2. Sueños volátiles

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2. Sueños volátiles
El muchacho de aspecto extraño le miraba con los ojos abiertos de par en par y con la boca ligeramente abierta, casi como si le asombrara de manera descomunal que el estuviera sobre el suelo con la cabeza posiblemente sangrando.

—¿Quién eres tú?— Preguntó el muchachito ahora con el entrecejo fruncido —¡Mi madre te envío seguramente!

—Si seguro— Dijo Mean mientras se incorporaba un poco —Ella me envío a recostarme en tu piso y sangrar.

El muchacho dudó un poco pero aun así le tendió una mano al castaño para ayudarlo a ponerse de pie —Entonces, ¿Quién eres?

Mean tomó la sucia mano del muchacho y se impulso en ella para poder ponerse en pie.

—¡Esa pregunta debería hacerla yo!— Exclamó algo molesto Mean hacía la hostilidad del contrario.

—Es imposible que estés aquí y no sepas quien soy— Dijo algo sorprendido el mas bajó.

—Bueno pues no lo se— Agregó el castaño llevándose una mano a la cabeza y viendo alrededor —¿Dónde están Fluke y Saint?

El muchacho pelinegro le miró con duda al no entender lo que pasaba, ni de donde o cuándo había llegado aquel chico de ropas extrañas hasta su habitación, por lo que intento acercarse mas a el, pero al mover su pie derecho la cadena que lo mantenía atado a su cama hizo un ruido escandaloso, recordándole que sus movimientos eran escasos. Así que decidió olvidarlo y volver su atención al castaño que revisaba los libros de su pequeña estantería.

—¡Oye! ¡Deja de husmear mis pertenencias!— Reclamó el encadenado.

—“Hechizos de simples a difíciles"— leyó Mean en un tono algo burlesco —Estas peor que Fluke— Dijo para después dejar el libro donde estaba y volver su atención a su acompañante.

Mean lo miró de pies a cabeza, notando entre sus tonto atuendo unas enormes gafas circulares y uno de sus pies atado a una cadena. Se comenzó a preguntar realmente si aquel chico había estado ahí desde que entro a la habitación, o simplemente el golpe le estaba afectando la cabeza.

El castaño se acerco hasta quedar frente al chico, tomando entre sus dedos un mechón de sus negros cabellos, que a pesar de la escasa luz que había en la habitación, pudo notar lo brillante y suave que era.

«Casi como un príncipe» Pensó Mean para después soltar el mechón de cabello y mirar al asombrado muchacho.

—Tú…De verdad no sabes quién soy— Afirmó el chico perplejo —Yo soy…

El muchacho estuvo a punto de presentarse pero el estruendo de la puerta, -siendo bruscamente abierta- le interrumpió causándole pánico al pelinegro.

—¡Tienes que irte antes de que ella entre aquí!— Alarmó el chico tomando a Mean de la mano e indicándole que se sentara en la cama.

—¿Porqué? Éste castillo es propiedad pública— Dijo Mean aún sin entender del todo lo que ocurría, pero obedeciendo a su acompañante.

El muchacho más bajo colocó su mano derecha sobre los ojos del castaño, dejándolo a ciegas, y recitó unas palabras bastante rebuscadas que poco a poco le hacían eco en su cabeza, hasta que no escuchó más ruido en el lugar que su propia respiración agitada.
Mean abrió los ojos encontrándose de nuevo solo en la habitación, no teniendo mas luz que la de su linterna. Se puso de pie y un ligero mareo le invadió pero nada que no pudiera manejar o impedirle salir de ahí para rencontrarse con sus amigos, los cuales ya estaban reunidos en la sala principal mientras discutían sobre ir a buscarlo.

Gato NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora