Capítulo 9: El viejo amor puede esclarecer el camino del nuevo.

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Si hay una cosa que Wei Ying internamente aborrece es el ayudarle a Wen Qing a cargar con sus compras.

No es que le disguste la compañía de la mujer o el tener que colaborarle a llevar la —en su opinión— excesiva cantidad de suministros que esta compra para almacenar en su casa y así no tener que bajar al pueblo hasta que sus reservas se acabasen, no, Wei Ying está más que feliz de ayudar a esta vieja amiga suya y lo hará siempre que pueda.

El verdadero problema es el disfraz y toda la tortura que esto trae consigo.

Estando a mitades del verano recorriendo un camino escaso de árboles hace que los fuertes rayos del sol se sienten como brasas encendidas impactando contra su piel y las túnicas que Wen Qing le obligo a usar para poder ocultar con más facilidad su cola solo hace todo más odiosamente difícil teniendo que controlar cada momento sus extremidades sobresalientes para evitar llamar la atención.

Lo único que puede darle un poco de paz es el sombrero de mimbre que alcanza a cubrir parte de su cara, pero este mismo tampoco es de su completo agrado, ya que es incómodo al estar aplastando sus orejas.

En conclusión, odia el verano, odia las túnicas gruesas sin importar que estén en mucho mejor estado que sus viejas túnicas, odia los sombreros de mimbre y odia que Wen Qing se pare en cada puesto a hablar con un vendedor para regatear precios como si estuviera haciendo una fresca brisa en vez de un insoportable calor que Wei Ying tiene que aguantar en silencio parado detrás de ella como un niño esperando a su madre.

Pero ama a Wen Qing por lo que el peso de este detalle hace que la lista anterior llena de odio no tenga ninguna valía.

Con la tortuosa rutina de compras culminada solo les queda llevar lo que han conseguido a su casa cargando una parte en una carretilla, así como una cantidad de costales que carga sobre su espalda y mano derecha.

De cierta forma está haciendo malabares con eso, pero no hay otra forma cómoda de transportarlo todo.

Siguiendo un sendero que durante un tiempo careció de arboles Wei Ying suspira de alivio cuando entraron a un sendero lleno de vegetación que apaciguaba un poco el insoportable clima.

—Agarra con más firmeza el costal que llevas en la mano que está a punto de caerse —advierte la mujer que cargando sus propios canastos ha comenzado a subir hacia su casa—. Finalmente, si destruyes algo no me lo pagaras.

Agh, esta mocosa siempre de mal humor. ¡¿Cómo quiere que cargue de manera segura esta cantidad de cosas?!

—¡Claro que lo haré! Te pagaré hasta el último peng si es necesario.

Wen Qing detiene su caminata a media subida de una colina únicamente para darse media vuelta y lanzarle una mirada escéptica a través de esos ojos oscuros enmarcados en un rostro arrugado que ni su propio sombrero termina de ocultar.

—¿Cómo se supone que me pagaras si eres pobre?

Ese fue un golpe bajo.

Puede responder algo como que encontrara la forma de hacerse del dinero, pero ambos saben que eso no sería más que una gran mentira dado que Wen Qing es quien le regala cosas como túnicas y algunas comidas a pesar de no necesitar estas últimas, pero finalmente es Wen Qing quien asume sus minúsculos gastos por el hecho de que él no puede trabajar como lo haría un humano común.

Sale rara vez del bosque y cuando lo hace es enfundado en un disfraz que le da un aura de misterio entre las personas del pueblo, eso sin contar que todos le miran raro cuando notan como un muchacho flacucho que no se deja ver ni por el sol es capaz de cargar una barbaridad de bultos que nadie más puede. Por lo que no, trabajar para conseguir así sea una pieza de cobre no es una opción y eso ambos lo saben bien.

Guardianes; mdzsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora