en su pequeña oficina, escuchando como de repente el mundo a su alrededor sonaba tan lejano a él. Debía hacer algo, quizás convencer a Rían de que no contase nada, porque, si Matew aún estaba trabajando era porque todavía los demás no sabían acerca de su curiosa relación jefe-empleado. Pero Rían siempre había sido una persona difícil de tratar; hablar con ese alto sujeto era como tratar de bailar con una pitón. Simplemente era peligroso.
Debía... ¿Negociar con Rían?
¿Qué cosa querría él recibir a cambio del silencio? No podía ser servicio íntimo como se le solía facilitar a Matew, puesto a qué Rían era, además de Hetero, homofóbico. A pesar de estar en un puesto laboral más alto, no podía darse el lujo de pagarle a Rían para que así no contará nada.
Su mente daba mil vueltas al asunto, interrumpiendo así todo trabajo que quisiera realizar en la computadora.
De un momento a otro la camisa blanca parecía ahorcarle, quizás por eso su respiración acelerada; o simplemente porque nunca había sido alguien que escondiese ni en lo más mínimo el nerviosismo.
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Puedes irte cuando quieras
Novela Juvenil"En realidad lo nuestro no fue una novela, se sintió como el más absurdo de los cuentos". Matew es un desastre, pero al conocer a ese chico de las calles, se dió cuenta que existen personas que la pasan peor que él. Ahora conciente de ello, se...