Capítulo 13*

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Samantha

Cerré la llave de la ducha y me envolví en una toalla blanca. Pasé mi mano por el espejo empañado y vi mi reflejo. Tenía ojeras, mi cabello estaba lleno de nudos y tenía los brazos y piernas completamente rasguñados. Abrí los cajones del tocador y encontré cientos de cepillos de dientes, peines, ligas para el cabello y preservativos. Desenredé mi pelo, me hice un moño despeinado, me lavé los dientes y me hidraté la cara con productos que encontré en otro mueble. Cuando salí a la habitación la cama ya estaba tendida y había una bandeja con jugo, un omelette, panqueques, café, ensalada de frutas y panes sobre el edredón blanco perfectamente extendido. Caminé hacia la puerta para confirmar que esté con seguro y luego busqué un poco de ropa en el armario. Nada, no había nada. Me quedé en toalla, me senté en la cama con las piernas cruzadas y prendí la televisión en las noticias.

"Hay sospechas de que la reconocida mafia de los Satschwoisci siga en pie, Las fuerzas especiales de la nación están buscando pistas y solicitan que cualquier información se les haga llegar a través de el número 9306 7262 8219"

Me negaba a creer que Gabriel tenía algo que ver con esto, él era Gabriel, el príncipe que era obligado a casarse, el Gabriel que que toda su vida vivió dentro de una burbuja de lujos y comodidades. Agarré una uva y me la llevé a la boca tratando de recordar un momento feliz. Estaba cansada de todo eso de las confabulaciones, estaba cansada de siempre sentirme mal o angustiada. Solo quería regresar a mi casa y encerrarme en mi habitación por el resto de mi vida.

Por otro lado estaba Marcus que por algún motivo era imposible de odiar. Quería estar realmente furiosa, despreciarlo y desearle el mal con todo mi ser pero no podía. Algo en él me hacía reconsiderar la opción de perdonarlo, de no abandonar toda la confabulación. No sabía qué hacer, a parte, lo que Marcus había dicho sobre mi seguridad era cierto.

Un leve toque en la puerta me hizo dar un salto. Instintivamente me escondí detrás de la cama y no respondí para no ponerme en evidencia.

- Señorita, soy Jimena. El joven Marcus me mandó a comprarle ropa, se la dejo aquí afuera. - Su tono fue todo menos cortés pero decidí no pensar en el motivo y concentrarme en lo importante. 

Salí de mi escondite sigilosamente y en fracciones de segundo abrí, recogí la bolsa con ropa y cerré la puerta cuidando que nadie me vea. Me senté en la cama y abrí el paquete encontrando un vestido color melón, unos tacones rojos, unos lentes de sol  y una pañoleta del mismo color de los zapatos. Me encerré en el baño y me vestí cuidando de no raspar mis heridas, me hice un moño alto y envolví la pañoleta al redor de mi cabeza para cubrir mis facciones. Me miré al espejo comprobando lo bien que me quedaba todo, el vestido se ajustaba a mis curvas, los zapatos estilizaban mis piernas y la pañoleta le daba un toque coqueto y elegante a mi vestimenta.

Me coloqué los lentes de sol y tratando de hacer el menor ruido posible, abrí la puerta. Caminé de puntillas por el pasillo, bajé las escaleras en completo silencio y crucé la sala en cuestión de segundos. Cuando llegué al lado del ascensor oí voces en el piso de arriba y luego pasos. Las probabilidades de que Gabriel me reconozca eran altas y yo no tenía ánimo para actuar o dar explicaciones.

Lo primero que se me vino a la cabeza fue correr hacia la cocina, y eso hice. Cuando entré, la tal Jimena me vio con pena y no pudo evitar soltar una carcajada que la disimuló tosiendo. Ahora que la veía bien, pude notar lo bonita que era. Debía tener uno o dos años más que yo, era alta y esbelta, su cabello lacio era color miel al igual que sus ojos y tenía una boca redonda y carnosa. No lo podía negar, era una chica preciosa y de alguna forma me daba celos el hecho de que ella trabajase en esta casa la mayor parte del día y pasara tanto tiempo con Marcus. Caminé con toda la elegancia que pude y me posé con el mentón en alto frente a ella.

TÚ ERES MI PRINCESA ©️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora