Tomás.
-¿Qué es esto?- preguntó entrando a mi casilla que estaba en el medio de la nada. -¿A dónde me trajiste?- me reí.
-Esto era de mi tío, cuando no teniamos ni un centavo vivíamos acá. Después fuimos al barrio.- dije, dejando los bolsos sobre la mesa. -Pero, ahora si quieren encontrarnos, ni ahí van a poder.
-¿Cuanto tiempo vamos a estar acá?
-El que sea necesario.- levanté mis hombros. -Parece que no, pero se vive bien acá, eh. No dudes de la humildad de este ranchito.
-No lo dudo.- me abrazó por los hombros.
La rodeé con los mios y nos mantuvimos así. Me gustaba sentirla cerca y sentir su aroma, su perfume, su calor. -Vamos a ver esto, mira.
Tomé su mano y comenzamos a caminar hacia el fondo, donde estaba otra casilla de Don Luis. Eran una especie de "granjeros" que se dedicaban a criar animales. Cuando era pendejo tenía un caballo llamado Relámpago que él se lo quedó, porque claramente no podía llevármelo al barrio.
-¡Luis!- exclamé al ver al viejito sentado sobre un balde dado vuelta. -¿Cómo está?
-¡Pelusa!- exclamó alegre, a este hombre no le pasaban los años, tenían como doscientos años ya y seguía perfecto.
-¡Cuanto tiempo!-Todo bien, todo bien.- sonreí alegre. -¿Y usted?
-Bien. Te tengo a alguien, que te espera, eh. Desde hace tiempo.
-¿Relámpago?- pregunté ilusionado.
-¿Y ese quién es?- preguntó Julieta.
-Ah, Luis, ella es Julieta. Julieta, él es Luis.
-Un gusto.- dijo este, dándole la mano.
-Acompañenme.Sonreí emocionado. -Vas a conocer a alguien especial.
Frunció el ceño. -Que miedo.
-Tranqui.- murmuré, caminamos por el sendero donde a nuestro alrededor había todo tipo de animales granjeros.
Llegamos hasta el establo donde estaba ese olor tan repudiable que no extrañaba para nada, pero que también me traía recuerdos de ayudarlo todas las tardes a mantener a los animales.
-Acá está Relámpago.- dijo, abriendo la puerta y allí estaba mi caballo que desde hace tiempo no veía.
Su pelo marrón seguía intacto y parecía que era el mismo que hace diez años no veía. -Rela...- dije con una sonrisa, emocionado.
-Por Dios...- exclamó Julieta con una sonrisa plasmada. -Dios mio, es hermoso.
-Sos la primera que dice eso, una vez se lo mostré a una nena y me dijo que era re feo, aparte de que le causaba asco por su olor.- rodé los ojos. -Mi Relámpago, es hermoso.
-Si.- lo acarició. -¿Porqué se llama asi?
-Porque... Lo encontré un día de lluvia, era un chiquito que no podia caminar ni siquera. Estaba como abandonado, con la pata rota. Lo dejaron porque siempre que "no sirven" los abandonan.
-Pobrecito.
-Si. Encima mi tío al principio no dudó en bardearme y decirme que "no sabia ni cuidarme ni a mi e iba a cuidar a un caballo" así que no me dejó, pero lo tuve en secreto, con Don Luís. Me escapaba todas las tardes a cuidarlo, tampoco me quería aprovechar de la ayuda de Luis.
-Todo un arriesgado.
Suspiré. -Pero lo amo.- continúe acariciándolo. -Tuve que dejarlo y me re dolió, pero bueno. Ahora estoy acá con él. Y con vos.
Sonrió.
Ya no necesitaba nada más.