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____ permaneció en la mesa hasta que se sirvieron los postres. Entonces, recogió sus platos y empujó la silla hacia atrás. No era muy aficionada a lavar platos ni a la cocina en general, pero en aquel momento, cualquier cosa era preferible a tener que soportar por más tiempo la mirada de Harry.

¿Cómo podía mirarla de esa manera, como si aún le importara algo, como si aún la quisiera, cuando sabía bien que, en realidad, nunca la había querido?

Suspiró con desencanto mientras echaba en el cubo de la basura los restos de la cena, pensando que sería una desconsideración por su parte marcharse del rancho sin decir nada a nadie.

Una falta de educación inexcusable, le decía su conciencia, que parecía ser tan sensata como su propia hermana. Suspiró de nuevo. En el fondo sabía que era verdad.

—¿Qué es lo que te preocupa? —le dijo a su espalda una voz tristemente familiar.

____ se dio la vuelta, y se encontró cara a cara con Harry.

Sintió un nudo en la garganta, el corazón comenzó a latirle con violencia dentro del pecho y las piernas parecieron flaquearle como si fueran tan endebles como los espaguetis que acababa de tirar a la basura. Dejó el plato que tenía en la mano y se agarró con fuerza al borde de la encimera para no perder el equilibrio.

—¿Qué estás haciendo aquí?

—Quería verte.

—Yo no quiero verte a ti.

—Sí, eso es lo que has estado diciendo a mi contestador automático, a mi buzón de voz y a mi secretaria, pero aún no me lo has dicho a mí.

—Acabo de hacerlo.

—Sí, pero con una voz tan temblorosa que me lleva a creer que no me estás diciendo la verdad.

—Sal de mi vida, Harry.

—Lo he intentado, pero no puedo —dijo él—. No puedo dejar de pensar en ti.

—Todo ha terminado, Harry. Travis y Paige encontraron el diamante Santa Magdalena y ya no hay razón para sigas fingiendo interés por mí.

—¿Crees que estuve fingiendo?

—Sí. Desde nuestro primer baile en la boda de Missy Harcourt hasta la última noche que pasé contigo, lo único que realmente te interesaba de mí era lo que pudiera saber sobre ese diamante.

—¿Va todo bien por aquí? —preguntó Gabriella, entrando en la cocina con un montón de platos.

—Sí, perfectamente —aseguró ____, aunque con las mejillas arrebatadas sólo de pensar que su prima hubiera podido escuchar algo de la conversación.

—En realidad —dijo Harry—, a ____ y a mí nos gustaría estar unos minutos a solas, si no te importa.

Gabby miró a su prima, como pidiéndole su parecer.

—No tenemos nada que decirnos —replicó finalmente ____.

Sabía que, antes o después, tendría que hablar con Harry sobre el futuro de su bebé. Pero aún no se sentía preparada para ello. El mero hecho de estar con él en la misma sala le producía un gran dolor.

—Por favor, ____ —le suplicó Harry.

Ella sintió un cierto alivio en su corazón desgarrado al oír esas palabras. Pero antes de que pudiera responderle, Paige llegó en su auxilio. Con una rápida mirada se hizo cargo de la situación.

Se volvió de inmediato, muy airada, hacia Harry.

—¡Fuera de aquí!

Aunque Gabby tenía que saber que su prima no se estaba dirigiendo a ella, salió muy discretamente de la cocina, para no quedarse entre dos fuegos cruzados.

Seduccion FalsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora