9: Amigos

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Todos los rostros apuntaban hacia él. Jihoon estaba aterrado; siempre había sido el chico carismático, el compañero agradable con el que todos reían y, sin embargo, todos lo miraban con una furia desmedida, como si todo lo que tuviera que ver con él los enfermara. Como si el mero hecho de que respirara ya fuera un delito. 

Los ojos, ahora rojizos, comenzaron a agrandarse de forma desmedida, tanto que hasta en su piel se veía reflejado este potente color. Sus compañeros comenzaron a rodearlo, aullando su nombre. Primero solo se oía a un par de ellos, luego comenzaron a gritarlo a coro. Era como una especia de cacería, y él era la presa.

Hacía un buen rato que no veía a Junkyu, pero no podía saltar a buscarlo, el abismo bajo sus pies era interminable. Su muñeca se iba tornando roja por momentos, indicándole algo que él no lograba comprender. ¿Su compañero estaba a punto de morir? ¿Estaba desaparecido? Estaba demasiado intranquilo como para pensar con claridad. 

-Eres un monstruo, Park Jihoon...

-Eres despreciable...

El pelirrojo iba retrocediendo poco a poco, cuidando que sus pies todavía pisaran el suelo que los sostenía a todos, pero los antropomorfos se iban acercando a él cada vez más, quitándole espacio. Lo que antes eran sus compañeros ahora no eran más que cuerpos esqueléticos, con un rostro espeluznante. 

- Asqueroso, no huyas de nosotros...

-No eres mejor que nosotros, Park Jihoon.

- ¡¿Por qué?!- Gritó él, desesperado.- ¡¿ Por qué me hacéis esto?!

Una bola de rabia comenzó a acumularse en su mente, envalentonándolo.

-¡Siempre he sido bueno con vosotros! ¿Por qué...?- Su voz se deshizo en un quejido lastimoso, su labio inferior temblaba de impotencia.

Una mano pálida le alcanzó el hombro. Le dio un manotazo antes de que afianzara su agarre, a lo que el ser respondió con un grito de rabia. Sin esperar ni un segundo más, el chico aprovechó la distracción para empujarlo hacia el vacío y sus ojos se clavaron en el cuerpo del monstruo, que desaparecía entre la negrura. Rápidamente se giró hacia el resto, que lo miraban con odio, pero ahora mezclado con algo de respeto y... ¿miedo?

-Vamos a acabar contigo, escoria...

Los seres se acercaban a él, intentando agarrarlo con todas sus fuerzas, y todo hubiera ido bien si uno de ellos no hubiera llegado a su pierna derecha, lo que lo hizo tambalearse y caer hacia atrás, dejando la mitad de su cuerpo a merced de la gravedad. "Este es mi fin" se dijo Jihoon. "Así es como voy a acabar, cayendo en un pozo sin fin". Sus compañeros comenzaron a empujar sus piernas hacia la nada, haciendo que Jihoon no pudiera agarrarse más a la superficie. Sus dedos dolían de haber estaba en tensión tanto tiempo.

Su mente estaba en blanco. 

Sus brazos hacían aspavientos en vano, porque los monstruos terminaron de sacarlo y pronto comenzó a caer.

Cerró sus ojos, no podía ver su fin, no al menos de forma tan cruel.

Ah, había sido un tonto. No había podido salvarse a sí mismo y ahora iba a dejar a Junkyu a su merced. Y ni tan siquiera había apreciado suficiente lo que tenía, que iba a morir por haber querido obtener un poco más de amor por parte de su estúpida familia.

Su pelo se movía violentamente, la chaqueta que llevaba se le subía de la corriente que él mismo causaba mientras caía.

Sólo esperaba que Junkyu pudiera alcanzar lo que se proponía, por muy difícil que fuera. Aquél chico se merecía algo mejor.

La piramide della felicità (JiKyu)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora