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Julieta.
12:10 a.m

—Ya intentamos de todo ¿Podes rendirte de una vez por todas?— preguntó Tomás, fastidiado.

—No. No puedo. No quiero.

—¿Qué tan mal te va a hacer estar encerrada dos días conmigo?

—Mucho. Mucho mal me va a hacer. No pegamos ni con moco, Tomás. ¿Y sabes qué es lo peor de todo? Que yo no voy a poder bañarme.

—Dos días no te hacen daño. Yo no me baño hace un mes...— dijo, riendo.

Hice un gesto de asco.
—Espero que no estés hablando en serio.

—Obvio que te hablo en serio ¿No oles el olor a chivo que tengo?— fingí una arcada y comenzo a reírse. —Mentira, mami. Soy más limpio que la lavandina.

—No me digas "mami."

—Yo te digo como quiero, mami.

—Sos un tarado.

—Y vos una ortiva.

—No soy ortiva.— dije, sentándome en el piso. —No pasó ni una hora de que estamos acá y ya me colmaste la paciencia, necesito un té.

—Y yo necesito que dejes de ser tan... Odiosa. Por solo un segundo, por
favor.— dijo, extendiéndome el porro que estaba fumando.

—Yo no fumo eso.

—Ahora sí. Te digo, tengo cuatro adentro del bolsillo, o te bancas el humo o lo fumas conmigo.

—Vos no me vas a decir qué hacer, aparte, me falta el aire, fumar no me ayudaría.

—Cómo vos quieras...— le dió una calada y exhaló el humo, en mi cara.

Comencé a toser y le di una patada haciendo que haga una mueca de dolor.
—Sos una bruta.

—Me chupa un huevo que pienses que soy. Seré insoportable, fea e idiota, pero yo al menos no me arruino de la manera que vos lo haces.— solté parándome.

Él bufó, y por los siguientes minutos, no hablamos.

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14:34 p.m

Las horas cuando no estás haciendo algo que te agrada pasan muy, muy, muy lento. Tomás se quejaba por tener hambre, y yo, cada vez lo bancaba menos. Le había dicho que teníamos que racionar la comida, pero no, él queria comerse el sanguche de milanesa que traje de una.

—Mira, nene. Que vos tengas hambre no me importa, ya comimos un pedazo, a la noche, vamos a comer otro y listo.

—No estamos en supervivencia al desnudo de Discovery Channel
¿Sabes?— se quejó. —Pero bueno, si querés, podes desnudarte.— alzó las cejas.

—Siempre tan ordinario.

—Y vos siempre tan... Ah, ya me quedé sin calificativos para vos porque se me van las palabras al tratar de describirte.

—Soy genial, ya sé.

El lugar era muy reducido y estábamos rodeados de estantes con productos de limpieza. Había una pequeña ventana donde corría un poco de aire fresco, pero ese mismo aire, hacia que el frío entre.

—Si no la cerras, nos vamos a congelar a la noche.

—Más tarde la cierro.— comenté, pasando las manos por mi cara.

—Al fin me obedeces en algo.

—No lo voy a hacer porque vos me digas, lo voy a hacer porque es lo lógico.

Apenas llevábamos un par de horas juntos ¿Qué seria de nosotros más tarde, o mañana, o pasado mañana?

Mis planes de viernes no estaban marchando para nada bien.

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17:45 p.m

—Si haces trampa nunca voy a adivinar.— le dije a Tomás, rodando los ojos.

—Que vos no te des cuenta que es y seas una tonta, no significa que haga trampa.

—Hace dos horas me estás dando vueltas y no me decís que es. Me rindo.

Jugábamos al "veo, veo" para pasar el rato, pero cada vez que intentaba adivinar Tomás me decía que eso, no era.

—Te dije que era color marrón ¿No?

—Sí.— suspiré.

—Mira la mancha de tu camisa ¡Gané!

Lo miré mal. —Te dije que era eso.

—No mientas. Ahora que gané, tenés una prenda.— se hizo el pensativo.
—Dame un beso.

—¡¿Qué?! No.

—Dame un beso ¿O qué? ¿Nunca besaste a nadie, Julieta?

48 horas | Croazzu.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora