Prólogo

8.4K 807 46
                                    

Cuando Taizi Dianxia tomo el poder de los dos reinos al haber derrocado al Emperador Jade, surgieron cambios tanto en los cielos como en la tierra.

Este nuevo emperador era conocido por su aprecio a los seres más vulnerables, aquellos que no contaban con habilidades maravillosas como las suyas o las de sus semejantes para protegerse de todo tipo de desastres que sufrían estás criaturas. Al saberse impotente, pues al ser un tipo de deidad tenía prohibido interferir directamente en asuntos que no le concernían más allá de lo justo, no se quedó de brazos cruzados por lo que finalmente opto por designar nuevos guardianes espirituales del reino celestial para proteger a los más débiles.

Descendientes de quienes en algún momento mostraron empatía por aquellos desamparados o únicamente seres con un corazón amable dieron luz a una nueva generación de guardianes para el mundo terrenal.

Con el paso del tiempo el nuevo emperador se dio cuenta de que a pesar de sus esfuerzos y los de sus guardianes el destino de la tierra era mantenerse en un constante caos, existían conflictos mayores y menores, pero la paz era más un sueño que una posible realidad por lo que eventualmente dejo de luchar contra lo inevitable.

A pesar de esto, seguía manteniendo un corazón dulce y amable, su atención centrada en los que juro proteger.

En una ocasión se fijó en un infante que vagaba tarde por la noche con el rostro sucio y vistiendo harapos. El pequeño no debía tener más de seis años lo que hacía más lamentable su situación.

Hubo algo en él que llamo su atención, capaz fuera su frágil apariencia o la inusual astucia en su mirada cuando de tramar un plan para robar y comer se trataba, puede que fueran ambas o ninguna, pero cuando se dio cuenta el observar a ese niño se había vuelto una rutina que le asombraba.

Su existencia era miserable por no decir menos, no había rastros de sus padres y si bien algunas buenas personas se compadecían de él regalándole algo de comer o unas ropas para vestir, también existían quienes lo trataban peor que a la basura y le echaban a patadas cuando lo veían acercarse. No era una vida fácil, de ninguna manera.

Aun así, aquel niño casi siempre se salía con la suya, demasiado audaz, bastante astuto, bromista y algo descortés, pero dentro de él no existía espacio para la malicia.

A pesar de todo seguía manteniendo un corazón puro, lo cual era desconcertante.

Así continuaron los días, que se convirtieron en meses los cuales terminaron siendo años, su ingenio era sorprendente y sus sonrisas eran dulces. Sin darse cuenta, Dianxia se había encariñado con un infante mortal.

Pero llegaría el día en que se llevaría una sorpresa y está fue cuando se vio totalmente colapsado en atender conflictos celestiales, problemas entre deidades menores y guardianes espirituales que debían ser atendidos con urgencia, gracias a esto su atención se desvió del joven que constantemente cuidaba y de vez en cuando favorecía en secreto.

Lo que no esperaba es que cuando por fin pudo culminar con aquellos asuntos y volvió su mirada a la tierra, específicamente al pequeño para echarle una rápida ojeada se encontró con una escena que rompió su corazón.

En el basto bosque a las afueras de Yiling, sobre la húmeda tierra, rodeado de maleza se encontraba el chico tirado bajo un árbol con el rostro cubierto de moretones, mordidas en sus brazos y ojos rojos, consecuencia del llanto que parecía no querer cesar.

De su boca sangrante se escapaba el vaho causado por el frío de la noche, su respiración pesada e irregular, pero no dándose por vencido para tratar de aferrarse a la vida.

Algo ocurrió, una persona o tal vez un grupo había atacado contra un infante llevándolo a recluirse a un apartado bosque tan grande que se podría tragar esa mínima figura y jamás sería encontrada, expuesto al frío de la intemperie y los peligros de la naturaleza salvaje.

Existió alguien tan ruin para hacerle eso a un joven indefenso y como pocas veces le sucedió, Dianxia experimento asco hacia los humanos.

Que maravillosos y crueles podían ser los humanos, le hacían recordar tiempos ya perdidos en su memoria de cuando él también fue un simple mortal donde experimento tanto las más dulces alegrías como las más terribles penurias.

Su mirada seguía puesta en el chico, el silencio espectral de la noche donde no parecía escucharse ni el mínimo sonido de los grillos o el aullido de los lobos.

Quiere hacer algo por él, salvarlo, darle una segunda oportunidad porque aquel chico probablemente moriría, pero estaba incapacitado de hacer algo a menos que existiera un enorme fervor de continuar existiendo en este plano.

Él podría vivir, pero el precio a pagar suele ser caro.

Es solo que la escena era tan, tan cruel y tan, tan cruda que el sentimiento de inutilidad calaba hondo dentro de él.

Minutos pasaron donde la situación no parecía cambiar, pero fue después de que el joven hombre tosió sangre que miro al firmamento, tratando de encontrar algo que le diera esperanza vivir. Al mirar el gris de su iris siempre lleno de vitalidad el cual ahora se encontraba opacado por la soledad y tristeza se sintió miserable.

Era su fin y ambos lo sabían.

Con la comisura de los labios cubiertos de sangre dio sus últimas palabras mirando directamente a la luna antes de caer inconsciente.

—Por... favor, p-permíteme vivir.

Tras decir eso, sus ojos se cerraron y el cuerpo que albergaba una forzosa existencia al fin se perdió sus fuerzas.

Bueno, eso parecía consentimiento ¿no?

Más rápido que tarde, logro encontrar el alma que pendía de un hilo del cuerpo mortal del joven, está ya casi lista para despedirse de su vida rápidamente caducada para pasar al plano espiritual. Al hacerlo supo que aquel chico tenía por nombre Wei Ying y tras un breve trato llegaron a un acuerdo.

Wei Ying viviría, seguiría existiendo como parte del reino terrenal y a cambio este le entregaría todo lo que le ataba a su humanidad.

En ese momento, el pequeño Wei Ying dejo de ser un huérfano despreciado a convertirse en el guardián del extenso bosque de Yiling.

Dedicando su existencia a proteger el bosque, espantar a los forasteros y custodiar el pequeño pueblo cercano al lugar que cuidaba.

Con el tiempo, la gente comenzó a hablar sobre un atractivo joven que resguardaba el bosque de la vista del hombre, quienes le veían decían que era aterrador, ojos rojos cuál demonio, colmillos enormes que exudaban un aura asesina, pero los niños objetaban que solo era el espíritu de un amable muchacho con orejas de zorro y nueve colas peludas y juguetonas.

Con el paso de las generaciones que iban y venían marcando el correr de los años, lo que alguna vez se temió como un guardián o demonio (depende de a quien le preguntaran) poco a poco fue relegado más a una leyenda que a un hecho real, los creyentes preferían no acercarse, solo algunos pocos niños siendo una ocasional compañía.

Ahora existía por y para los animales y las plantas, jugando bromas a los más atrevidos y guiando a quienes se perdían en el camino a casa. Diariamente dándole gracias a Dianxia por su acto de benevolencia por quien alguna vez fue un miserable muchachito.

Su existencia era feliz, una vida acomodada y con nulas preocupaciones.

Pero como toda rutina, llega el día en que esta debe romperse. 

Guardianes; mdzsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora