8. Ayúdame a salir

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El trio de amigos caminaba por el obscuro camino que los llevaba al castillo Kijworaluk con nada mas que una linterna en mano y un aterrador escalofrió en la espalda; en especial Saint y Fluke, quienes ya sabían sobre los sueños que había tenido Mean y con ello la razón del porque se había visto tan empeñado en aquel lugar.

—Llegamos— Anuncio Fluke con la respiración algo agitada —Estas seguro de que quieres entrar ahí— Pregunto dirigiéndose al castaño, quien solo asintió como respuesta.

—Alguien debería quedarse a vigilar, ¿No creen? — Sugirió Saint dando un paso al frente señalando a Fluke —Tu deberías esperar.

Fluke acepto sin excusas y un tanto extrañado de que el miedoso de su amigo fuera el que decidiera entrar. Mientras que Saint solto un gran suspiro y tomando valor sujeto la mano de Mean para que después ambos ingresaran en el castillo.

—¡Tengan cuidado! — Grito el pelinegro mientras los veía alejarse.

En el castillo todo estaba exactamente igual que en su ultima visita, solo que esta vez, a Mean le destellaban pequeños recuerdos con color por cada habitación que cruzaban hasta llegar al recibidor, y justo frente a ellos las tres puertas de madera. Saint soltó la mano de Mean, le dedico una pequeña sonrisa de apoyo y con algo de tristeza dejo cruzar a Mean la puerta solo.

—Si necesitas ayuda aquí estaré— Dijo Saint en voz alta a la vez que veía al muchacho subir las escaleras hasta desaparecer en la obscuridad.

Hasta que por fin el muchacho se vio frente a la puerta de madera iluminada solo por una la luz de la linterna; Mean suspiro profundamente y abrió la puerta encontrándose con la vieja y sucia habitación de Plan, sintiendo un sentimiento de tristeza oprimiéndole el pecho, era como si aun pudiera ver al chico sentado sobre la orilla de la cama, recibiéndole con una sonrisa emocionada.

Ignorando un poco aquel sentimiento camino por la habitación hasta llegar a la -ahora- vieja repisa de madera, encontrándose con un libro bastante familiar de pasta verde. El castaño tomo el libro entre sus manos y lo hojeo hasta que una vieja y arrugada nota llamo su atención.

<<Siempre cambiare las rosas por ti...>>

Mean frunció el entrecejo confundido al no recordar la procedencia de aquella nota escrita en pulcra letra y escondida en un viejo libro de botánica antigua. Volvió a dejar el libro donde se encontraba, y camino por la habitación hasta toparse con la silueta de una mujer.

—Realmente creíste que podrías liberarle— Dijo la mujer, dando pequeños pasos hacia Mean —El jamás saldrá de aquí.

Mean apunto la linterna hacia ella, sonando sus tacones con cada paso que daba, luciendo un viejo vestido verde y su largo cabello ¿Castaño? El chico apunto la luz directamente hacia el rostro de la mujer, encontrándose con el rostro de su madre deformado en una sonrisa aterradora y sus manos extrañamente sucias de sangre sujetaban un cuchillo de plata. No quería pensar de donde había salido esa sangre.

—¿Madre? — Pregunto el chico entre titubeos y un leve temblor en su cuerpo.

La mujer sonrió sínica al escuchar al niño —¡Oh! Así que esta débil mujer es tu madre... Bueno espero que no te importe que haya tomado su cuerpo.

Mean frunció el entrecejo molesto al tener el cuerpo de su progenitora frente a frente —Aunque supongo que eso ya no importara mucho.

Ante lo dicho la mujer le tomo del cuello con fuerza, comenzando a sentir los dedos de su madre encerrándose en su cuello, el frio metal del chuchillo sobre su piel y la falta de aire tras pequeños quejidos. Mean intento quitar las manos de su cuello con desesperación, pero cada vez su vista se nublaba más.

—¡Tu amado jamás saldrá de aquí! — Dijo la mujer con rabia —¡Debido a su estúpido hechizo de enlace, no pude obtener tu alma y la mía quedo atrapada en un gato!

Los ojos de Mean comenzaron a lagrimear por la prohibición de aire y las fuerzas abandonaron su cuerpo; cerro los ojos apretándolos con fuerza, esperando que su cuerpo quedara inconsciente, pero en lugar de eso un fuerte golpe se escuchó y la presión en su cuello desapareció. Su cuerpo cayo al suelo y comenzó a toser en un intento por recuperar el aire.

—Mean, ¿estas bien? — Pregunto Plan, sujetando a Mean por las mejillas —¡Tienes que salir de aquí!

El muchacho abrió sus ojos encontrándose con el pelinegro inclinado hacia el con el rostro preocupado.

—Ella tiene a mi madre— Respondió Mean con la voz entrecortada mientras se apoyaba un poco en el cuerpo del contrario.

Plan miro con odio a la mujer que se levantaba del suelo de forma torpe, tomo la mano de Mean y ambos salieron corriendo escaleras abajo encontrándose con Saint, quien estaba sobre el suelo con una mejilla herida y aparentemente inconsciente. Ambos muchachos se acercaron a él rápidamente.

—Tienes que ir al jardín de rosas— Dijo Plan soltando su mano de la contraria —Ahí esta enterrado mi cuerpo. Tienes que cortar la rosa que mantiene mi alma aquí.

—¿Cómo sabre cual es la correcta? — Pregunto Mean.

—Yo sé que lo sabrás— Murmuro Plan en una sonrisa nostálgica —Fue la única rosa que cambie por ti mientras nos conocíamos.

Mean asintió mientras miraba el cuerpo inconsciente de su amigo —Me quedare con él.

Con eso dicho y tras escuchar los ruidosos tacones bajando de las escaleras, Mean salió corriendo del castillo en camino hacia el jardín, aquel en donde había visto tantas veces a Plan sonreír, y donde al parecer su cuerpo yacía descansando con su alma sin descanso.

Gato NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora