"Pensé que debíamos ser héroes. Cuán estúpidos fuimos"
VIAJE A SIWA
Creo haber tocado fondo.
Cuando cierro los ojos todavía lo veo. Veo los pasadizos pintados de colores vivos y veo las cámaras repletas de oro y joyas. Siento la paciente mirada de las estatuas clavada en mí, y siento la piedra recién pulida bajo mis pies.
A veces incluso puedo oler el fragante aroma que reinaba en el ambiente, y sentir el calor de las antorchas que iluminaban los pasillos.
Es como si todo fuera un sueño...o más bien una pesadilla.
Doc me dice que estoy bien, que sólo necesito reposo, sólo necesito alejarme de mis libros por una temporada y todo volverá a la normalidad.
¿Normalidad?
Debe ser una broma.
Es comprensible para él, no carga con este peso que hace el vivir algo tan difícil.
No tiene las pesadillas que me asaltan en cuanto cierro los ojos.
No puede ver sus caras mirándome con odio, sus susurros acusándome, su rostro encapuchado...
Oh, Dios cruel ¿por qué?
¿Por qué yo? ¿Por qué he sido elegido?
Ya era difícil con el peso de Jefferson y Stephen.
¿Por qué me haces esto ahora?
¿Por qué tantas almas con las que cargar?
Sábado 8 de marzo de 1924
Los días posteriores a nuestro último caso me fui a pasar una temporada con mi sobrino, Leo Strauss, al que dejé una copia de mi diario e instrucciones de que, si algún día no volviera a saber de mí, contactara con Michael Moore para que le pusiera en contacto con el resto de mis compañeros de la Sociedad Enigma.
Puede que haya condenado a mi ingenuo sobrino, pero ¿acaso no estamos ya todos condenados? Me siento mucho más seguro sabiendo que, cuando yo me vaya, habrá alguien que continuará con mi trabajo. Siempre he sido un hombre egoísta.
Justo un mes tras el episodio en el que Steven perdió la vida, Tachenko y yo volvimos a nuestra vieja casa de Arkham para descubrir que no había nadie allí. En cambio, había una nota bajo la puerta que avisaba que nuestros colegas se habían mudado a las afueras de Arkham.
Desconfiados, Tachenko y yo nos desplazamos hasta la enorme mansión Van Laaden.
Una vez allí no pude salvo sentirme asombrado por la barroca inmensidad del edificio gótico. Entré como una exhalación y pedí a Harvey explicaciones nada más verlo. El viejo profesor trató de tranquilizarme diciendo que habían comprado la mansión con el dinero resultante de la venta de unos cuadros. La casa, al parecer, parecía estar embrujada, y ellos habían acabado con el fantasma que allí habitaba, los cuadros habían sido el pago por sus servicios.
Me dejé convencer fácilmente, no es que me fiara de que me estuviera diciendo toda la verdad, sino que me resultaba indiferente. Haciendo gala de una apatía nihilista, obvié toda presencia humana y subí hasta el piso de arriba, buscando la que sería mi futura habitación.
Estaba tan inmerso pensando en las reformas que había por hacer, que casi no me percaté de que había un desconocido en la casa.
El nuevo inquilino tenía pinta de vagabundo, por lo que regañé a Harvey y maldije para mis adentros. Era lo único que faltaba en nuestro circo de extraños.
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Diario de J. S Freud - La llamada de Cthulhu
Short Story¿Quién está loco y quién no? ¿Qué es la locura? El Diario de J. S Freud es una recopilación de los casos del parapsicólogo e investigador de lo sobrenatural Jack Sigmund Freud y su experiencia en la Sociedad Enigma en el Massachussets de los años 20...