CAPITULO 8: EL DOLOR DE OLVIDAR

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La reacción de Alejandra no se hizo esperar, se ha producido el distanciamiento. Si bien, Roberto pensaba que podría ocurrir, era algo que no esperaba fuera de esa forma, sin mediar una palabra alguna.  Tenía la esperanza de poder conversar y poder explicar lo que sentía de esta bella e intensa amistad y así asegurar un distanciamiento, manteniendo sanamente el recuerdo de esta amistad.

Han pasado algunas semanas, a pesar de sentirse tranquilo ya que siente que el peligro ha pasado, Roberto no ha podido olvidar su imagen, sus gestos y sonrisa siguen en su mente. Tampoco ha sido posible bloquear estos pensamientos, sabe que solo será cosa de tiempo, pero está consciente que pasará un tiempo para poder despejar de su mente su recuerdo...


El dolor de olvidar.

Oh, mi Dios, que me ha costado olvidarla, está constantemente en mi mente. Me duele esta lejanía, este silencio sin ruido, sin más que mi corazón palpitando y mi mente clamando. 

Con ella, mi espíritu viejo se hizo más joven, su sonrisa iluminó mi alma, sus abrazos me llenaron de energía, hizo que mi alegría fuera más constante. Cómo extraño ese "hola", esa conversación corta pero llena de energía, esa risa distinta que aún resuena en mis oídos, verla sonriendo alegre acercándose a mí, ese simple abrazo cariñoso que me hacía sentir tan bien.

Ha pasado el tiempo, no puedo olvidarla, los recuerdos sin mancha están en mí, esa amistad sincera sin dobles intenciones, esos pocos almuerzos de amigos, el último café que ambos disfrutamos. La extraño casi todos los días, me amarga haber perdido su amistad, quisiera volver a ser su amigo, disfrutar esos momentos de conversación y risas junto a ella.

El tiempo ha pasado lento, este alejamiento ha sido más culpable de esta lentitud. Quisiera volver a sentir sus palabras, aun cuando sean escritas, no importa el medio que se utilice, es el sentimiento de amistad lo que extraño.

Me equivoqué, pedí más tiempo del que debía y podía, no fui capaz de medir el impacto a que la sometí, no consideré que podía pensar que era otra cosa, la asusté y yo no fui capaz de pensarlo así. Recuerdo su saludo desde Roma, el mensaje de su retorno, no tengo dudas que ella me sentía cerca, que yo también estaba en su pensamiento.

Recuerdo su mensaje "prométeme que nunca me dejarás de hablar". Creo que ella me estimó de verdad, ese sentimiento de amistad pura que me hizo prometer un "si" y que ya hace un tiempo, ella rompió.

No, no me siento enamorado ni es el amor del que remuerde la conciencia, es solo una necesidad de amistad verdadera, de sentir ese cariño cercano, sin tercera intenciones ni dobles discursos. 

No es fácil hacer el distingo entre amistad y lo otro, quizás a veces dudé de aquello, pero nunca intenté algo más, su amistad bastaba para sentirme contento, no necesitaba más que eso. Quizás, unos cuantos años antes esto habría sido distinto, no lo sé con sinceridad, quizás algo en mi actitud habría cambiado.

Es cierto, la extraño, pero era necesario cerrar el círculo aun cuando se quebrara nuestra amistad, la incomodé y ella eligió poner distancia. Quizás, debí callar lo que sentía y así haber mantenido su amistad, sin tiempos exigidos por mi locura de verla. Pero lo hecho, hecho está y no soy yo el indicado a remediarlo, no me faltan las ganas de intentarlo, pero haré el esfuerzo de no hacerlo.

La amistad debe ser sin obligaciones ni ataduras y yo sin querer lo traté de hacer así. Dejaré de lamentarme, hice lo que creí era necesario, la sinceridad a veces duele pero también alivia. Hace poco leí que "Valiente es quien dice la verdad, sabiendo que lo perderá todo."  Fui un valiente, dije mi verdad, ahora solo debo aceptar que perdí esa bella amistad.

Vicisitudes de un amor tardíoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora