7. Promesas

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31 de octubre de 1520


La lluvia caía tormentosamente en aquella noche del 31 de octubre; en donde ruidosamente dos almas asustadas y cansadas corrían con temor por los mojados pasillos de aquel castillo, ambos con las manos entrelazadas, los zapatos sucios de lodo y la ropa y cabello mojados. Huían de aquellas mujeres de vestido negro que les perseguían con furia y eran lideradas por la reina de vestido verde, Lawan.

Cansados de tanto correr ambos muchachos entraron en una habitación vacía y obscura, cerrando la puerta tras de sí, e intentando tomar algo de aire para después continuar con su apresurada carrera hacia la puerta.

—Estoy muy cansado— Murmuro casi sin aliento el pelinegro —Es mejor que escapes sin mí.

—Eso no pasara Plan— Dijo de igual forma el castaño —Si logramos salir de aquí será juntos, ¿Entiendes?

—Por primera vez... —Plan hizo una pausa para tomar aire —Tengo miedo de que pueda lastimarte Tin.

Tin negó sujetando a Plan entre sus brazos y frotando su barbilla suavemente por sus cabellos azabaches, le susurraba al oído que todo estaría bien que todo lo malo se acabaría pronto y una vez fuera de ahí, ambos serian muy felices junto a los padres de Tin y fuera de aquel tenebroso pueblo. Todo esto mientras el menor lograba calmar sus berridos asustados.

Sin embargo, el destino no les tenia eso en fila ya que mientras los jóvenes se mantenían temblando de frio en aquella habitación; la mujer de vestido verde sonreía de forma macabra tras la puerta mientras escuchaba el débil llanto de Plan y los tiernos susurros de Tin.

—¡Los encontré! — Grito con una emoción escalofriante al entrar en la habitación, pisando los estrellados lentes de Plan en el proceso, los cuales estaban abandonados sobre el suelo.

Ambos se sobresaltaron ante la presencia de la mujer y las jóvenes aprendices que iban junto a ella, quienes en un hábil movimiento lograron separar las manos -curiosamente heridas- de los muchachos, sujetando al príncipe Plan entre las dos y dejando a Tin sobre el suelo encadenado a manos de la reina Lawan.

Plan luchaba desesperadamente por zafarse del fuerte -y algo quemante- agarre de las brujas, pero todos sus esfuerzos eran en vano ya que las dos mujeres eran mucho más fuertes que él, tanto física como espiritualmente.

Casi podía sentir sin fin cerca.

—¡Déjalo ir por favor! — Grito en desesperación Plan —¡El no tiene nada que ver contigo ni conmigo!

—Por supuesto que no lo hare— Dijo Lawan en un tono divertido —El me traiciono y deberá pagar por ello.

La mujer de giro hacia el muchacho que hacia en el suelo con las manos entrelazadas y aparentemente inconsciente, lo sujeto por el cabello para levantar su rostro, de piel ligeramente bronceada, una quijada marcada y perfecto porte atractivo. Demasiado perfecto para ser un plebeyo sin dinero.

—Lo matare y venderé su alma por más juventud— Especto la mujer para después dejar caer la cabeza de Tin sin cuidado en el suelo.

—¡Basta por favor! ¡Déjalo ir! — Volvió a gritar el pelinegro —Si lo dejas ir prometo dejar la hechizaría y todo lo relacionado, ¡Seré tu esclavo para siempre!

La reina Lawan volvió a reír ante las palabras de su hijo y con una sonrisa en el rostro camino hasta el sujetándolo del cabello de manera ruda.

—No lo hare— Dijo silaba por silaba —Tu castigo será mucho peor que pasar un encierro en vida. Será mucho, mucho peor— Lawan soltó el cabello de Plan tras observar con la mirada aterrada del niño se volvía un rio de la lágrimas —Lleven a Plan al calabozo mientras me encargo de Tin.

—¡Si señora! — Contestaron ambas mujeres para después llevarse a Plan entre jalones y gritos de desesperación.

Una vez encerrado en la celda ambas brujas salieron del calabozo dejando al pelinegro solo, erguido en el rincón de las cuatro paredes y hipando mientras que ataba un listón rosado en su mano herida, recitando una extraña leyenda en ruso hasta que el listón fue envuelto en su mano en su totalidad.

—Un simple hechizo para tu alma Tin— Murmuro con una débil sonrisa, que pronto se convirtió en un llanto desconsolado —Lo lamento Tin— Lloraba el muchacho mientras escondía la cabeza entre sus piernas.

El muchacho había herido su mano y la de Tin con la finalidad de crear un lazo con el castaño, pero una vez que fueron separados y ya no le importaba ni su vida misma, solo pudo crear un leve hechizo para que la reina Lawan no pudiera tomar el alma de su enamorado.

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La falta de aire de nuevo estaba siendo presente por lo que Mean volvió a abrir sus ojos rápidamente, viendo aquella silueta de mujer, tomándole por el cuello; solo que esta vez pudo divisar exactamente como era aquella mujer que lo sujetaba. Era su propia madre y frente a ella, y sobre el pecho de Mean, aquel gato de pelaje negro.

En un intento desesperado por pedir ayuda, Mean logro derribar su despertador logrando así golpear a sus amigos que dormían en el suelo junto a su cama.

—¿Señora Phiravich? — Pregunto un adormilado Saint tratando de enfocar la escena —¿Qué hace? ¡Señora Phiravich! —Grito alarmado al observar lo que, hacia la mujer, levantándose del suelo rápidamente e intentar apartar a la mujer.

—¡Oh vamos Saint! De nuevo con las pesadillas...—Fluke se quedo callado al ver la escena frente a sus ojos.

—¡Ayúdame Fluke! — Grito Saint.

Fluke asintió y rápidamente sujeto a la mujer del otro brazo logrando quitársela de encima a Mean. La señora Phiravich en su pelea por volver a tomar del cuello al castaño, golpeo en la mejilla a Saint por lo que Fluke apretó el brazo de la mujer hasta que cayo desmayada.

Y aquel gato negro salía corriendo por la ventana.

—¿Estas bien Mean? — Preguntaron a la vez Saint y Fluke, tomando asiento junto al castaño en la cama.

Mean asintió con la respiración entrecortada, sujetando su cuello con una mano y observando el cuerpo inconsciente de su madre.

Ahora ya lo entendía todo.

Gato NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora