Dos horas más tarde, Junkyu volvía a su casa con el corazón caliente y el número de Jihoon apuntado en un papelito, que descansaba en el bolsillo de su pantalón.
A pesar de ese enorme tropezón inicial habían logrado sobreponerse y acabaron conociendo un poco más el uno del otro. Podía decirse que habían congeniado bastante bien porque, a pesar de que Jihoon seguía notoriamente triste, había logrado sonreír genuinamente, y aquello había sido como un golpe de aire fresco en pleno verano para él.
Solamente se despidieron cuando el más alto cayó en la cuenta de lo tarde que se había hecho.
Y ahora, mientras caminaba hacia su hogar, Junkyu no paraba de pensar en el chico, a pesar de que hacía menos de diez minutos que se habían despedido. Sus ojos, aquellas preciosas perlas negras, se habían grabado a fuego en su mente y ahora era imposible que abandonaran sus pensamientos.
Realmente había comenzado a refrescar, así que debía apresurarse. Además, Doyoung lo estaría esperando para cenar así que, cuando al fin llegó, no tardó en acercarse a su habitación para comprobar el estado del chico.
Por otro lado, Jihoon no tenía demasiada prisa en volver a casa de los señores Kim. Eran un cielo, de verdad que sí, pero Seunghun había salido y todavía se le hacía algo incómodo charlar con ellos sin su mejor amigo, así que simplemente paseaba antes de que creyera conveniente volver.
A pesar de que ya se había despedido de Junkyu, seguía dándole vueltas a la conversación que habían tenido antes en la Pirámide. Aquél episodio depresivo al que se estaba enfrentando lo hacía tener un humor terrible, y sentía que había sacado una parte de la frustración con el chico, siendo que no tenía culpa ninguna. Había sido un capullo...
Su único amigo... Eso era lo único que lo había frenado de ser un gilipollas y haberse marchado de la cafetería. Sabía que Junkyu venía precisamente a la Pirámide para aquello, pero que se lo dijera a la cara lo impactó tanto que no pudo evitar replantearse qué estaba haciendo con su vida.
No, algo en lo más profundo de su mente lo instaba a protegerlo, aunque no supiera exactamente porqué.
Irónicamente, aquél paseo lo había llevado a la casa de los Kim, así que sin dar más rodeos entró, encontrando a la mujer en el sofá, relajándose mientras veía una novela. Ella le saludó con la mano, y se preguntó si quería unirse.
Se encogió de hombros, acercándose al sofá. Se sentó, no muy lejos de ella pero lo suficiente como para que ambos tuvieran su espacio. Tras un par de minutos mirando la pantalla, sin saber el argumento de la serie, la buena mujer le fue explicando poco a poco para que pudiera entender mejor.
Tenía ganas de llorar.
Esto era lo más cercano a una interacción familiar que había tenido en años.
Se mordió el labio, aguantándose la bola de sentimientos que comenzaba a formarse en la garganta, obligándose a relajarse y a simplemente disfrutar del momento. Volvió a centrar su atención en la pantalla, siendo consciente de que la señora podría haber notado su cambio drástico de humor.
Todavía necesitaba tiempo, bastante tiempo para sanar sus heridas.
Para cuando llegó Seunghun, la novela ya había terminado, y Jihoon se había subido un plato de galletas junto con un vaso de leche a la habitación para ir picando.
-¿Qué tal ha ido la tarde?- Dijo al ver al recién mencionado llegar mientras jugueteaba con su teléfono móvil, esperando cierto mensaje con algo de ilusión.
-Bueno, nada del otro mundo. Un aburrido y larguísimo proyecto de historia que todavía no hemos podido terminar...
El mayor se quitó el abrigo que llevaba puesto y lo lanzó a la silla con desgana. Acto seguido se dejó caer en la cama, a su lado.
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La piramide della felicità (JiKyu)
Fiksi PenggemarUna caja negra, una llave dorada y un universo alternativo. Aquellas tres cosas significaron tanto para Jihoon que por un momento creyó que se estaba volviendo completamente loco. Y, sin embargo, pronto pudo comprobar que no era el único. +Los pasad...