Cap II

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P.D.: HikiOkami este es Kaito en su extensión de voz straight del pack vocaloid 3. Así se oye.

(Kanata)

¿¡Qué le hiciste a Haruka, desgraciado!?— Furioso, increpo al extraño. Ese maldito no saldrá ileso.
—Nada majestad. No debería gritarle a la gente sin razón— Este maldito cínico tiene el descaro de decir algo así en este momento. Intento reanimar a Haruka, sin resultados. Dios, Dios... Despierta, por favor. No puedes morir. Sin ti no tengo nada... Por favor. Por el enojo, me levanto y no sé con qué fuerza que obtengo de no sé dónde, ataco al portero punk con un golpe en la cara y una patada en el estómago. Lo peor de todo es que soy débil, por lo que casi no le hago daño. El hombre rubio me golpea el nervio del cuello, dejándome inconsciente.

(Horas más tarde)

Haruka, encerrada en una jaula y despierta, golpea los barrotes y grita. Yo no quiero moverme, tengo el cuerpo sedado y las extremidades consumidas, cargadas de una electricidad estática dolorosa que no me permite levantarme siquiera. Soy un zombie. Tengo la piel helada en frío, tengo hambre y sed. No sé cuánto llevo dormido. Me duele la cabeza como el infierno. Ni siquiera sale mi voz. Mi garganta está seca, duele y hasta creo que me es imposible llorar.

Y Haruka no está mejor que yo. Está despeinada, de piel pálida rozando lo cadavérico y tiene sangre cayendo de la comisura de sus labios. También está gritando por ayuda, ella no recibió tantos golpes como yo. No tuvieron que sedarla tanto como a mí. Pero algo me deja claro que no está bien: Ella tiene un ataque de tos, y hay sangre.

Ella tose sangre.

Sangre y... ¿¡Flores!? No, no puedes tener hanahaki. No puedes morir, Haruka. Escaparemos bien y seremos felices. Por favor, Dios.

Llegan los porteros del infierno. Pero el punk, como un verdadero desgraciado, hace algo que me hierve la sangre.

Golpea a Haruka contra el metal, tomándola del cabello. Lo jala tan fuerte que puedo ver con mis ojos entrecerrados los mechones que le quedan entre los dedos. Y lo peor: Al verla teniendo un ataque de tos, toma los pétalos ensangrentados y se los hace tragar.

La ahoga con eso. Se ríe con un auténtico sentimiento de sadismo. Ambos se ríen. Los odio con cada fibra de mi ser. Y, con todo el odio que soy capaz de sentir, les grito.

—¡Déjenla!¡No ataquen a la princesa cómo cobardes!— Extiendo una mano, haciendo tropezar al rubio. Grito más, pero algunos de mis chillidos ni siquiera salen.

El que dijo que no hay mayor dolor que amar miente. Hay uno peor: La impotencia. Sentirse impotente es lo peor del mundo.

Hartos de mis quejidos, los dos malditos me inyectan una cosa. Me drogaron.

Y, no sé porqué, siento que ya no volveré a ver la luz.


Go! Princess Precure: The Last FlowerDonde viven las historias. Descúbrelo ahora