Capítulo 3*

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Samantha

No podía dormir, las palabras del príncipe se repetían en mi mente una y otra vez.

¿Estaba dispuesta a casarme con Gabriel solo por ayudarlo? ¿Se le podía negar algo al príncipe? ¿Qué perdería si lo hiciera?

Mi objetivo en ese momento era la universidad, debía enfocarme pero, ¿Qué tan malo podía llegar a ser?

Me cambié mi pijama por un top, unos shorts, una chaqueta y mis zapatillas; saqué las llaves, mi billetera y mi teléfono, y salí con dirección a una cafetería. Necesitaba pensar.

En el campus ya todo estaba cerrado. Mi reloj me recordó que eran más de la 01:00 am y no tuve más opción que tomar un Uber al centro de la ciudad.

Todo el lugar estaba iluminado y desde el interior del taxi se escuchaba la música que salía de cada uno de los locales. Lo único abierto eran bares y discotecas y yo por ser menor de edad no podía entrar.

Pagué y me bajé en una calle que estaba llena de chicas con putivestidos y chicos con más botones desabrochados que abotonados en sus camisas. La gran mayoría estaba formando largas colas para entrar a los locales.

Caminé por cuadras y cuadras y parecía que seguía en la misma. Todos los locales eran iguales, todas las personas hacían fila y todas la personas usaban ropa ridícula.

Giré en una esquina y ví que cada vez había menos gente y menos música. Continué mi camino por al menos diez minutos y por la vestimenta de las personas y por el ambiente me di cuenta que había lleguado al lugar que estaba buscando.

Entré al local más escondido y oscuro, me senté en la barra y tal como lo imaginé, no me preguntaron ni mi edad, ni me pidieron mi identificación.

- ¿Qué te sirvo? - Un señor viejo, con una barba blanca y un tatuaje de calavera en el hombro derecho salió de la oscuridad de la barra. 

- Una cerveza helada.

Empecé a tomar de a pocos mi cerveza mientras pensaba e intentaba ordenar mis ideas. La cerveza se acabó y cuando me di cuenta ya tenía tres botellas vacías sobre la mesa y una en la mano.

El local me parecía más oscuro que al principio y no podía ver más allá de mi nariz. ¿Se fue la luz? Sentía las extremidades pesadas al igual que mi lengua y la ligereza con la que hacía cada movimiento me desconcertaba. No le tomé mayor importancia y me concentré en mis pensamientos nuevamente pero un dolor de cabeza insoportable no me lo permitió.

- ¿Qué te preocupa tanto como para que frunzas el ceño? - escuché una voz grave pero chillona.

- ¿Qué? - creo que estaba drogada.

- ¿Por qué frunces el ceño si eres tan guapa? No lo tomes mal pero no te queda eso de estar seria. - esa voz otra vez.

- ¿Qué? - estaba confundida. No sabía quien me hablaba y tampoco entendía lo que me quería decir.

- Te vas a arrugar querida.

- ¿Dios? - La voz se rió.

- Mejor guapa.

- ¿Puedo hacerte una pregunta? - una voz ingenua y de niña aterrada salió del fondo de mi garganta. 

- Está bien.

- ¿Me comprometo con él o no? - en mi cabeza, la idea de dejar en manos de una voz extraña la decisión me pareció una idea estupenda.

- Qué pregunta para interesante. ¿Lo amas?

- No.

- ¿Te ama?

- No.

- ¿Te conviene casarte con él?

TÚ ERES MI PRINCESA ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora