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Harry pasó el resto de la tarde con ____ hablando de los vinos que importaban y de los sistemas de distribución en Nueva Zelanda y en el resto del mundo para atender la demanda por Internet. Acabaron al ponerse el sol. Estaban agotados.

–Lo mejor será que nos quedemos en la ciudad esta noche, en mi piso.

–Lo que tú digas –murmuró ____.

–¿Prefieres que vayamos a Karekare? Tendremos que ir al piso primero, a recoger lo que has comprado.

–Preferiría ir a mi casa, pero como no puede ser, me da igual donde vaya a dormir.

Le lanzó una mirada retadora, animándole a llevarle la contraria, pero él no estaba dispuesto a enzarzarse en discusiones absurdas.

–Muy bien. Entonces, iremos al piso.

____ no volvió a hablar hasta que llegaron.

–¿Es ese mi coche? –preguntó ella.

Parecía animada por primera vez en toda el día.

–Sí. Tengo dos plazas de aparcamiento, así que lo lógico es que tengas el coche a tu disposición, aunque probablemente viajaremos juntos la mayoría de las veces.

Ella se aproximó al vehículo para ver si había sufrido algún daño.

–Es un Roadster, ¿verdad?

–En efecto –contestó ella, satisfecha al comprobar que el coche estaba en perfecto estado–. Me alegro de que tus empleados no le hayan causado ningún desperfecto.

–Solo empleo a los mejores.

____ lo miró. ¿Qué haría él si de pronto se metiera en el coche, arrancara y saliera disparada de allí? En el mismo momento de pensarlo supo que no se atrevería, por las pruebas que Harry tenía en contra de ella.

–Me alegra saberlo.

–Vamos al piso. Debes de estar muerta de hambre.

Era verdad: estaba hambrienta, pues apenas había desayunado y se había negado a dejar de trabajar para comer.

–Muy bien. Además, no tenemos nada más que hacer –dijo ella en tono desafiante.

Subieron en el ascensor. Salieron a un pasillo adornado con caras obras de arte. Él abrió la puerta y le indicó a ____ que entrara.

Ella se quedó sin aliento al contemplar la vista. Si la que había desde el despacho era maravillosa, aquella era incluso más amplia.

–Está claro que te gusta ver el mar –afirmó mientras dejaba el bolso en uno de los sofás al lado del balcón.

–Así es.

De pronto, ella cayó en la cuenta de lo cerca que estaban el uno del otro. Después del beso en la sala de juntas, él se había mantenido a distancia. ____ notó lo mucho que deseaba que la acariciara, pero no cedería. Todavía le quedaba algo de orgullo.

Antes de que él pudiera intentar algo, ella se apartó y se volvió para mirarlo. Aunque fuera incapaz de controlar gran cosa en su vida en aquellos momentos, podía controlarse a sí misma, aunque tuviera que esforzarse mucho para conseguirlo.

–¿Dónde está mi habitación?

–Mi suite está por allí –respondió él al tiempo que señalaba un amplio pasillo.

–No me refiero a tu habitación, sino a la mía. He accedido a trabajar contigo y a nada más.

–¿Qué es «nada más»?

Aventura ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora