-¡Naruto! ¡Mírame, estarás bien! Mírame... ya viene la ayuda... solo un poco más. ¡Naruto!
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De acuerdo, esto es lo que sucede:
Primero hay mucho dolor, todo duele, es tu cuerpo herido... es natural; está luchando tu cerebro porque tú vivas, lo intenta todo, detiene procesos innecesarios y usa toda tu energía para mantenerte vivo, por eso duele; tu corazón bombea sangre por unos escasos segundos y tu cerebro está en alerta pero es imposible hacer algo al respecto, tú lo sabes, sabes que esto se acabó y entonces supongo que el miedo también duele. Es que es intenso, demasiado. Admito que es parte del proceso: el miedo ayuda a que se acabe más pronto.
El corazón deja de bombear sangre, aunque alguien te esté ayudando al mil, eso va a suceder. Y como la sangre ya no pasa por tus pequeñas venas, la circulación se estanca y sientes cómo sucede desde los dedos de tus manos y de tus pies (los primeros en sufrir esa falta de líquido carmín). Tu piel se torna rígida en minutos.
Y parece que caes pero no caes, tocas el suelo, ellos tocan tus manos intentando darte ánimos, sientes que te presionan por luchar, la vida te exige hasta los últimos segundos pero pierdes. Los pierdes a ellos. A tus amados que te observan y te gritan, te ruegan que te quedes y luches. Todo eso pierdes.
Entonces sí que caes. Caes por horas enteras, con el desespero en tus músculos inertes y sus gritos, llantos, peticiones, culpas. Y la tuya. Y tus ganas de vivir. Caes, caes, caes, con la incertidumbre de lo que vendrá si es que viene algo después. Incluso dudas luego de un tiempo en que sigues así o piensas si esto es lo que llamamos eternidad. Pero aun te duele esa herida profunda en tu cuerpo y sientes como derramas la sangre, tu más importante líquido y notas toda la que tienes. Te maravillas de lo que es un cuerpo. Te maravillas de tu propio cuerpo.
Ojos.
Manos.
Fuerza.
Cerebro.
Sangre.
Boca.
Agua.
Corazón.
Venas.
Piel.
Dolor.
Tus labios se vuelven pálidos y tu cuerpo, si antes no te gustaba, menos ahora con esa fea mancha púrpura formándose sin piedad en tus partes más bajas de acuerdo a cómo quedes en ese final. Recostado vertical, horizontal, sentado... bueno, ahí lo tienes, esa mancha te lo dirá.
Lo que ahora te duele alguna vez te sirvió para sentir maravillas en vida: abrazos, caricias, palabras, miradas, promesas, sensaciones. Todo se acaba y se acaba con tristeza, con dolor, con miedo. Pero caes, caes y caes y es tanto el énfasis en esta palabra y esta acción que comienzas a acostumbrarte al vértigo.
Son solo minutos en ese lado de los vivos para que el olor comience y dejes de ser atractivo, las cuencas de los ojos se hunden. Como si te desinflaras. Quizá el alma es el aire que tenemos dentro, no lo sé. Divago. Lo que sí se sabe es que es que el rostro se deforma un poco. Es normal, a todos nos va a pasar, las células dejan de recibir oxígeno y aquí va algo que quizá no sabías: al no recibir oxígeno, las células liberan unas enzimas para digerirse a sí mismas. Se le llama autolisis, es una autodigestión. Vaya, nos volvemos nuestro mejor enemigo. Nuestro determinante. Nos... ¡Nos comemos a nosotros mismos!
Primero empiezan con el cerebro, para que si tenías una oportunidad de vida, se vaya. Al fin. Luego el hígado, el más tardío de enfriarse, (por eso lo usan para revisar la hora de muerte). Se descomponen los capilares y te tornas gris.
A los minutos de irnos del cuerpo, ya están usándolos nuestros mismos bichitos, comiéndonos desde el primer segundo, traicioneros parásitos que se dedican a volvernos feos e inhabitables después.
Durante todo este proceso, tu alma se está saliendo, estás y no estás ¿comprendes? Deja de ser tuyo tu cuerpo pero de alguna manera lo sigues ocupando. Igual, si has sufrido depresión, entiendas un poco esto de ser intruso en tu propio cuerpo ¿no? Pero aumenta la potencia, porque ahora ya no está solo en tu mente. Ahora es la verdad de todo.
Estás luchando un poquito, ya sin muchas fuerzas, como solo por mera obligación instintiva. Recuerda que el ser humano es un animal y hasta el último momento, nuestro instinto de supervivencia está ahí.
Luego escuchas el grito de dolor de tu madre, conociéndola o no, sabes que es ella, y la luz te aturde y el alma al fin se suelta por completo del cuerpo. Lloras, eres un bebé de nuevo y caes. Sigues cayendo notando que de alguna manera, para salir del cuerpo había que nacer de nuevo desde tu madre. Sientes el calor de sus entrañas abriéndose dolorosamente por ti, sientes el sacrificio y el ímpetu de vivir se extiende por todo tu cuerpo, desde el centro de tu estómago, conectado a tu mamá. Sientes el choque eléctrico que entra en tu ombligo y se esparce por tus miembros ya sin tu control, lo sientes tocar tus yemas de los dedos y luego se va. Se va el impulso de vivir tal como llegó.
Tal como es la vida.
En un parpadeo.
Vives de nuevo esa fiesta de cumpleaños, de inmediato, no te deja disfrutarlo. Vuelves a sentir ese orgasmo. Mientes de nuevo. Vuelves a llorarle a esa persona. Te asustas otra vez. Te ríes a carcajadas frente a ese bello paisaje, le gritas a esa persona, sacas de nuevo todo tu coraje en un grito, recibes los escalofríos de la lluvia y el sabor a café se queda en tu boca por última vez. Y se va. Tú te vas, de hecho. Tus cosas se quedan. Tus recuerdos se quedan. Tu nombre se queda.
Y al final mueres.
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Así despertó Naruto, perdiendo sentidos, ciego, sordo, sin sabor en su lengua, sin olores a su alrededor. Se sentó sin saber si estaba de cabeza, pues no hay suelo si lo palpa pero está sentado. Quizá si no hay suelo, sigue cayendo. Pero antes sintió un golpe así que hay la posibilidad de haber tocado fondo ¿no?
Confundido no está, sin embargo.
Es el fondo, lo más profundo de la línea divisora entre la vida y la muerte.
Naruto está muerto.
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Muerte, camino, cielo.
Fanfiction-¡Naruto! ¡Mírame, estarás bien! Mírame... ya viene la ayuda... solo un poco más. ¡Naruto! . . . Así despertó Naruto, perdiendo sentidos, ciego, sordo, sin sabor en su lengua, sin olores a su alrededor. Se sentó sin saber si estaba de cabeza, pues...