03

1.9K 93 3
                                    

____ había estado pensando mucho cuál podría ser la situación más propicia para contarle a Harry que estaba esperando un hijo suyo, pero nunca se había imaginado que acabaría diciéndoselo allí de improviso en la cocina de su hermano.

—¿Embarazada? —repitió Harry, con evidentes muestras de pánico en sus profundos ojos azules.

—Sí, Harry, voy a tener un hijo.

—¿Quieres decir… que vas a tener un hijo mío? —dijo él, tragando saliva.

—Sí —dijo ella de nuevo.

—Pero… Si tuvimos cuidado… —dijo, apoyándose ahora él en la encimera.

—No lo suficiente, según se ve —replicó ella, sabiendo que había sido culpa suya.

—¿Estás segura?

—Me hice en casa tres veces el test del embarazo y hace un par de semanas el ginecólogo me confirmó los resultados.

____ dio un bocado a la otra mitad del sándwich. No tenía mucha hambre pero sabía que tenía que comer por el bien de su hijo.

—Ven conmigo.

—¿Qué? ¿Adónde?

—Afuera.

—¿Estás loco? —dijo ella, dejando el resto del sándwich en el plato—. Es más de medianoche, estoy en camisón, y…

El resto de las palabras se quedaron sin salir de su boca cuando Harry la levantó en vilo.

Sin duda alguna, ni él ni ella estaban con ánimo para hablar allí de aquel asunto. Ella forcejeó con él tratando de que la soltara. Pero él la apretó contra sí con más fuerza y la llevó en volandas hacia la puerta trasera.

—Suéltame inmediatamente —susurró ella—, o me pondré a gritar tan alto que despertaré a toda la casa.

—¿Es así como quieres que nuestras familias se enteren de que llevas en tu vientre un hijo mío?

Ella, por toda respuesta, apretó los labios con fuerza.

—Eso está mejor —prosiguió él—. Aunque creo que deberías dejar de revolverte, si no voy a olvidarme de lo enfadado que estoy y vas a conseguir excitarme.

—¿Por qué estás tan enfadado conmigo? —dijo ella, algo más calmada.

—No hay nadie en la cabaña de huéspedes —afirmó él, ignorando su pregunta—. Podemos hablar allí en privado sin que nadie nos moleste.

Tomó una llave del gancho que había junto a la puerta de atrás, la abrió y salieron a la oscuridad. Ella se estremeció al sentir el aire frío de la noche y él le pasó el brazo por los hombros.

—Deberías haberme propuesto esto antes, en vez de…

—No creo que me hubieras seguido dócilmente —atajó él.

—En vez de levantarme como si fuera una cesta de ropa sucia —añadió ella indignada.

—Cariño, nunca he tenido entre mis manos una cesta de ropa que oliera tan bien como tú.

—No me llames cariño —se quejó ella.

—Antes no te molestaba que te llamara así.

—Antes había muchas cosas que no me molestaban, porque no sabía que estabas jugando conmigo como el gato con el ratón.

—No fue así.

—¿Te atreves a decirme que te acercaste a mí por alguna otra razón que no fuera el averiguar lo que mi familia sabía sobre el diamante Santa Magdalena?

Seduccion FalsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora