12

1.1K 68 0
                                    

El viernes por la noche, Harry estaba hecho polvo: incapaz de concentrarse y con los nervios de punta. Jamás se había sentido tan impotente.

No era de mucha ayuda que todo lo que lo rodeaba le recordara a ____: desde las lociones y perfumes en el cuarto de baño a las prendas que había en el cesto de la ropa sucia. En el despacho seguían su teléfono móvil y su ordenador.

Se preguntaba dónde estaría. Estuvo a punto de denunciar su desaparición a la policía, pero pensó que se reirían de él, ya que ____ era una persona adulta.

Alguien debía saber dónde estaba. Pensó en Anna Garrick.

Decidió ir a casa de los Wilson. Al acercarse en el coche no pudo evitar admirar la mansión gótica. Se dirigió a la puerta y llamó con la aldaba.

Le abrió un hombre uniformado.

–Quiero ver a la señorita Garrick, por favor –dijo después de dar su nombre.

–Un momento, señor. Siéntese en el salón mientras voy a buscarla.

Harry no sabía si Anna estaba jugando con él o estaba realmente ocupada, pero tuvo que esperarla veinte minutos antes de verla aparecer en el salón. Debió hacer un esfuerzo para reprimir la impaciencia y recordar que estaba allí para saber si Anna sabía dónde estaba ____.

Anna lo saludó y le ofreció algo de beber, pero él no quiso tomar nada. Ella se sentó en un elegante sofá mientras él deambulaba por el salón.

–¿En qué puedo ayudarle, señor Coxx?

–Harry, por favor, llámame Harry.

–Muy bien, Harry, ¿qué quieres?

Él tragó saliva y eligió las palabras con cuidado.

–¿Sabes algo de ____?

–Si lo supiera, ¿crees que ella querría que te lo dijera?

Harry suspiró.

–Entonces, deduzco que has tenido noticias de ella. ¿Está…?

–Está bien, pero no quiere verte, ni a ti ni a nadie.

–Tengo que verla –afirmó el.

Anna negó con la cabeza.

–¿No te basta con saber que está bien?

–¿Tú qué crees? –le preguntó él con expresión dolorida–. La quiero, Anna. Debo decirle que me perdone y que me dé otra oportunidad.

–Traicionaría su confianza si te dijera dónde está. Ya lo hice recientemente, y no voy a repetirlo, ya que estuvo a punto de arruinar nuestra amistad.

–¿Crees que no lo sé? Te lo ruego.
–No puedo. ____ debe saber que puede confiar en mí.

A Harry le pareció que una bola de plomo se le había instalado en el estómago. Anna era su última esperanza.

–Yo también quiero que sepa que puede confiar en mí –afirmó con la voz quebrada mientras se disponía a marcharse–. Gracias por haberme recibido. Si la ves, dile, por favor… Da igual, no va a cambiar nada.

La compasión que expresaban los ojos de Anna le llegó al corazón. ____ era afortunada al tener una amiga así. Salió de la casa y se dirigió hacia el coche. Mientras bajaba las escaleras de la entrada oyó que alguien corría detrás de él.

–Espera.

Era Judd Wilson.

–¿Qué? –preguntó sin siquiera tratar de fingir una cortesía que no sentía.

Aventura ProhibidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora