In another life (Mclennon)

Capítulo VI

A pasos inquietos caminaban dos sonrientes muchachos cuya cándida actitud se reflejaba entre los juegos y habladurías acompañadas a risotadas que rodeaban el aura de cada calle por la que pasaban y transmitían a cada transeúnte la plenitud de su gracia, al igual que a alguno que otro anciano los lejanos recuerdos de aquellos días de antaño en su juventud que con frecuencia anhelaban.

Cualquiera que viese al hijo de Harold Hargreaves Harrison en esos momentos quedaría anonado, pues con frecuencia se solía a ver a aquel joven deslizarse por toda la ciudad cual fantasma, solitario y sin que nadie lo notase, y es que aquel muchacho solía ser invisible para la mayoría, moviéndose en compañía de la nada de un lado a otro y nadando en el lago de la soledad, andante como un viejo ermitaño alejado del mundo, eso se habría visto meses atrás, pues el incesante cotilleo no había tardado en aparecer en cuando los McCartney pusieron un pie en la pequeña Liverpool.

—¿Y bien?

—Creo que no podría elegir una canción favorita — rió McCartney

—¿No tienes canción favorita?

Paul se tornó pensativo y momentos después solo se limitó a negar.

—¡¿Cómo es posible?!

—No lo sé, es que cada que creo que una canción es mi favorita, llega otra de repente y se vuelve mi nueva favorita, me pasa mucho

—¿Cómo un triángulo?

—Algo así, es un ciclo sin fin

—¿Nunca te adaptas con una canción?

—¿Tú sí?

—En realidad me gustan muchas canciones, pero mi favorita es "Losing my religion"

—¿Por qué?

—Esa es una larga historia para la que tendremos tiempo después

—¿Por qué no ahora? — indagó con el ceño fruncido

—Porque acabamos de llegar

Paul dejó de ver a su acompañante y su expresión cambió en cuanto su vista se fijó en aquel pequeño local, a decir verdad, esperaba más que eso, sin embargo, no disminuyó su encanto por el establecimiento, pues los decorados hippie algo desgastados con los que contaba afuera, le daban un toque único al lugar.

—¿Es acá?

—¡Sí! — exclamó George entusiasmado con una enorme sonrisa en su rostro— ¿No es de lo más genial?

—¿The house of records?

—Un nombre genial, ¿No es así?

—Es... diferente

—¡Lo es! — asintió — ¡Entremos!

Sin previo aviso, tomó el antebrazo del distraído azabache y lo adentró con la emoción propia de un pequeño cuando le dan un obsequio.

—¡Te va a encantar!

Abrió aquella puerta de cristal deslizante y entró al lugar, este desprendía un olor a aromatizante de pino viejo y contaba con música de Aerosmith de fondo.

—Es bastante peculiar — murmuró James analizando la tienda

Su vista viajó desde los estantes repletos de vinilos, hasta la mesa de cassettes en oferta, para terminar en el lugar de pago, donde se encontraba un muchacho pelirrojo de al menos diecisiete años vestido con el uniforme del lugar y el cabello en un corte distintivo de la época de los 70's, mascaba un chicle despreocupado mientras observaba aquella vieja tv que se encontraba cerca de la caja registradora.