Capítulo 5: Houston tenemos, una montaña, de problemas

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Cojo el teléfono entre mis manos nerviosa. No me atrevo a descolgar.  Marcos tiene su mirada fija en mí y yo no sé qué hacer. Solo sé que, como diría aquella de youtube: "la he liado parda".

- Es Alberto - consigo decir.

- Cógelo, a ver qué quiere. Quizás es importante - dice Marcos mientras se levanta del sofá y se dirige hacia las escaleras. 

- Pero no tengo nada que decirle. 

- Tenéis muchas cosas que deciros. Estaré arriba, necesitas intimidad. 

De repente, Marcos desaparece y el teléfono ha dejado de sonar. Mierda. Ahora ya no sabré qué quería mi ex. Bueno, o quizás es muy pronto para ponerle esa etiqueta. ¿Debería explicarle que me acabo de tirar a mi mejor amigo que hace unos meses que conozco? Tengo que reconocer que acabo de echar uno de los mejores polvos de mi vida. 

Me siento en el sofá y pienso en cómo Marcos me ha cogido las nalgas para entrar hasta el fondo pero también la delicadeza y la ternura con la que me ha tratado. Me entran ganas de subir y tumbarme a su lado, en la cama. No necesito más, solo saber que está a mi lado y sentir su olor, sentirlo a él. Es adictivo, de verdad. 

Doy unas vueltas por la estancia esperando aclararme la cabeza pero eso solo funciona en las películas. Cojo el teléfono y le devuelvo la llamada a Alberto. 

- ¿Estás en casa? - me responde.

- ¿Qué tal un hola? No puedes cogerme el teléfono así después de, no sé, 5 meses por lo menos. 

- Quiero ir a casa para hablar contigo, sé que necesitas explicaciones. 

- Sí, las necesito, pero ahora mismo no estoy. - no consigo decirle que me he ido de fin de semana.

- Pues mándame un mensaje con la hora a la que podemos vernos. Te dejo, que me reclaman. Hasta luego. 

No me despido de él, dejo el móvil en el sofá y subo a ver a Marcos. La parte de arriba de la casa es espectacular. Al final del pasillo hay una puerta en la que deduzco que ha entrado mi amigo. Pico a la puerta y paso. La estancia es preciosa. Las paredes son de la misma piedra gris de la fachada, hay una gran cristalera igual que la del comedor a la derecha y en el centro, encima de una gran alfombra gris, una cama de matrimonio sobre la que lo veo tumbado, refugiado en un libro. 

- ¿Marcos, puedo pasar? - digo entornando la puerta. 

- Claro - me dice cerrando el libro.- ¿Qué te ha dicho? 

- Quería saber si estaba en casa para vernos. Quiere aclarar las cosas y parece que yo también necesito hacerlo. 

- Pues nos vamos, no te preocupes. Entiendo que es importante para ti. Tienes que saber qué ha ocurrido o qué ocurrirá. 

- Todo esto, no sé, es muy raro. Le digo que mañana estaré en casa entonces.

Marcos ni siquiera me contesta. Sé que le molesta que nos vayamos después de lo que acaba de pasar pero no sé cuando podré volver a hablar con Alberto. Me prometí que nunca iría detrás de ningún hombre, pero en esta ocasión necesito aclarar mi vida y él es la pieza fundamental sobre la que he girado los últimos años. La pieza que se ha roto.

A los 20 minutos estamos en el coche de Marcos. Pone heavy metal a un volumen muy alto y conduce rápido. Creo que está enfadado porque odia escuchar la música a todo volumen, pero así evita que hablemos. Yo tampoco quiero preguntarle qué le ocurre. Va al volante y es mejor que no discutamos. 

Ocho horas  más tarde estoy en mi casa. Son las 7 de la mañana y estoy tan nerviosa que le escribo a Alberto: "A las 10 en casa". Me meto en la ducha, intento calmarme pero no puedo. Salgo y me seco el pelo, miro el teléfono. No me ha contestado pero lo ha leído. 

Me pongo a limpiar la casa como una loca. Las 9. Le envío un audio a Marta explicándole el percal con el fin de encontrar unas palabras reconfortantes por parte de mi amiga. Lo ha escuchado pero no me contesta. ¿Se ha caído whatsapp y no recibo las respuestas? Tecleo mi duda en el navegador de mi smartphone y, de repente, suena el timbre. Abro. 

- Hola, ¿te has adelantado? 

- Sí, tengo unos compromisos más tarde - me dice Alberto muy serio.

- Pasa, no te quedes en la puerta. ¿Café? 

- No gracias - me dice mientras se sienta en el sofá de Ikea que elegimos juntos - Solo he venido a aclarar algunas cosas. 

- Dispara. 

- Estando lejos, me he dado cuenta de que no quiero estar aquí, que este país no me gusta, que es todo rutina, que siempre tengo que dar explicaciones de todo. Allí soy libre y no te quería sugestionar, necesitaba pensar y he pensado que no voy a volver a España. Y, por ende, lo mejor es que tú y yo lo dejemos. 

Rompo a llorar, sollozo, sorbo por la nariz, no puedo creerme lo que está diciendo, pero llorar me libera de todo lo mal que lo he pasado. El corazón me late a mil por hora. Me voy a desmayar. Lo miro a los ojos, profundos y marrones y pienso que han sido mi cobijo, mi calma, mi mitad durante mucho tiempo. Alberto me seca las lágrimas y me besa en la sien. 

- No te puedo arrastrar.

- No me arrastras Alberto. El problema es que no me quieres lo suficiente. Quieres navegar solo. Lo entiendo. 

- Te voy a contar la verdad. Estoy viviendo con mi compañera de trabajo. Llevamos saliendo desde el primer mes que llegué allí y hace unos 5 meses que decidimos formalizarlo y vivir juntos. Por eso te pedí que no vinieras, me iba a mudar con ella, pero no fui capaz de contártelo cuando viniste. 

- Ya me dijo tu madre que algo raro pasaba. Además cuando volvías estabas siempre de malhumor. - le digo mientras me levanto hacia la puerta para que se vaya.

De repente, Alberto me coge por la cintura y yo me rindo a sus encantos. ¿Seguro que está con otra? Me besa como no me ha besado nunca. Rápido, feroz. Impresionada me dejo llevar. Me tumba en la cama, me dejo ir. Me acuerdo de Marcos. No puedo evitar comparar, lo de ayer fue tan diferente a esto... ¿Me gusta Marcos?

Alberto está empalmado, quiere entrar, pero me levanto de la cama y me pongo la camiseta que me acaba de quitar 

- ¿Qué haces? 

- Evitar que le pongas los cuernos a tu novia con tu ex. ¿Tienes copia de las llaves del trastero aún? Allí están tus cosas. Llévatelo todo. Hablaré con el casero para dejar este piso cuanto antes.- le digo acercándome a la puerta - ¿Te vas, por favor? 

Alberto, sin mediar palabra, sale de la que ha sido nuestra casa durante años, se gira para despedirse pero le cierro la puerta en los morros. 

Me siento en el sofá y le envío a Marta y  Elena un audio que puede pasar por podcast perfectamente porque dura 4 minutos. Me ducho para quitarme de encima el olor a la colonia de Alberto y me meto en la cama. Necesito dormir, evadirme, olvidar...

Espera. No te vayas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora