Prólogo + Anuncio*

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Este es un borrador sin editar  y no está completo. A lo largo de la historia se pueden encontrar errores de redacción, ortografía, contexto y demás.

***

Samantha

No podía creer que ese momento había llegado. Después de meses escogiendo la mejor universidad dentro de mis posibilidades, estaba ahí, viéndome en el espejo, imaginando los próximos años de mi vida en ese campus, en esas aulas que solo visité una vez.

La WHJ era una universidad estatal al norte del país, en la capital, que acogía a miles de estudiantes cada año y que después de esforzarme desde que tenía uso de razón, podría experimentar el sentimiento y satisfacción de estudiar en una institución así.

- ¡Samantha! Baja de una vez, llegaremos tarde. - gritó mi madre. Ella era una señora bajita, tenía una melena castaña y ojos oscuros.

Me miré al espejo por última vez, alisé mi ropa con las manos y suspiré. Mi cabeza daba vueltas, sudaba por los nervios y no dejaba de morderme las uñas. Mi vida cambiaría después de subirme al auto y dejar esa casa, esa ciudad y a mi familia, lo presentía.

Tomé aire para tranquilizarme y bajé a la cocina donde estaba la mujer que me dio la vida. Su vestido floreado hasta las rodillas, sus zapatos diminutos y su collar de perlas me hicieron sonreír. Ella me imitó y rompió en llanto ocasionando que su rímel se corriera.

- El auto ya está cargado. Tu padre ya lo encendió y nos está esperando. - un sollozo se escapó de sus labios y me abrazó fuerte - No puedo creer que mi pequeña se vaya a la universidad.

- Ya no soy tu pequeña ma, ya crecí. - sonreí con nostalgia e intenté retener las lágrimas que amenazaban con salir de mis ojos. En sus brazos me sentía segura, y temía que la distancia me acobarde impidiéndome aprovechar mi estancia en la universidad. Mi padre entró en ese momento y se unió al abrazo. Al parecer, había escuchado todo.

- Tú siempre serán nuestra pequeña, princesa. - y eso fue suficiente para que empiece a llorar. Los abracé más fuerte y les di un beso en la mejilla a cada uno. Los iba a extrañar demasiado.

Levanté la ultima caja que había en la encimera de la cocina y salí en dirección al auto detrás de mis progenitores. Subí y abroché mi cinturón mientras pensaba en todo lo que se venía. Miré por última vez la casa en donde crecí y el auto empezó a moverse.

El estrés y la noche de insomnio me estaban pasando factura así que recosté mi cabeza en el asiento y conecté mis audífonos. La música se escuchó cada vez más lejos y de un momento a otro, todo era oscuro y solo paz y tranquilidad me rodeaban.

Mi sueño fue como un recuerdo. Yo era una pequeña y estaba sentada con mis padres en el jardín. Los tres comíamos pan con mermelada de frambuesa y tomábamos limonada. Mi padre hacía burbujas y yo aplaudía. Todos sonreíamos y todos éramos felices.

Una exclamación me sacó de mi paraíso. La dueña de tal sonido, mi madre, miraba y señalaba encantada por la ventana. Me apresuré a pegarme a la mía y yo también solté un grito al ver tal maravilla frente a mis ojos.

El campus era grande, tenía lindas y estrechas calles, cafeterías, algunas tiendas, fraternidades y la residencia de estudiantes. Parecía una mini ciudad llena de universitarios y gente completamente independiente. Todos los estudiantes caminan tranquilos, algunos montaban bicicleta y otros se despedían de sus padres. Era increíble.

Esto era todo lo que había soñado, todo lo que alguna vez deseé y estaba ahí, frente a mí, abriéndome sus puertas y marcando el inicio de una nueva etapa en mi vida.

Gabriel

Ese año iba a ser increíble, iba a cumplir uno de mis sueños e iba a honrar a mi abuelo, mi modelo a seguir y la persona que significaba la llave y la puerta para todo lo que tenía entre manos. Cualquier príncipe debía estudiar para gobernar y por eso estaba ahí, en ese lujoso auto negro a solo un paso de lograr lo que siempre había deseado.

Mi padre, el rey, me dió a elegir una carrera, la que yo quisiera, para ser un poco menos ignorante al momento de gobernar y obviamente para llevar a cabo su plan y en parte el mío, aunque él no era consciente de ello. La lista que me había dado era inmensa y cuando tuve que tomar la decisión opté por lo que probablemente me funcionase o me sirviese en un futuro.

Julián, la mano derecha de mi padre, me dejó en la puerta de la residencia de estudiantes. El rey quería comprarme un departamento fuera del campus pero logré convencerlo de que quería una experiencia más normal. Necesitaba conocer gente y hacer una lista con las candidatas. Era indispensable que consiga una chica dispuesta a ayudarme.

- Majestad, es aquí. - habló Julián sacándome de mis pensamiento. El trato era simple, yo estudiaba ahí y nadie sabía de mi identidad. Mi padre se había encargado de darme una nueva a identidad, de hablar con las autoridades de la institución y de todos los tramites de ingreso.

- Ya te dije Julián que ahora solo soy Gabriel. - bufé. Era la décima vez que se lo decía en todo el viaje y no entendía. Si esto seguía así, pronto todo el mundo iba a saber realmente quién era.

- Disculpe príncipe Gabriel pero es hora de bajar sus maletas. - Julián bajó del auto y empezó a descargar mi equipaje mientras yo revisaba mis mensajes.

Después de bajar todo, caminamos hacia la recepción y tocamos una campanita que había en el centro del mostrado. Un señor calvo y bajito, salió de la nada con varios papeles en la mano  y me sonrío amablemente dándome a entender que en un momento me atendería. Aburrido encendí un cigarro y le di una calada.

- Buenos tardes, - dijo el recepcionista luego de guardar los documento en unas cajas organizadoras que tenía detrás suyo -  bienvenidos a la residencia de estudiantes de la WHJ. Me encantaría atenderlo pero antes debe apagar ese cigarro. Está prohibido fumar aquí. - Apreté los labios en una fina linea y lo apagué. - Ahora sí, mucho mejor. ¿Me podría dar su nombre por favor?

- Claro, soy Gabriel Riberet. - traté de ser lo más amable posible, pero todo me irritaba. Solo quería llegar a mi habitación y empezar con la selección.

- Ah sí, aquí estás. - dijo señalando una lista - Bueno Gabriel, tu habitación es la 207. Esta es tu llave. Cualquier cosa que necesites me avisas. - Sacó una tarjeta y una libreta. - Te entrego también las normas de la residencia para que no ocurra ningún incidente. - Agradecí con un movimiento de cabeza y sin despedirme caminé hacia las escaleras en busca de mi habitación con Julián y las maletas detrás mío.

Mientras caminaba, pensaba en cómo iba a hacer que un chica haga lo que necesitaba. ¿Dónde iba a conseguir a una dispuesta a casarse conmigo?

TÚ ERES MI PRINCESA ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora