Capítulo 1: La nieve que llega en primavera.

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El bosque de Yiling es enorme, más de lo que puede explicar, extendiéndose de frontera a frontera, cercano solo a pequeños pueblos de los que nadie además de sus habitantes sabe su nombre.

Como guardián del bosque, Wei Ying conoce su bosque de extremo a extremo, puede ubicarse con facilidad sin importar en donde este, jugando con los animales del lugar, protegiendo a las presas más fáciles cada que encuentra oportunidad y cuidando de la vegetación del lugar con devoción es que el guardián se ha vuelto uno con su bosque.

El bosque, al igual que todo lugar existente, mantiene energía la cual usualmente está regulada, incluso en los tiempos de mayores incidentes donde se involucraron desde cazadores hasta desastres naturales, el equilibrio de dicha energía no fue mayormente alterado.

Conociendo a las personas del lugar a la perfección en los cortos paseos que se anima a dar cuando es más una necesidad que un lujo dejar su puesto atrás por un momento, los animales que conviven con él e incluso alguno que otro espíritu menor que se ha encontrado, es consciente de la cantidad de energía que emana cada ser existente y como está afecta en cada lugar en el que está presente es que puede mantener un control sobre la situación sin esforzarse demás.

Es por eso que en el momento en que siente su piel hormiguear y las colas erizarse que sabe algo ha ocurrido.

Mira al cielo, encontrándose con una bandada de pájaros que vuelan asustados, alejándose lo más posible del lugar y confirma la situación, lo ocurrido fue en lo profundo del bosque, donde una considerable cantidad de animales opta por habitar.

Gime al darse cuenta de la lejanía, él esta casi que a la salida donde con solo adentrarse un poco cualquier humano lo puede ver. Debe apresurarse para conocer el problema y manejarlo.

Ah, tan tranquilo que iba el día.

—Maldición.

Regala una última mirada a la familia de faisanes a la que había estado molestando solo un poco al corretearlos, triste promete volver más tarde a lo que los animales parecen entenderle y atinan a correr lejos de él.

Desganado, observa el firmamento, justo donde vio a las aves escapar despavoridas hace segundos, puede sentir que de ese punto emana una tenue energía, diferente a la que ha conocido antes.

Aquello lo descoloca un poco al contar el hecho de que si la peculiar energía se siente hasta donde él se encuentra es que la fuerza de esta es mayor a la que ha conocido alguna vez, lo suficiente para hacerse notar pese a la distancia y no camuflarse ni de la forma más sutil entre las demás.

Es preocupante y fascinante, no va a mentir con lo último.

Con rapidez se despoja de sus ropas, dejándolas pobremente dobladas a un lado suyo, cierra los ojos, haciendo fluir su qi a través de las redes espirituales dentro de sí, un cosquilleo recorre su cuerpo, la calidez de dicha energía partiendo desde su núcleo y recorriendo su cuerpo le hace soltar un pequeño gemido de satisfacción.

Nunca se cansará de aquella sensación.

Cuando abre los ojos nuevamente, es mucho más bajo que antes, su piel ahora está cubierta por un espeso pelaje negro, el olfato se ha agudizado al igual que el oído, las colas se pueden mover con mayor libertad.

Convertirse a su forma espiritual sigue siendo tan placentero al igual que la primera vez. Además de otorgarle ventajas como la agudeza de sus sentidos y agilidad en los movimientos.

Toma la ropa entre sus fauces, cuidando de no rasgarla pues no es que tenga demasiada y tampoco es que sea muy fácil de conseguirla.

Listo, se echa a correr con toda la rapidez que sus patas se lo permiten, siguiendo el sendero que el punto de qi le marca, la ráfaga de viento golpea contra su hocico, gotas de agua cayendo sobre él cada que atraviesa arbustos o choca con plantas, sus extremidades se esfuerzan para llevarlo lo más rápido posible, redirigiendo energía a su parte trasera utiliza sus colas para impulsarse y conseguir mayor velocidad.

Guardianes; mdzsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora