Cap I

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(Haruka)

Hoy Kanata cumple 19 años. Está algo deprimido, puesto que Towa lleva más años desaparecida. Ambos la pasamos mal en su cumpleaños y en el de ella.

Él no hará bailes, ni siquiera una reunión. No quiere saber de eso. Tan sólo lo de siempre: Nosotros, sólos, en aquel bosque donde nos conocimos.

Llega, vestido de forma informal.

Es guapo. Luce increíble y lo adoro. Use lo que use es un príncipe en toda regla.

—¿Cómo te sientes hoy?— Pregunté como acostumbraba. Él se sentó, un poco desganado.
—Deprimido. Realmente estoy deprimido, Haruka— Suspiró, pero yo le sonreí. Me levanté, tomé abruptamente su mano y salí corriendo. Kanata no lograba seguirme el paso, pero lo logró poco a poco. Cómo corría muy rápido, al tratar de frenar, me resbalé y caímos colina abajo los dos. Y aunque tengo un moretón, lo valió para hacerlo reír a él.

—¡Jajajajaja! Ya, ya— Respiró profundamente, pero volvió a carcajearse. No podía parar.
—¿Te sientes mejor?— Le agarré el brazo, con fuerza. Mi amigo asintió, lo que me llenó el corazón de alegría.

No hay nada que me haga más feliz que verlo feliz. Mi Kanata, a quién le prometí ayudarlo.

Pero entonces se me ocurre algo.

—¿Podemos ir a buscar moras allá? Recuerdo que antes íbamos mucho. ¡Vamos!— No iba a dejar que se borrara esa sonrisa. Nos levantamos y nos dirigimos al bosque oscuro, donde acabaría nuestra vida como la conocemos.

De hecho, una mención crucial: Tengo Hanahaki. Es una enfermedad en la cuál estás enamorado, pero no te corresponden y eso te mata lentamente. Escupes flores, toses sangre. Te mueres. Pues yo estoy en la etapa uno. Pero él nunca lo sabrá. No quiero que se sienta obligado a corresponderme. Si lo hace, que sea porque me ama y no porque teme por mi vida. Esto será importante.

Al entrar al bosque, buscamos las moras y frutos rojos que tanto amábamos sin resultados. Revisamos bajo las piedras incluso.

Y yo, como estúpida, entré a una parte del bosque que antes no veía. Había algo raro.

Era una extraña cabaña

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Era una extraña cabaña. Había dos hombres en la puerta. Uno rubio, vestido con mayas y amanerado y otro pelinegro y pálido, con accesorios punk.

 Uno rubio, vestido con mayas y amanerado y otro pelinegro y pálido, con accesorios punk

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El lugar era ruidoso, estaba lleno de gente. Niños, padres, adolescentes, adultos. Todos.

—¡Acérquense, humanos!— Gritaba el hombre rubio— ¡Vengan al circo de Dysdark!
—¡Vengan!— Gritaba el otro— ¡Haremos un carnival!

Kanata y yo no lo entendíamos, pero era un circo. Traíamos dinero, so...

—¿Quieres ir?— Me consultó, casi suena estúpido como pasó. Asentí, tomamos el dinero y fuimos tras los extraños.
—¿Señor?— Lo llamé, claro que no me dejarían entrar sola. Tengo 15.
—¡Señor!— Kanata lo llamó. El punk volteó, para mirar a Kanata y luego a mí. Pero nos miraba de forma extraña. A mí me veía con intensidad, algo raro considerando que no estoy especialmente linda hoy.
—¿Si?— Lucía como un cazador ávido de presas. ¿Por qué demonios no noté las señales? Un lugar sombrío, personas desconocidas de posibles intenciones malsanas y un etcétera de razones. Kanata tampoco nota nada. Es tan inocente del mundo como yo.
—¿A cuánto una entrada de adulto y una de adolescente?— Normalmente habríamos hecho una broma, pero no queríamos que el sujeto de aspecto intimidante se ofendiese. Sonrió, de una forma que intentaba ser amable.
¡Ah, quieren entrar al circo de Dysdark!— Da miedo, resulta incómoda su risa. Kanata le da el dinero, bastante bajo el precio para ser verdad. Nos da unos raros tickets, similares a los de los cines humanos antiguos.

Entramos, sin temas de miedo. Es un lugar poco cuidado, aunque en su momento pensé que pensaba eso porque él y yo habíamos sido criados en palacios hermosos, así que no es raro. Tonta de mí.

Al sentarnos, vemos con qué nos metemos. Hay dos humanos con pelaje de león que sonríen. Pero también hay una chica quimera. Piernas de cabra, un cuerno en espiral y cabellos verdes que transmiten frío junto a su pálida piel. Se la ve con los ojos cubiertos, con voz temblorosa y rota. Se ve que lleva años cantando aquí.

Nos divertimos un poco. La "Diva", osea la quimera, canta precioso. Los leones eran obedientes y hacían bien sus trucos. Todos los artistas eran increíbles. Pero había un olor extraño atrás.

Olía a podrido.

—Haruka, vámonos— Me dijo, recordándome que va a ser hora de irnos. Intentamos irnos, pero el hombre punk se interpone en nuestro camino.
—¿Tan rápido se van, majestades?— Su interrupción fue tan abrupta, que me asustó. Kanata lo encara.
—Nos vamos. Muchas gracias por las entradas, fue un espectáculo increíble— Dijo educadamente. Ojalá nos dejen salir. Ah, pero el extraño y sombrío lugar seguiría presente en mi vida. Por mucho tiempo.
—¡Pero el carnival aún no empieza! Quédense, majestades. Yo invito— Nos ofreció unos caramelos. Uno rosa y uno de color púrpura. Nos lo da en la mano. Yo, de ingenua, me lo como de un sólo bocado. Kanata, con más cautela, se lo come más lento.

Y allí mismo, me desmayé. Perdí el conocimiento completamente.

No supe que ocurrió después de eso. Ya no tengo escape.

Kanata, perdóname.


Go! Princess Precure: The Last FlowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora