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____ tomó la pieza de McCordite y la giró en la mano, contemplando el cambio sutil de colorido que experimentaba el rutilante mineral según los ángulos. Era una joya verdaderamente única, y ella estaba encantada de poder hacer con ella nuevos diseños para sacarle el máximo partido.

Nunca le faltaba inspiración en sus diseños, ya fueran colgantes, gargantillas, pendientes, así como sofisticadas pulseras o brazaletes. Había muchos diseños que podría hacer con ese mineral, pero el primero, y sin duda el más difícil, era el anillo de pedida de su hermana.

Antes de empezar un trabajo, tenía por costumbre reunirse con el cliente que le había encargado la joya. Consideraba importante que un regalo de ese tipo reflejara el carácter de la persona que lo iba a llevar, así como la relación que guardaba con la que se lo había regalado.

Pero, en aquella ocasión, no iba a entrevistarse con su hermana ni a hacerle rellenar un cuestionario a Travis.

Sin embargo, por primera vez, sintió que no encontraba la inspiración.

En cierto modo, envidiaba a su hermana. Aunque no conocía bien a Travis, era evidente que adoraba a Paige. Sí, estaba feliz por ellos, aunque se sintiera muy desgraciada porque buscaba desesperadamente lo que ellos ya habían encontrado.

Volvió a dejar la piedra en el escritorio y se secó las lágrimas que se habían desbordado por sus mejillas. No solía llorar de ese modo, pero en las últimas semanas se le saltaban las lágrimas por cualquier cosa. Sabía que su embarazo era el responsable de que sus hormonas estuvieran descontroladas, pero eso no apaciguó el dolor de su corazón.

El sonido del teléfono le devolvió al mundo real. Se dirigió a él, dichosa de librarse de esos recuerdos tan dolorosos, hasta que oyó la voz de Harry al otro extremo.

—Sólo quería darte el número de mi hotel en Denver. Por si necesitas ponerte en contacto conmigo mientras esté fuera.

—No voy a necesitar ponerme en contacto contigo —dijo ella, en un tono de voz pretendidamente natural—. Y en todo caso, ya tengo el número de tu móvil.

—¡Es verdad, qué tonto soy!

—¿Para qué me has llamado realmente, Harry?

—¿Me creerías si te dijera que para escuchar el sonido de tu voz?

—No.

—Te he echado de menos, ____ —dijo con un tono de voz que la hizo estremecerse.

Trató de armarse de valor. No sabía a qué juego pretendía jugar, pero no estaba dispuesta a entrar en él.

—Me viste ayer.

—Desearía que estuvieras aquí ahora conmigo —dijo él—. Nosotros dos solos.

Ella cerró los ojos y trató de olvidar esas palabras tan seductoras.

—Tengo que irme.

—Espera, ____. Por favor…

Pero no podía esperar.

No confiaba en sí misma ni en la respuesta que podría dar a sus súplicas. Le colgó el teléfono.

Harry se quedó mirando el teléfono que tenía en la mano.

Le había colgado.

Su primera reacción fue de incredulidad, luego de malestar, y finalmente de alivio. Sabía que ____ no le habría colgado tan bruscamente a menos que se sintiese confusa e insegura ante la posibilidad de tener que hablar con él de algo que ella no quería.

¿Algo como… el matrimonio?

No era que ella fuera una persona fácil de convencer. De hecho, echando la vista atrás en su relación, no era nada fácil asegurar quién había sido el perseguidor y quién el perseguido. Sí, él había sido el que se había acercado a ella en la boda de Missy Harcourt, y el que había iniciado la relación dos días más tarde llamándola por teléfono. Pero, en última instancia, era ella la que lo había seducido.

Seduccion FalsaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora