Capítulo 2: Se acerca navidad

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Era sábado. Se acercaba la Navidad y había quedado con mi hermana para ir al centro a comprar un regalo a mis padres. La palabra Navidad me pesaba porque eso significaba que habían pasado 3 meses desde que Alberto había desaparecido. A su vez, parecía que me iba acostumbrando a recordarlo como algo lejano y me parecía bien. Quizás me estaba recuperando de aquella historia que parecía tener un final que ni yo ni nadie se habría imaginado nunca.

Mientras me estaba peinando, sumida en mis pensamientos, sonó el timbre. Cuando abrí, esperanzada, como siempre que sonaba, vi una cara muy parecida. No, no me estaba recuperando, pensé. Me quedé sorprendida al ver que era su madre.  La invité a pasar, le hice un café y nos sentamos en el sofá. Enseguida me contó que venía a buscar ropa para su hijo. Con ella sí que había hablado. Estaba claro, necesitaba hacer un cambio de armario. Seguramente ahora hacía más frío que en septiembre y no se llevó tanta ropa. Mi suegra estaba cansada. La delataban sus ojeras. Tenía la cara triste y el tono de su voz no era alegre y vivaz como siempre. Y no, no era momentáneo por venir a verme. Se le notaba que llevaba días sufriendo. De repente, tras saborear el café arrancó a hablar.

- Nerea, sé que le quieres, pero esto es cada vez más extraño. Si vuelve tienes que hablar con él. Yo lo haré, porque esto no es solo contigo. Es con todos y no es justo. Si lo tienes que dejar, hazlo, sal de este bucle. Estás muy delgada, siempre estás triste. Tú no eres así – me dijo mi suegra mirándome a los ojos y levantándose de mi sofá y dejando la taza de café en la mesita baja del salón. - Sal, deja de esperarle y haz tu vida. -

- Lo sé Carmen, pero le quiero y hablando se entiende la gente – le dije acompañándola a la puerta –

- Nerea, no te lo quería decir, pero ¿y si ha conocido a otra chica y no se ve capaz de explicarlo? – me dijo mirándome a los ojos, que se tornaban vidriosos a medida que cerraba la frase – Se me ha pasado por la cabeza demasiadas veces. Cuando me escribe, de uvas a peras, solo lo hace para pedirme algo y cuando le pregunto por algo más, deja de contestarme. Así está semanas y semanas. Le pasa algo que no es capaz de contar. Lo conozco demasiado bien.

- No sé, no lo veo capaz – le dije intentando que no brotara una lágrima por mis mejillas y la acompañé a la puerta – Quizás ha tenido problemas en el trabajo y no lo quiere reconocer.-

No estuvo más de 15 minutos en mi casa, pero fueron tan intensos que me destrozaron. En cuanto cerré la puerta me puse a llorar. Me di cuenta de que mi suegra se había dejado la bolsa de ropa que se quería llevar de Alberto y recordé sus palabras: "Quizás ha conocido a otra". Creo que por su aspecto y sus palabras algo más que yo sabía.

Me derrumbé. Lloré a moco tendido y me hice un ovillo en el sofá. Entré a whatsapp y miré su foto de perfil. No la había cambiado, salía sonriendo a los pies del Teide. Aquel fue nuestro último viaje y mi mente se puso a recordar más de lo que debía.

Había quedado con mi hermana, pero le escrib y le dije que estaba indispuesta, que no podía ir al centro con ella, pero no se lo creyó. A los 15 minutos la tenía picando a la puerta amenazando con tirarla al suelo si no le abría. 

- ¿Indispuesta significa llorando por el impresentable de tu novio al que llevas 3 meses esperando? - me dijo de aquella forma suya tan sutil pero directa- Venga, levántate, métete en la ducha, quítate el rímel de la cara y péinate.-

No dije nada y me metí en la ducha. Me desnudé, me miré al espejo y pensé que no podía seguir así. No reconocía aquella persona que se reflejaba, no era yo. Fue entonces cuando pensé que para volver a construir, a veces hay que derrumbar viejos edificios que no están en condiciones de sostenerse, y eso es lo que ocurría conmigo. 

Me metí bajo la ducha caliente y sentí todas y cada una de las gotas que caían sobre mi piel. Me enjaboné y me quité los restos de rímel que para mí significó desprenderme de aquello que había sido Alberto. De aquellas lágrimas que tenía que dejar de derramar porque ya no tenía sentido.

Espera. No te vayas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora