Capítulo 2 - El Testimonio de Eva

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"¿Te molesta no entender nada? Te confieso que siento tu confusión. Pero te diré esto: eres como un niño que llora al no poder armar su rompecabezas, porque algunas piezas se perdieron. No llores en vano, búscame".

Dijo esto para después desaparecer bajo el manto de una lluvia aguda. Como si hubiera derretido con el aguacero, su efímera presencia me recordó ignorancia...

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Me estacioné enfrente y lo volví a llamar, pero el vago tarda siglos en responder, cuento las llamadas y llevo tres perdidas. Luego por fin me contesta, pero no me deja hablar ya que se contesta así mismo sus dudas del propósito de mi llamada y cuelga de inmediato con la promesa que me recibirá.

Para esperar saque una de mis notas que tenía el nombre de tres testigos que quería visitar en el día. Pero me desanimé cuando me percaté que cada uno vivía separado del otro cada quien lidiando con sus propios demonios. Resulta que tan solo un año eran amigos y ahora no. Me hace recordar un par de cosas, como si este evento ya se hubiera repetido.

Finalmente llega el hombre cuya mente está desconectada de la realidad por las largas horas de sueño, pensé que aparentaba 35 años solo por las ojeras y la suciedad de su cara. Como muestra de empatía trato con él...

-¿Un mal día?

-¿Cuándo no? -contesta en un todo de plomo. Solo hace unos días que me pongo en contacto con él de nuevo y noto que ha cambiado.

-Créeme que me conmueve la fuerza de voluntad que tuviste solo para sacar tu trasero de la cama, pero por ahora necesito algo de ti -sin rodeos tomo su cara con ambas manos y lo agitó de un lado a otro.

-¡Deja las estupideces! El archivo está dentro, pero no tengo café -comenta Bruce alejándose furioso.

- ¿Sin café? ya supongo que mis días están contados...

Tras haber lanzado ese comentario ambos nos dirigimos al interior de la casa donde lo primero que contemplan mis ojos es una sala hecha pedazos, no tienen presentes las fechas festivas por el árbol navideño colgado del techo por sogas con estampado de calabazas y fantasmas de Halloween. Pregunté "¿Qué demonios hicieron para montar un árbol en el techo?" A lo cual solo hubo gagueos y un obvio aire de ignorancia mientras decía "¡Ah! Con que ahí llegó el árbol...". Mínimo yo lo amarro junto al árbol por semejante barbaridad.

Cruzamos a su habitación haciendo de lado que su compañero de cuarto en un desvío a la derecha tenía 3 consolas en uso y en ninguna había terminado un solo juego. Después vino Bruce con un cuarto más o menos decente con un televisor de 24 pulgadas y solo una consola y un solo juego que estaba insertado. Le había preguntado que juego era ese, a lo que él siempre me decía desde que me llamó un día para avisarme que lo había comprado:

-Es el único juego que necesito para disfrutar de la vida una vez más...

Casi parecía poético con esa frase más absurda, yo solo vi la carátula que decía "Perdidos", un juego de pixeles para un Atari restaurada -desilusionándome al enterarme que era capaz de restaurar consolas viejas, pero no era capaz de bajar un árbol de su techo-, éste narraba una historia bastante peculiar. El reverso del cartucho decía que se había replicado en su totalidad un juego de arcade del parque "Wonder City" antes del incendio.

A lo que me pregunto "¿Cuál incendio?"

Claro que en el pueblo las noticias no están interesadas en todos los eventos que ocurren dentro de sus límites -que no son pocos de hecho-, y terminan dando por hecho que lo pasa mal y no hacen nada para avisar que hay vidas aquí también. Casi nadie se entera de lo que sucede aquí porque a nadie le importa. No les importa hasta que sus problemas lleguen a ellos. Estaba sumamente estupefacto por la negligencia de los medios de comunicación de este pueblo.

Una Semana en El ParqueDonde viven las historias. Descúbrelo ahora