Donde todo comenzó. Atlantic Bank

91 6 1
                                    


I

Sasha

Si la vida no estuviese llena de tramites legales que duran una eternidad, empleados impuntuales que no cumplen con sus labores y nepotismo en cada esquina, todo sería más fácil.

Llevaba allí sentada más o menos dos horas mientras veía como las cajeras del banco hablaban entre ellas mientras las personas de la fila se exasperaban por la demora del servicio que requerían, si bien era día de pago (y sabemos que muchas compañías aún pagan a sus colaboradores por planilla) y esto atrasaba más las cosas, se notaba también que aquellas mujeres hacían lo posible para atender a la menor cantidad posible de clientes antes de la hora de almuerzo. En la entrada se veía como el guardia de seguridad revisaba a cada una de las personas que iban entrando al banco a realizar alguna transacción, el hombre era de una estatura promedio, podía tener entre 45 y 50 años de edad aunque por el cansancio que su rostro reflejaba podría decirse que lucía de unos 58, y aunque llevaba una tras otra semana viniendo al mismo lugar a la misma hora, nunca me había detenido para cruzar palabras con aquel amable señor, de seguro ya tendría oportunidad pues las esperanzas de recibir respuesta sobre mi solicitud para un préstamo estudiantil no eran muy altas.

Observaba por el gran ventanal de vidrio que daba a la calle principal lo congestionado que estaba el tráfico, faltaban tal vez 30 minutos para las 12:00 del medio día lo que significaba que estaba por entrar la hora pico. Escuché la campana que indicaba el hecho de que un cubículo de atención al cliente se había vaciado, mire hacia el pequeño monitor en el que se presentaban los números del siguiente a atender, ya faltaban solo dos personas más que iban delante de mí, estaba próxima a salir de ese sitio tan aburrido y de la intriga de saber si debía volver la semana siguiente para esperar respuestas otra vez, cuando de la nada un Aston Martin de lujo se estaciono en la entrada; del mismo bajó un chico tal vez de la misma edad que yo pero de evidente nacimiento en cuna de oro, atravesó la puerta galante, erguido y presumido como si el banco fuera suyo sin dirigir la mirada hacia ninguno de los presentes, uno de los empleados de los cubículos salto hacia el prácticamente para recibirle (a decir verdad no le limpio los zapatos porque no tuvo tiempo), desde donde estaba pude escuchar la conversación de aquel hombre con aquel castaño de arrogante porte.

-Bienvenido sea señor- decía aquel sorprendido empleado cuyos ojos brillaban por la ilusión de recibir alguna propina luego de atender al chico- ¿En que le puedo servir hoy, desea un café, algún bocadillo, algo?

¿Café, bocadillos? Vamos... llevo meses presentándome como estúpida aquí y no me habían ofrecido si quiera un vaso de agua- pensé para mis adentros.

-¿Cuál es su nombre, caballero?- siguió preguntando el secretario- ¿Puedo ofrecerle algún tipo de servicio empresarial, desea atención personalizada?

La campana volvió a sonar, ahora dos veces, significaba que yo era la siguiente, para mi mala suerte debía pasar al cubículo de aquel excelente lustrador de zapatos que se encontraba hablando con el conductor del DB9. No podía seguir esperando, estaba harta ya de como menospreciaban a los clientes como yo cada vez que llegaba alguien como ese sujeto ¿A caso ellos son prioridad?

Me levante de mi asiento y camine hacia ellos interrumpiendo su conversación.

- Con permiso, señor- hice una pausa para leer el carnet del empleado- Thomas, pero yo soy la siguiente persona a la que debe atender, sin ofender-dije dirigiendo la mirada al joven que de cerca se veía bastante disciplinado a juzgar por las facciones de su rostro, esa mirada que se refleja en los ojos de todos los militares o policías.

- Entenderá señorita que el joven es un nuevo cliente- dijo Thomas excusándose- y necesita atención corporativa especial para su empresa de seguridad.

The CrewDonde viven las historias. Descúbrelo ahora